Una función importante que tiene que jugar el Estado en esta crisis de confianza es producir y difundir información seria y confiable. Foto La Hora/Salud

En todo el mundo existe un vigoroso movimiento en contra de las vacunas diseñadas para el COVID 19 y gracias a la proliferación de informaciones que hay en las redes sociales esas teorías de conspiración se propagan más rápidamente que el mismo virus, lo que se traduce en resistencia a utilizar el método de protección que ha demostrado ser absolutamente eficiente en cuanto a la prevención de casos graves como resultado de contagios, aún frente a las más virulentas variantes, como puede ser la llamada Delta.

Abundan en las redes sociales las teorías que descalifican las diferentes vacunas y, peor aún, las que señalan que las mismas son resultado de un malévolo plan para inyectar algún “chip” electrónico que permitirá a los gobiernos espiar a su población. No digamos los que sostienen que fue imposible el desarrollo tan rápido de las vacunas y que, por lo mismo, la eficacia es un mito. Se pueden llenar varias ediciones de periódicos en todo el mundo con lo que se dice y repite en las redes sociales y que va desde criterios que presumen de científicos hasta planteamientos religiosos que son respaldados por curas y pastores alrededor del mundo.

El caso es que mientras menos gente esté vacunada más difícil será el control de la pandemia porque los sucesivos contagios van produciendo esas nuevas variantes que pueden ser mucho más peligrosas que el virus original y por ello países desarrollados como Estados Unidos están donando millones de dosis a países con menos capacidad económica, a fin de contribuir a expandir la inmunización y con eso hacer más difícil la propagación del virus.

Una función importante que tiene que jugar el Estado en esta crisis de confianza es producir y difundir información seria y confiable que pueda llegar a los diferentes estratos de población para explicar con base en la abundante información científica que existe, las ventajas que tiene el estar vacunado y lo realmente limitado de los posibles efectos secundarios. Pero obviamente tienen que ser campañas informativas serias, diseñadas por verdaderos expertos tanto en el campo científico como en el de la comunicación porque se requiere llegar positivamente al mayor número de personas.

Un detalle importante que ha pegado en redes sociales en los últimos días es el de familiares que lamentan la terca actitud de algún pariente que murió debido a su repudio a las vacunas y eso debería ser suficiente para abrir muchos ojos porque es un hecho científicamente probado que quien dispone de la defensa que ofrece la vacuna tiene muchísimo menor riesgo de muerte.

Redacción La Hora

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