Grecia Aguilera
Mi cariño hacia Luz Méndez de la Vega nació desde que yo era muy pequeña; ella visitaba con frecuencia a mis señores padres, los insignes escritores don León Aguilera y María del Mar. Recuerdo en particular una de esas visitas, tendría yo como siete años de edad, estaba llorando y al mismo tiempo jugando con una de mis muñecas en el jardín de mi casa, cuando de repente apareció ante mí una mujer esbelta, de mirada profunda y larga cabellera negra que le cubría la mitad del rostro. Se dirigió a mí con seguridad, voz fuerte y me preguntó directamente: “¿Está tu mamá?” Y antes de poder contestarle hizo otra pregunta: “¿Qué haces, estás llorando? Al fin puede responderle y le dije que estaba jugando con mi muñeca nueva, pero que a la vez estaba triste porque el otro juguete que quería no me lo habían comprado porque era sólo para niños. Extrañada continuó el interrogatorio: “¿Y cuál era el otro juguete?” Entonces le dije que era un carrito, un bus de colegio. Y agregó con énfasis: “¿Y quién te dijo que ese juguete era sólo para niños? La respuesta fue muy simple: “Mi mamá…” Se quedó muy pensativa y siguió su camino hacia la sala, en busca de mi señora madre. Al pasar unos días volvió de visita: “¿Mariíta dónde está su hija, la pequeña, cómo se llama?” Al momento mi señora madre me buscó y me dijo: “¡Grecia apúrese, Lucita la busca!” Corrí asustada al llamado y Luz me dijo: “No sé si es el que querías, pero en fin…” Era el bus de colegio que tanto había deseado. Así conocí a Luz, feminista y desmitificadora. Cuando ella falleció sus dilectos hijos: Sonia, Coralia y Rodolfo Asturias Méndez, me enviaron una tarjeta de agradecimiento por haberlos acompañado en aquel doloroso momento. Al abrirla leí un sentido mensaje dirigido a mi persona que expresaba: “Tus padres y nuestra madre tuvieron una amistad que duró toda la vida. Gracias por estar presente en estos momentos de tristeza/ Guatemala de la Asunción marzo 2012.” Esta preciada nota me hizo recordar con gran emoción esa perdurable amistad y admiración mutua, así como también las bellas dedicatorias que escribió en sus libros para mis padres. Por ejemplo, en el poemario “Tríptico” anotó con su original estilo de letra: “Admirados María del Mar y León, ¿qué podría decirles que correspondiera a lo que les debo? A María del Mar por su palabra y voz maravillosas de sus ‘Oros Líricos en el Atardecer’ y a León por la honda y poética voz suya plasmada para mi ‘Eva sin Dios’ en sus ‘Urnas del Tiempo’. Dos tesoros para un afecto, gratitud y devoción, Guatemala mayo 1981.” Recuerdo cuando Luz me dijo que era asidua oyente de mi programa “Tribuna del Jazz”, al que le dedicó un hermoso comentario en el que me felicitó por “el éxito logrado con el esfuerzo y cuidado desinteresado puesto en su ‘Tribuna del Jazz’ en favor de la cultura musical de Guatemala.” Asimismo, se vienen a mi memoria las palabras que expresó por el comentario que escribí de su libro “Frágil como el Amor”: “Grecia, usted hizo un poema de mi poesía.” Y en verdad le escribí un poema que titulé “Cosmogénesis Creadora” que manifiesta: “Dios hizo a Luz y su palabra./ Cosmogénesis creadora/ lampo diamantino/ prisma iridiscente/ matices refulgentes/ de Erato su imagen./ Enigmática esfinge/ escapada cual espuma/ de científicas figuras/ de mentes inventoras/ de artificiales luces/ mundo de Arago/ Faraday y Ampere./ Labrada de conocimiento/ Rosa de los Vientos/ alma entrelazada/ nelumbo luminoso/ fotosfera de Sirio/ resplandeciente y fugaz./ Meharis del Sahara/ en el tiempo interminable/ cabalgan junto a Fidias/ llevan en sus lomos/ códigos muy sabios/ papiros imborrables/ contenidos en el cuerpo/ de una Eva prodigiosa/ que escribe en las estrellas./ Dios hizo a Luz y su palabra.”