Jonathan Menkos

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Jonathan Menkos Zeissig
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Estamos en un momento transcendental para los guatemaltecos: las débiles bases democráticas que se construyeron a partir del proceso de paz han colapsado. Los criminales, que hoy son mayoría en los tres poderes del Estado, han prostituido leyes e instituciones para saciar su codicia y esconder sus fechorías bajo la alfombra de la impunidad. Los acompaña una parte de la élite económica, la que controla los medios de comunicación tradicionales, esa que siempre mama de la teta del Estado -al que tanto dice odiar-, por medio del ministerio de Economía, del de Energía y Minas, del de Comunicaciones y de la Corte de Constitucionalidad.

Los hechos que evidencian esta depravación del poder público, que solo operan bien cuando se trata de pagar favores, cobrar venganzas y abrir nuevos caminos a la corrupción, están a simple vista. Primero, Q336.0 millones destinados para un seguro médico escolar privado, en lugar de mejorar la calidad y cobertura de la salud pública, incluyendo la gestión de las vacunas, la de Covid-19 y el resto. Segundo, la mayoría oficialista del Congreso ha aprobado cambios a la Ley de Contrataciones para que los alcaldes tengan nuevos y más amplios caminos para delinquir. Esa misma mayoría ha aprobado reformas a la Ley de Zonas Francas para sumar más empresarios y sectores económicos al extenso grupo de ricos polizones exonerados del pago de impuestos. Tercero, capturada la Corte de Constitucionalidad, esta ha dado carta libre para ejecutar los cambios a la Ley de oenegés con lo cual, cualquier organización social podrá ser eliminada de un plumazo. Cuarto, estamos siendo testigos del acoso contra defensores de la naturaleza y, recientemente, también de quienes persiguieron con la fuerza de la ley a los evasores de impuestos. Quinto, se mantiene, por segundo año consecutivo, el mismo salario mínimo, depauperando más a los trabajadores.

El que quiera ver que vea y que medite. Yo, por lo pronto, me he recordado de la historia de una mujer que le reclamó a su esposo el ser infiel. Él, sin ningún complejo ni culpa -como los corruptos-, le respondió: «Hacéle yemas», dándole a entender que no pensaba cambiar en nada y que su otra opción era quedarse sola con sus hijos.

Exactamente estamos, como sociedad, en la misma posición: nos toca hacerle yemas, de dos formas, a esta realidad. Ya sea que nos quedemos callados, aguantando la precarización y la violencia, viendo Razón de Estado y su servicio a favor de la religión del mercado y de un vulgar y falso individualismo; o retuiteando los mensajes contundentes -pero mensajes nada más- de la vicepresidenta Harris, mientras esperamos que haya un milagro en inglés que quiebre la alianza de corruptos. O nos animamos irnos para los Estados Unidos en la siguiente caravana. O, quizá, nos resignamos al día en que los sicarios institucionalizados lleguen con sus carros sin placas a sacarnos de la casa con rumbo desconocido.

La otra opción para hacerle yemas a esta realidad será comenzar a movilizarnos, así como lo hicimos en 2015 y como lo han hecho los movimientos campesinos desde siempre; así como hemos visto recientemente, abogando en favor de derechos, a chilenos, colombianos y estadounidenses. Como ciudadanos, tomar calles, carreteras y plazas; parar el trabajo, la universidad y el instituto; demostrar que el poder de la mayoría puede transformarlo todo. Hacerle yemas para lograr que en esta tierra ningún niño se muera de hambre, nadie se robe el dinero público y quede impune. Hacerle yemas hasta lograr que se universalice la escuela, la salud, el agua y la protección social. ¿De qué forma le hará yemas usted a esta realidad?

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