El agresor del agente de la PMT fue golpeado por varios elementos de Emetra. Foto. Cortesía.

El suceso entre un automovilista y policías municipales deja lecciones. Nos hemos convertido en una sociedad que vive cometiendo “pequeños abusos” que se ven como la cosa más normal del mundo. Si dice “No Estacionar” o hay línea roja pintada significa justamente eso, pero si tengo prisa, si “estoy trabajando” o simplemente se me dio la gana, pienso que con poner luces de emergencia me libro de la prohibición y eso no es así. Los agentes de tránsito se caracterizan por su prepotencia y mal modo, pero eso no justifica una paliza bestial como la que se pudo ver en redes sociales, sobre todo porque sí hubo una infracción flagrante. Y así como es inaceptable esa agresión, lo es que una manada de agentes de la Muni persiga al agresor y, en vez de detenerlo para llevarlo ante la autoridad competente, le den entre todos otra paliza.

Las normas, en general, están para cumplirse y las de tránsito no son excepción aunque todos los días sean violadas impune y burdamente. Estacionarse “solo un momentito” donde no es permitido no es propio de gente civilizada. Ir a mayor velocidad porque voy tarde y tengo prisa no es tolerable y menos si se va afectando y poniendo en peligro a otros automovilistas. Sancionar a alguien con grosería y prepotencia no es un comportamiento adecuado para la PMT, pero nos hemos acostumbrado todos a que en Guatemala ni las leyes ni la cortesía cívica importen nada y eso es un reflejo de que colectivamente estamos viviendo en una gran anarquía que se nota en pequeños detalles cotidianos, mismos que de vez en cuando se vuelven noticia pero que pasan una y otra vez en la vida diaria y se aceptan como normales.

Motoristas que se meten contra la vía y dicen que lo hacen porque viven en un país libre son como el que tapa la entrada de un estacionamiento y afirma que “solo fue un momentito”. Automovilistas que se pasan los semáforos en rojo cuando les da la gana y otros que se quieren meter a puro tubo en los carriles que circulan ordenadamente son cosa de todos los días.

Y si eso pasa con el simple y sencillo tema del tránsito nuestra vida en general sigue el mismo derrotero. Pagar una mordida no se ve como algo grave y tras cometer un delito, como golpear a alguien, lo único que el agresor quiere es regresar a su vida normal, a seguir con lo mismo, estacionándose donde quiera y lidiar con Policías que tampoco respetan nada.

Redacción La Hora

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