Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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El título de esta columna de opinión sienta como anillo al dedo respecto a lo ocurrido durante los últimos años y la lucha y resistencia que desde los Pueblos Indígenas y sus autoridades se ha venido gestando en el país. Dicho título no es más que una pequeña fracción de la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona por parte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en enero de 1996. Hoy esas palabras resonaron con fuerza en mis oídos, pero se convierten en una realidad latente en ver que aquel sujeto político que había sido deliberada y planificadamente invisibilizado, aquí está ahora con la dignidad que le precede y en pleno derecho de reclamar los derechos que históricamente le han sido negados.

Luego de 105 días de resistencia, que incluyeron los históricos días del Paro Nacional Indefinido, pero también de la larga e histórica lucha y resistencia que han ejercido por siglos, los Pueblos Indígenas dicen con fuerza ¡aquí estamos! y demandamos lo que históricamente como Pueblos nos ha sido negado. Sin lugar a dudas, serán los Pueblos los que hagan nacer un nuevo régimen en el país y ojalá que estemos viendo las primeras luces del amanecer que, emergen luego de una larga noche. Si no hubiera sido por la importante movilización social y popular, encabezada por los Pueblos Indígenas el escenario que estarías viviendo en el país sería uno muy distinto y en donde el Pacto de Corruptos hubiese profundizado su poder y hubiera instalado un régimen dictatorial, donde la violencia, la corrupción y la impunidad serían el denominador común de sus acciones.

Es por ello que los Pueblos debemos de estar claros que el 14 de enero recién pasado, sólo es el primer paso de un largo camino a recorrer. Un camino que seguirá asediado por las mafias y criminales que componen el Pacto de Corruptos que se niegan a que el viejo orden y régimen muera, porque de él dependen cuales parásitos. De ahí que las palabras de Antonio Gramsci revisten una importancia significativa al afirmar que: “cuando lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, hay un claroscuro. Y que en ese claroscuro surgen los monstruos. Entonces lo viejo debe de terminar de morir, para que nazca lo nuevo y no haya más monstruos”.

No podemos dejar la tarea exclusivamente al gobierno entrante y a sus miembros, debemos seguir luchando primero para acelerar la destrucción del viejo régimen, a través de la exigencia de acciones claras que le devuelvan a la sociedad guatemalteca el pleno ejercicio del poder, exigiendo la profundización de la democracia, la consulta y el diálogo permanente para la elaboración e implementación de política pública. El camino no será fácil, ni mucho menos llegaremos al final de este rápidamente, pero si lo seguimos recorriendo juntos y articuladamente, lograremos ir construyendo la nación y la sociedad que durante siglos nos ha sido intencionalmente negada y arrebatada.

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