El accidente en donde la mayoría de afectados son migrantes guatemaltecos, ocurrió ayer en Chiapas, México. Foto. AP.

El accidente de un tráiler repleto de migrantes en el estado de Chiapas deja un saldo muy elevado de muertes y enluta a muchos hogares guatemaltecos que apenas horas antes habían quedado con el corazón roto por la partida del familiar o los familiares que emprendían esa dramática emigración que se ha convertido en pan de cada día, produciendo caravanas silenciosas de compatriotas que agobiados por la falta de oportunidades en su tierra corren toda clase de riesgos con tal de llegar a donde, trabajando duro como lo saben hacer, pueden ganar lo suficiente para enviar dinero a sus familias.

De hecho la muerte es un riesgo constante para los migrantes que viajan de manera irregular. Tanto las carreteras como los ríos y desiertos que tienen que cruzar han cobrado enorme cantidad de vidas que se pierden de manera silenciosa por las características propias de la travesía encomendada a esos “coyotes” que no tienen otro propósito que el de ganar enormes cantidades de dinero trasegando seres humanos que huyen no sólo de la pobreza sino de la falta de esperanza.

Rellenar un tráiler o furgón con más de una centena de seres humanos es una forma de mostrar la crueldad de la operación y la forma en que se desprecia la vida misma. Pero repetimos que no se trata de casos extraordinarios sino que suceden de manera cotidiana sin que nuestra sociedad reaccione para entender que debemos cambiar el rumbo porque no es racional ni sostenible que dependamos de las remesas y que, al mismo tiempo, nos hagamos los locos de lo que hay detrás de cada uno de esos dólares que vienen regularmente al país y que mantienen nuestra economía a cambio de los enormes sacrificios que hacen tanto los que se van como quienes de diversas maneras pierden a sus seres queridos.

Es terrible ver la hilera de cuerpos cubiertos con sábanas blancas en que se convirtió ese grupo que viajaba con la ilusión de romper el círculo de la pobreza. Una pobreza que, como todos los migrantes nos demuestran, no es producto de haraganería ni falta de disposición para trabajar sino ausencia de oportunidades de empleo digno y generador de ingresos que permitan mejorar las condiciones de vida de familias enteras.

Por eso no podemos dejar de señalar que la indiferencia social ante la masiva migración que se viene dando desde hace ya muchos años y que mantiene a millones de compatriotas lejos de sus familias es un serio problema que tenemos porque nadie mueve un dedo para cambiar las deficiencias estructurales que obligan a ese masivo éxodo. Nos cruzamos de brazos viendo cómo unos cuantos se forran de plata con la corrupción mientras otros mueren en la travesía para encontrar una oportunidad de trabajo

Redacción La Hora

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