No se puede negar que la pandemia ha hecho estragos en todo el mundo y que parte de ello son las restricciones que se han impuesto para tratar de que la menor movilidad y el mayor distanciamiento social sirvan para reducir el ritmo de los contagios. Y luego de casi ya dos años de vivir en medio de esas limitaciones en todo el mundo se nota cansancio y deseo de volver a la normalidad cuanto antes, pero el surgimiento de nuevas variantes ha obligado a muchos países, aún con altos índices de vacunación, a regresar a las acciones de carácter restrictivo.
En Guatemala (salvo la capital) nos hemos quedado a la cola en términos de vacunación y, no obstante, el Presidente dispuso con sus Ministros darle al pueblo como regalo de fiestas de fin de año el relajamiento de la disposición respecto a la Ley Seca, es decir, en cuanto a la venta libre de licor que ahora se corre hasta las 2 de la madrugada, lo que significa prácticamente una vuelta a la normalidad que se debe asumir con responsabilidad. El argumento oficial es que hay una baja en la cantidad de casos de COVID-19 en todo el país y que por ello es posible ofrecer esa ampliación de los horarios para que se puedan consumir bebidas alcohólicas en estas fiestas, aunque en el mundo se hable tanto de las nuevas y más contagiosas variantes.
Los datos sobre el número de nuevos casos han sido cuestionados por muchos expertos que señalan que lo más llamativo es la disminución de la cantidad de pruebas que se realizan así como la centralización de las mismas y que un factor a tomar en cuenta debe ser la vacunación porque es el único medio de hacerle frente a la pandemia con una drástica reducción de contagios y, especialmente de hospitalizaciones y muerte. En ese campo, de la vacunación se deben enfocar los esfuerzos para enderezar la realidad que inició con el burdo negocio que se hizo con los rusos en la compra de la vacuna (y que por cierto no ha provocado ninguna reacción ni de la inútil Contraloría General de Cuentas ni del Ministerio Público), sino también de la ausencia de una estrategia correcta para desarrollar la vacunación, empezando por la información veraz difundida entre toda la población, a lo que se suma de nuevo la centralización porque no ha habido capacidad de llevar la vacuna a las comunidades.
Urge asumir con responsabilidad los festejos de fin de año para que el año entrante no sintamos con fuerza los efectos de un relajamiento desmedido, en especial en la población no vacunada. Como ha ocurrido desde hace tiempo, su salud y la de los suyos está en sus manos y debemos exigir de las autoridades que se redoblen los esfuerzos de vacunación.