En el Palacio Nacional de la Cultura se ubica el Monumento a la Paz en Guatemala, develado el 29 de diciembre de 1996, un año después de haber firmado los Acuerdos de Paz. Foto Archivo.

Si bien los Acuerdos de Paz fueron suscritos (y engavetados) por el gobierno de Álvaro Arzú, el proceso de negociación empezó mucho tiempo antes y tuvieron una pequeña raíz en los Acuerdos de Esquipulas suscritos en tiempos de Cerezo. Los gobiernos que de Serrano, De León Carpio y Arzú fueron profundizando el esfuerzo y se definieron claramente los factores internos de nuestra sociedad que fueron causa del conflicto armado que cobró tantas vidas y afectó a prácticamente todos los habitantes del país quienes, de una u otra manera, sufrieron las consecuencias de esa larga confrontación.

Y los temas de la inclusión social y racial, la generación de oportunidades, el aprovechamiento del crecimiento económico para beneficio colectivo mediante mejoras al nivel de vida por medio de la salud, educación y seguridad social para generar un desarrollo sostenible del país hicieron que los negociadores consumieran largas horas en intensas jornadas que incluyeron a muchos sectores. No era un esfuerzo sólo de la guerrilla y el gobierno, sino que en el mismo se tomó en cuenta el parecer de toda clase de grupos sociales y, desde luego, los factores del poder real también participaron y tuvieron voz y voto en las negociaciones.

Ello dio alguna esperanza de que, al abordar las causas del conflicto armado, se pudiera realmente alcanzar una paz duradera sobre la base de la satisfacción de las necesidades de la población. Y por ello hoy hace 25 años, en la Plaza Central, fue enorme la congregación de gente de un pueblo que veía ilusionado la ceremonia de firma de los acuerdos.

Pero al final de cuentas todo quedó en un acto aparatoso y ostentoso porque no se contaba con la decisión ya adoptada por el mismo gobernante de engavetar los acuerdos en los que, evidentemente, nunca creyó y que sólo sirvieron para hacer el espectáculo. Por esfuerzos de la sociedad civil se materializaron algunos logros, escasos, pero la esencia misma de esa idea de generar bien común, de un Estado preocupado por la salud y la educación de su pueblo y la inclusión de todos los que históricamente sufrieron marginación quedaron como pendientes insatisfechos porque ya para entonces la perversión del Estado cobraba fuerza luego de las privatizaciones realizadas como negocio (como ahora con el ferrocarril nuevamente) y la firma de la paz terminó como otro más de los muchos engaños que ha sufrido la población de parte de sus políticos que no se cansan de actuar igual.

Revisar para revivir los Acuerdos de Paz debiera ser un objetivo que impulse la sociedad a partir de las reflexiones de esta conmemoración del 25 aniversario en las que queda la evidencia del fiasco que fue finalmente esa espectacular firma de la paz.

 

Redacción La Hora

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