El tiempo es una variable crítica para todos nosotros, lo conocemos fundamentalmente en su dimensión lineal -ese movimiento continuo que nos hace ver cada día el proceso de envejecer-, pero el tiempo también es vertical; es decir, tiene profundidad, esa otra dimensión que nos permite disfrutar de momentos memorables, de ratos de risas y hasta carcajadas, así como también nos recrea la tristeza de adioses tempranos, de despedidas dolorosas de personas queridas e inolvidables.
Dice Miguel de los Ríos que volver es una forma de llegar y tal vez sí. Hoy puedo evocar al Bebeto, mi último hijo, el único varón, cuando pasaba zumbando con su camioncito azul, incluso atropellando pollitos, y hoy se sube a tomar el timón de su vida; recuerdo a aquél niño que una vez que subimos a ver un eclipse, se puso su casco de constructor y mis hijas le preguntaron qué para qué tal casco y dijo, es que se puede caer la luna…y vean hoy, se prepara para ser el constructor de su propio destino y también aquel infante que una vez que volvimos de ver una procesión y fuimos a ver a sus abuelos, mi papá le preguntó ¿Y viste a Jesucito?, ante lo cual con su inocencia dijo: ¿quién es Jesucito? Y él mismo se respondió: ah, el del palo…cuando hoy sabe bien que ese personaje es la luz de su camino.
Si hace apenas pocos años, veíamos junto a él y el resto de mis hijos Salvado por la Campana o Cabeza de Balón o los Rugrats. Y cómo olvidar, que el Bebeto se sabía todos los parlamentos del Señor de los Anillos. También debo evocar nuestras visitas al estadio a ver a nuestros queridos cremas. Cómo sufríamos y nos alegrábamos con nuestro Real Madrid o bien la rivalidad entre mis hijos y yo por la serie mundial de béisbol, ellos por los Yankees y yo por los Medias Rojas -inolvidable aquella serie divisional cuando los Yankees le ganaban 3 a 1 a los Medias Rojas y le dieron la vuelta para ganar 4 a 3-.
O bien, nuestra alegría con los triunfos de Michael Jordan y Scottie Pippen con los Toros de Chicago, que alegres momentos. Pero uno, me lleva con el Bebeto, vos te recordarás mijo: aquella final de Melbourne entre Roger Federer y Rafael Nadal, en la madrugada de un domingo que vos y yo disfrutamos plenamente, aunque con preferencias distintas.
Y la música cómo olvidar sus preferencias por los Back Street Boys, los Hanson o las Spice Girls o las canciones de Arjona, pero aún más cuando cantábamos todos juntos Ojalá de Silvio Rodríguez y justo parodiando la letra de esta canción quisiera decirte mijo, ojalá que nunca se te acabe la sonrisa perfecta, ni la mirada constante.
Estoy seguro que el Bebeto no olvidará nunca Hotel California de Eagles, ni mucho menos American Pie de Don Mclean o aquella pieza inolvidable de Alberto Cortez que empezaba “…tiempo, campos y caminos distancia, que cantidad de recuerdos”. También quiero decirles a Juanjo y Bianca con palabras de Humberto Akabal en su inolvidable poema que dice: “De vez en cuando camino al revés; es mi modo de recordar. Si caminara solo hacia adelante te podría contar cómo es el olvido”
Las evocaciones se tornan nostálgicas, así que en el momento que escribo esta nota una lágrima indiscreta corre por mis mejillas, esas emociones son propias de retornar a esos pasajes del tiempo que nos dejaron esos indelebles recuerdos eternos.
Hoy Juanjo y Bianca -su gran compañera de vida-, refrendan y formalizan su larga relación, hoy ellos comienzan a tejer su propio güipil lleno de colores, pájaros, árboles, ríos, símbolos de las luchas y trabajo que tienen por delante. La vida es pletórica de alegrías y hoy celebramos todos juntos este momento inolvidable.
Hoy recuerdo aquella casa llena de niños, de risas, de alegrías y travesuras, que poco a poco se va quedando sola, pero así es la vida, los niños salen de sus casas para realizar sus propios sueños a construir sus vidas y, ojalá, a darme otros nietos. Con muchas satisfacción y orgullo puedo sentirme un padre orgulloso y decir con alegría, utilizando el título de aquella vieja canción de Violeta Parra pero cantada por Mercedes Sosa: Gracias a la vida.
