Edith González

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Nací a mediados del siglo XX en la capital, me gradué de maestra y licenciada en educación. He trabajado en la docencia y como promotora cultural, por influencia de mi esposo me gradué de periodista. Escribo desde los años ¨90 temas de la vida diaria. Tengo 2 hijos, me gusta conocer, el pepián, la marimba, y las tradiciones de mi país.

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Edith González

Es muy duro saber de amigos y familiares contagiados de Covid-19. Enterarse de sus sufrimientos, de sus pérdidas de bienes por lo caro de los tratamientos. Sé de quienes han vendido sus carros, televisores, secadoras de ropa y hasta computadoras.

Pero ante todo tener que aceptar que a algunos de ellos no volveremos a verlos, amigos de infancia, compañeros de universidad, colegas del trabajo, el señor que nos vendía el pan o la señora que nos atendía en el centro comercial.

No hubo tiempo, no pudimos despedirnos, decirles lo que les apreciábamos, cuánto les queríamos, o resolver alguna situación que nos distanció en el pasado aunque el cariño continuará presente.

Esta pandemia se está llevando todo lo importante para nuestra vida, nos ha dejado sin la gente que apreciábamos, sin trabajo y hasta sin casa, porque muchos de los que se han ido eran proveedores de la familia y al faltar y dejarles con deudas, no ha quedado más que rematar lo que se tenía, la vivienda e irse a otro lado.

Estamos padeciendo de encierro, de ansiedad, de aburrimiento y creemos que solo por hoy nos merecemos ir a dar una vueltita por el centro comercial, comer en un restaurante y hacer alguna comprita. Cuidado. No nos dejemos llevar, pensemos en el valor de la vida antes que en el placer, porque esa salidita podría llevarnos a la puerta del hospital porque como dicen los médicos camas ya no hay. Las personas enfermas, contagiadas, son ya muchas.

Los médicos y enfermeras no son héroes, los terapistas respiratorios no son héroes. Son personas que han estudiado, se han preparado para curar y cuidar a los enfermos. Se cansan, les da hambre, deben dormir y descansar, deben liberar el dolor de ver a la muerte a los ojos y no poder hacer nada más por sus pacientes, porque ya no tienen recursos, ni físicos, ni emocionales, ni curativos.

Según dicen, los pacientes están prácticamente llegando a morir a las puertas de los hospitales porque llegan cuando la enfermedad está instaurada y poco o nada se puede hacer para salvarles la vida. Y porque muchos de ellos decidieron no vacunarse, no creen en la vacuna, porque igual se pueden enfermar. Si pero no tan grave. Otros consideran que la vacuna va dañarles y tantas explicaciones más que realmente nos develan la verdadera ignorancia en que vivimos.

La educación actual busca preparar para aprender a aprender. No necesito saberlo todo, sino que yo tenga la capacidad de buscar información verídica, confiable, relevante. Y da pena y tristeza saber de profesionales, médicos, docentes, abogados, y tantos otros universitarios que no se vacunaron por ignorancia, y enfermaron y algunos incluso han fallecido.

Entre jalones y empujones esperamos que se aplique el Estado de Calamidad y se logre reducir el número de contagios y de muertos, vaciar las salas de hospitales y permitir que el personal médico tenga un respiro. Ahora tenemos vacunas, compradas o regaladas, es otra historia. Hay vacunas y los centros de vacunación están recibiendo a los mayores de 18 años. Excusas ya no.

VACÚNESE, CUIDE SU VIDA.

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