“Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable.”
Cicerón
Guatemala es un país eminentemente conservador, con una historia de pocos gobiernos de derecha moderada y si muchos de ultra derecha, sociedad que se ha visto atacada por una corrupción vertiginosa, que va más allá de las creencias ideológicas, y que nada tienen que ver con esta, más aún, si observamos el panorama global y analizamos que la corrupción se ha enraizado tanto en gobiernos de izquierdas como de derechas, hay que reconocer que no reconoce ideología alguna, y que corrupción es corrupción sin apellido.
Es altamente deplorable que los políticos tradicionales se bajen a negociar con las elites corruptas para gobernar, cuando lo que deberían hacer es abstenerse para negociar con un solo segmento, y este es el soberano, el que paga sus salarios, sus mordidas mal llamadas comisiones, así como sus desenfrenos, basta recordar todas las imágenes de politiqueros en cualquier pose nada ortodoxa siempre con dineros del pueblo que paga impuestos directos e indirectos.
¿Es tan difícil entender por qué ganó el voto nulo, y pasó a segunda vuelta Arévalo? Porque Arévalo no es parte del sistema, como otros candidatos, ¿Cómo siendo tan conservadores tantas personas votaron por él? Ahogados por la cantidad de casos de corrupción que aumentan sin límite alguno, encontrándose cooptadas la mayoría de las instituciones que responden a los intereses de los titiriteros, la población votó, no por la izquierda, porque no nos engañemos en nuestro país no existe, aunque no conozco a Bernardo Arévalo, considero que no es de izquierda, más aún lo identifico como un progresista moderado.
La población está cansada de escuelas en la lipidia, hospitales sin medicinas, obras como el Libramiento que un día sí y otro también se derrumba como se han derrumbado nuestras esperanzas, sumado a la burla hacia la sociedad de nuestros “representantes” que tranzan hoy públicamente, basta con consultar la hemeroteca física y virtual para corroborar como se gastan el dinero del presupuesto nacional.
La lectura es clara, el primer candidato antisistema que sorprendió fue Carlos Pineda, alguien que no es del grupo y que no necesito del financiamiento de los mismos y de los de siempre, por lo tanto libre del endeudamiento sistemático, la incursión de él alteró la planificación preestablecida, por lo que había que deshacerse de él, entro la maquinaria a funcionar y saltándose la ley, principalmente la de Amparo, quedó fuera, es mi opinión que fue victimizado y que sus posibilidades se mantuvieron, por lo que considero un grave error que junto con su abogado ampliamente conocido por ser el responsable directo de la reelección de la fiscal general, trate de mancillar aún más el proceso eleccionario, hay que mantener la compostura, su papel hubiera sido el de oposición, el comer ansias y sin oportunidad legal real, tratar de entrar el ruedo, lo único que le significa es perder oportunidades futuras, es bueno saber en que momento debemos bajarnos del tren, para volvernos a subir, y no convertirnos en otro payaso del circo.
La población fijó su atención en otro candidato también antisistema, con una ideología diferente al señor Pineda, se decanto por un progresista, que no ha ofrecido otra cosa, más que trabajar, ¿Es tan difícil entender el mensaje que se está enviando? Me parece que no, la sociedad no se decanta por derechas o izquierdas, a la población le hastió la corrupción y en un mismo proceso decidió que no le importó la ideología, lo que le importa es cambiar de actores políticos, que no quiere seguir con lo mismo, que ya no quiere más sobres bajo la mesa, que en 2015 salió a las calles, y que está dispuesta a volver a salir.
Pero ante todo, los guatemaltecos sentenciaron que no quieren ser Nicaragua, tampoco Venezuela, dos dictaduras de izquierda, para quien quiera vender la idea que Guatemala quiere ser de izquierdas se equivoca por muchas razones, pero principalmente porque progresismo no es lo mismo que izquierda, son ideologías diferentes, pero talvez lo más importante es que nuestro país ya no puede con la carga de la corrupción, y elegirá a cualquier candidato que no sea parte de un sistema que solamente ha traído pobreza y desigualdad.
La corrupción no conoce de credo político, pero sí de autoritarismo y dictadura.