Los 48 Cantones de Totonicapán fue una de las organizaciones que lideró las manifestaciones del 29 de julio. Foto La Hora/AP

Ayer hablamos de un Hito en la Historia porque en nuestro país los movimientos más importantes contra las dictaduras surgieron y se realizaron en la capital, con manifestantes urbanos repudiando el abuso de poder de los tiranos. Así fue en 1920 y luego en 1944, cuando tras lustros de agachar la cabeza se produjo la indignación popular expresada en manifestaciones de diverso tipo en las plazas, calles y avenidas de la capital de la República. Esta vez la situación es radicalmente distinta porque es del interior de donde surge el movimiento y donde se expresa con mayor fuerza, produciendo un nada común fenómeno de unión y entendimiento no sólo entre indígenas y ladinos sino también entre las diferentes etnias que conviven en la Nación.

Hay que entender esta realidad desde varias perspectivas. Algunos dirán que ahora hay más información y no faltarán los que sostengan que hay instrumentalización. Pero la verdad es que el efecto de la Dictadura de la Corrupción ha sido tan abrumador y se evidenció tanto con la pandemia que aquí ya no hay nadie que no sepa por qué Guatemala está como está, viviendo de los compatriotas que han tenido que emigrar ante la falta de oportunidades y de esperanza porque hasta eso se robaron los corruptos. El pueblo se levantó y nadie quedó atrás, como dice el Popol Vuh. Atrás quedaron nada más los que gozan de los frutos de la corrupción que les asegura comodidades que se le niegan sistemáticamente al resto de la gente, esos que ven en el reclamo un acto de insurrección porque no pueden entender lo que es un acto de dignidad.

Muchos no pudieron sumarse a la protesta porque tenían que trabajar y de no presentarse perderían el trabajo. Otros simplemente no lo hicieron porque están bien o, por lo menos, totalmente resignados a que así es Guatemala y piensan que así seguirá siendo para siempre, hagamos lo que hagamos.

Pero la protesta de ayer, convocada por gente serena y realizada de forma pacífica para disgusto de los que querían disturbios para aplastarlos, cambia por completo el panorama del país. Ya no somos un pueblo con sangre de horchata ni ciudadanos indiferentes que vemos cómo nos roban y agachamos la cabeza. El reclamo contra la corrupción prendió con fuerza y es algo que ya no se detiene. El Pacto de Corruptos con su insolente y prepotente actitud encendió a la gente y aunque ahora se reagrupen y arropen entre sí, tienen enfrente a un adversario formidable.

Redacción La Hora

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