Juan Jacobo Muñoz Lemus

juanjacoboml@gmail.com

"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

post author

 

Juan Jacobo Muñoz Lemus

Escarbé en mis alforjas y encontré empolvados algunos textos de tiempo atrás que decidí actualizar, porque como dijo mi señor Don Quijote ya próximo a morir; “vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño”.

Tomando en cuenta que soy un caballo, no me es dado razonar como a vosotros. Y como pertenezco a la grey de los equinos, no puedo pertenecer a la de los cristianos que caminan bajo la ley de sus pastores, a veces conspicuos y otras no tanto. Mucho menos puedo pretender haber sido creado a imagen y semejanza de un Dios que los humanos convertisteis en un patrimonio.

Aun así, me siento motivado a entrar en el tema, y encuentro que un planteamiento agnóstico es un refugio para mí mientras me siga sosteniendo en cuatro pezuñas. Entre creyentes y no creyentes, veo que al entendimiento no le es posible acceder a la comprensión de lo absoluto, y por lo mismo no me pongo en el equilibrio existencial de querer explicar lo inexplicable o de destruir lo inentendible solo para asumir que no existe.

Veo también cómo de la mano del miedo, llegaron instituciones explicando lo que no está a su alcance y queriendo convertir en el mal a lo desconocido. Se crearon círculos viciosos de demandas, premios y sanciones que solo dan tranquilidad a conciencias infantiles que no alcanzan a contender con los conflictos que promueve la realidad. Las verdades totalitarias no alcanzaron a penetrar el alma donde se aloja el espíritu.

Habéis llamado espíritu a la porción donde habita la capacidad de ser sublime y de encontrar sentimientos bellos, productivos, solidarios y de autorrealización. Todo lo tenéis enraizado en la biología y todos contáis con la capacidad de ser elevados. Sois bipolares y podéis amar y odiar, crear y destruir, y vivir congregados o en aislamiento. Las diferencias entre cada uno de vosotros son el resultado de lo que habéis aprendido y aceptado como válido; y así es como cada uno ve las cosas como puede y como le alcanza, o como quiere en todo caso. Sobrevivís con valores y creencias; algunas ingenuas y otras soberbias, hasta que llegue el día en que alcancéis la paz para ser tolerantes y no pelear.

Desde esta llanura en la que troto, y sin pretender quitaros el privilegio de ser sus favoritos, veo en Jesucristo a un símbolo que prefiero concebir en su dimensión humana. Un hombre bueno, con ideales de paz, amor, justicia y hermandad. Un hombre que se adelantó a todas las épocas y que por lo mismo es constantemente asesinado. En el fondo todos saben, hasta yo, que es difícil atreverse a su mensaje sublime, noble y generoso. Un mensaje que se ha manipulado para crear ideas mágicas, celestiales e inalcanzables.

Concebir a Jesucristo como un Dios es una forma de rendirse, una forma de no practicar su filosofía. No importa mucho si existió o no, está enraizado en vuestra cultura y ha sobrevivido por encima de cualquier política eclesiástica. No ha sido el único, y aunque no son tantos, ha habido grandes hombres que también predicaron principios humanos profundos. El cristianismo es sencillo, solo sugiere humildad, amor, compasión y desprendimiento, pero como dicen que dijo alguna vez el filósofo Chesterton; todavía no sabemos si funciona porque nunca se ha puesto en práctica.

Todas las filosofías humanas van a dar al final al mismo punto, la autorrealización y el bien común; y en esa línea, un poder superior puede ser todo aquello que ayude a intentar lo que no se pueda realizar en soledad; un amor, un amigo, una lectura, una experiencia, un consejo, una reflexión ajena, una casualidad, una pena, lo que ocurra. Vuestra mejor forma de creer en Dios es la realización humana, pasar de la potencia a la acción. Algunos lo han hecho y los admiro con vergüenza de ser un pequeño y viejo caballo, y con la esperanza de poder ser cada vez mejor.

Jesucristo es un olvidado, un ser manipulado y utilizado para someter y vender, y para pocos es una inspiración. A cualquiera que alce la voz pidiendo igualdad, o mejor dicho la equidad que vigile lo que cada uno realmente necesita para no caer en el error de promover igualdades muy injustas; le cortan la cabeza o lo crucifican, y ya muerto lo veneran, tal vez para aliviar la conciencia, pero no para seguir su camino.

Yo perdí mucho tiempo, aunque algo de experiencia gané, peleando con ideas y contradiciendo creencias. No vale la pena pelear solo porque no ocurren milagros o no se cumplen caprichos. Todo os iría mejor si suavizáis vuestro corazón, limpiáis vuestra alma de resentimientos, confiáis más en vosotros mismos, exigís menos de los demás y tenéis más fe en la dotación universal que se plantea día a día como un verdadero poder superior para vosotros.

De oídas entendí que la Cuaresma es un período de preparación y compromiso con la resurrección de Jesucristo; y a los buenos ejemplos como el de él, hay que amarlos y tratar de sentirse inspirado por ellos. No es fácil pues requiere de renunciar a las vanidosas pretensiones del orgullo para no ser víctima de la propia importancia; pero vale la pena intentarlo, la paz interior es una gran recompensa y el mejor camino para servir y amar al prójimo.

En el interior de cada ser humano existe un aliento divino. Atreverse a él en lugar de solo temer a castigos, puede ser el verdadero sentido de morir y volver a nacer.

Artículo anteriorDos mujeres, un votos
Artículo siguienteMetas por alcanzar en la campaña electoral 2023