Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz Lemus

Temas complicados se debaten entre la realidad y la cotidianidad prejuiciosa, y es necesario serenarse para ser juicioso al discernir entre lo real y lo imaginario.

Las opiniones encontradas pueden ser muy animosas y van generando conductas de litigio, obviamente por diferencias de opinión y de intereses; y no falta la ocasión en que viendo lo mismo vemos cosas diferentes. Por eso al atender temas humanos, más que ser inteligente, es necesario ser sensible.

Todos los humanos vivimos con nuestras representaciones, redes de imágenes y nociones que construyen nuestra manera de ver, captar y entender el mundo. De ahí que se debería tener algún respeto por la identidad, la individualidad y la autodeterminación; para no ensañarse con nada.

¿Qué me importa a mí la disposición que cada uno tenga?, ¿por qué tiene que inquietarme algo que solo le incumbe a cada persona en lo individual?

Imagino que, si a mí me atacaran por algo que me caracteriza, saldría a las calles a manifestar. Me sostendría la conciencia de lo que soy, no porque yo quiera sino porque lo soy. No recuerdo ningún período de deliberación sesuda que hubiera tenido que hacer para decidir entre opciones sobre mi individualidad; y no creo que mis particularidades sean un mérito que esté por encima de nada. Tampoco me siento en la emocionalidad de un niño que juega a que la mayoría gana. Ni siquiera creo que se trate de temas de aceptación o aprobación, porque eso me haría erigirme en una posición magnánima que no viene al caso.

Como con cualquier cosa de la convivencia humana, solo debería privar el respeto a las diferencias. Y por sobre todo lo anterior y de acuerdo con la experiencia, muchos temas son intocables.

Ya paso de los sesenta años; he visto muchas cosas y no pienso que la gente esté mal solo porque no va por donde yo voy. Eso sería demasiado autoreferencial y en consecuencia con olor a paranoia.

Sería terrible que a la gente la atacaran por el color de los ojos, aunque ya han ocurrido cosas de esa envergadura, como con las personas zurdas. Se ideó en algún momento de la historia, la creencia de que la zurdería tenía que ver con el demonio o algo así. Incluso se llegó al hecho ignominioso de buscar la manera de evitar que las personas nacidas zurdas usaran su lado diestro y no el siniestro, amarrándoles la mano, obligándolas a ser hábiles con la derecha.  Hasta cuentan que el número de zurdos disminuyó porque no había escudos para ellos y que su corazón era más vulnerable a las flechas por estar desprotegido. Parece que nadie cuestionó por qué había flechas matando gente. Tampoco se dio valor a las habilidades artísticas y visoespaciales que son parte de la zurdería.

Lo anterior me deja ver un símil con muchos temas que atiende la intolerancia, que sale a la palestra a decir que algunas cosas son contra la norma. Se entiende el punto si lo que se busca es ser absolutamente concreto. Y así podemos ver cómo se van gestando causas.

Es muy importante no forzar el modelo científico para entender cosas que son humanas y multifactoriales. La descripción es parte de ese método, eso está claro, pero no constituye una clasificación¸ y hacer un diagnóstico no es como echar las cartas; de ahí que haya que tener cuidado. A ello sumo que, en términos de lo humano, todos tenemos de todo, solo que a diferente volumen.

Lo anterior me parece importante, tomando en cuenta que la identidad tiene que ver con lo que nos distingue singularmente de los demás; porque, de hecho, ese es su toque.

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