Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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“Se parecen tanto unos a otros los partidos, que la única manera de distinguirlos es ponerles un color.” Rafael Barrett

Desde el momento, en que no es necesario ser afiliado a un partido político, para ser candidato a cualquier cargo de elección popular, los partidos han pasado a ser meras maquinarias de cualquiera, que tenga los suficientes medios para comprar una plaza, en la búsqueda de un espacio de poder político, sin importar el pasado económico e ideológico del candidato, esta situación se ha convertido en un mercado, como otro cualquiera, en el que el arraigo ha dejado de ser necesario y por lo tanto compromiso cero.

En este contexto, y a raíz de la firma de la paz, paz que no existió y a la fecha tampoco existe, fue el momento propicio para redactar una Constitución y leyes garantistas, que podrán no ser perfectas porque son obra del ser humano, pero fueron el mejor instrumento para iniciar un proceso en la vía democrática, mismo que en estos momentos hace aguas, sin que exista el más mínimo indicio de que digamos hasta aquí, la falta de oposición por parte de la población denota una debilidad absoluta, aunque el conflicto terminó las causas se mantienen.

Una de las raíces del problema, es el endeble sistema político, en el que cualquiera puede hacer cualquier cosa, por lo que la política como la ciencia del poder les interesa solamente a los estudiosos de la misma, pregúntese que político actual ha estudiado esta ciencia, quedamos en déficit, aunque es cierto que, ningún sistema es perfecto, los sistemas se deben regenerar o mueren, y el nuestro agoniza, porque sistemáticamente se está convirtiendo en un laberinto que amenaza con perdernos dentro de sus recovecos irremediablemente.

Una de las leyes de la “democracia” y que apuntaba de vanguardia para el momento vivido fue la Ley Electoral y de Partidos Políticos, cuyo objetivo fue desarrollar las garantías al sistema político establecidas en la Constitución, y que define a estos organismos como “instituciones de derecho público”, que en la práctica en nuestro sistema, funcionan como cualquier empresa privada que es utilizada con el objetivo de obtener una ganancia económica disfrazada de fortalecimiento a la democracia, sin que tengamos claro que significa la misma.

El señor Carlos Pineda cuando hizo público, que el partido por el que se postuló solo había sido el vehículo por medio del cual él se presentó a las elecciones y que le dieron jalón, evidencio la realidad del sistema electoral de este país, porque en una mínima parte quienes se unen para formar un partido lo hacer para presentarse a las elecciones y luchar por el bien común, la gran mayoría se encuentran muy lejos de serlo.

Pero, él no ha sido el único candidato que hace autostop para presentarse a una elección, regularmente ni los candidatos a diputados, alcaldes o presidente se afilian a un partido político, ¿Entonces, qué son los afiliados? Son meros instrumentos humanos utilizados por los dueños del partido para crearlo y mantenerlo, que venden su firma por un refresco y un pan, muchas veces desconocen qué hacen en las asambleas, para la mayoría van a una reunión a comer, mientras otros se enriquecen vendiendo la ficha del partido, o los espacios, así andamos señores.

Desde hace muchos (demasiados) años se han creado partidos como sociedades anónimas para después ser vendidos al mejor postor, hechos que han desvirtuado completamente la función de los partidos políticos como instituciones públicas, convirtiéndolos en expedientes como las sociedades de papel, que son vendidos al mejor postor, de ahí que en muchos de ellos no exista arraigo alguno entre sus autoridades, los afiliados, menos aún los candidatos y la sociedad.

Contando con una Constitución muy buena, las leyes se han utilizado para hacer “negocios” de todo tipo, se ha desvirtualizado el ser y el deber ser de instrumentos democráticos de primera línea, como lo son los partidos, ideadas como instituciones de derecho público y que deberían servir a la población, pero esto no es más que una utopía, como el creer que el bien común es de interés general.

Un sistema que no sirve a los ciudadanos necesita ser reformado totalmente.

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