Guatemala aún no cuenta con un secuenciador genómico que permita determinar rápidamente qué tipo de virus afecta al país. Foto Ilustrativa Prensa.gob

En pleno siglo XXI el país que presumía de ser la Capitanía General del Centro de América, tiene que recurrir a Costa Rica y Panamá para que se practiquen las pruebas para ver qué variantes tenemos en Guatemala porque nuestro Laboratorio Nacional de Salud carece de un secuenciador genómico que pueda ofrecer a los que toman decisiones para enfrentar la pandemia, información rápida sobre las variantes que puedan existir en el país.

El costo de los secuenciadores genómicos ha bajado considerablemente de las astronómicas cifras que antes había que pagar por ellos en su origen y sin duda que como la comisión que le puede quedar a las autoridades es baja, no se han interesado en adquirir el equipo que puede ofrecer una información precisa y rápida sobre a qué nos estamos enfrentando.

Para saber que había variante Delta, el laboratorio tico que hizo las pruebas, si es que realmente fueron enviadas en las fechas que dijo el Ministerio, se tardó más de un mes en ofrecer los resultados y éstos llegan cuando ya el mundo está ajetreado con lo que representa el control de una nueva variante mucho más contagiosa aunque, por fortuna, aparentemente menos letal y que genera menos complicaciones a los pacientes que puedan resultar contrayendo la enfermedad.

Hay que decir las cosas como son y es que al Ministerio de Salud desde hace tiempo llegan expertos no en medicina o en administración hospitalaria sino en hacer dinero, negociantes que convirtieron la cartera en una fábrica de negocios que van desde la compra a precios inflados de medicina hasta la adquisición de insumos poco relevantes pero sumamente caros cuyos proveedores ofrecen quedar bien con los funcionarios de turno.

Desde tiempos de Ramiro de León Carpio el Ministerio de Salud cayó presa de mafias que se suceden en los puestos que tienen que ver con las adquisiciones y que jamás piensan en la salud y que negocian con los numerosos sindicatos del sector para convertirlos en cómplices de la burda corrupción.

En el mundo entero los países se ocupan por disponer de los medios tecnológicos para hacerle mejor frente a la pandemia, pero aquí las prioridades son otras y no vaya a creerse que por haberse graduado de médico el gobernante las cosas cambiaron porque los negociantes de la salud fueron de los financistas de campaña.

Es inaudito que a estas alturas no se disponga del secuenciador genómico que permite determinar rápidamente qué tipo de virus estamos enfrentando y así poder disponer con respaldo en datos las medidas de contención que hagan falta. Y lo peor es que no les da ni pena ni vergüenza.

Redacción La Hora

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