Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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Gladys Monterroso
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“En el origen de todas las fortunas hay cosas que hacen temblar” Louis Bourdaloue

Leyendo el magnífico artículo del periodista Antonio Maestre, no puedo más que pensar en la cantidad de señoritos que abundan en todas partes del mundo, con características diferentes, pero con la misma esencia, gastan dinero a manos llenas que no es producto de su esfuerzo, se encuentran totalmente alejados de la realidad, ante todo la pobreza estructural les es indiferente, pero además les es de mucho beneficio, porque mientras más pobres existan a su alrededor, más grande es su zona de confort y poderío.

El artículo en mención, se acompaña de la foto de la película Los Santos Inocentes, una obra maestra, que es referente de las diferencias insensatas de las clases sociales, en las que los pobres son muy pobres y los ricos muy ricos, no existen diferencias sustanciales entre nuestra sociedad y otras de enormes contrastes, y si las existen son más de forma, el fondo es el mismo, las diferencias triviales son las que algunos estudiosos denominan residuos sociales, como el clima, la genética y la estructura legal, entre otros, los señoritos se repiten en las diferentes sociedades, se creen dioses y que a ellos no llegará la justicia, porque ellos son la justicia, su presencia es omnipotente y de ellos depende el presente y el futuro de todo lo que a su alrededor se encuentra, entre personas, bienes incluyendo el aire que respiramos.

Históricamente en nuestro país, han existido estos personajes que deciden sobre todo lo que ven sus ojos, y lo que no ven, se llamen como se llamen, son los dueños de vidas y bienes, sus valores son los antivalores de la gran mayoría, ostentan una riqueza sin importar de donde provenga, de herencias familiares o de la corrupción histórica, es variopinto el origen, los señoritos vienen desde las zonas pomposas como de los arrabales, aunque un alto porcentaje disfrutan de una fortuna producto de la corrupción de papá, mamá o una pareja, baste ver cómo viven los hijos y jóvenes amantes de exfuncionarios públicos, o de funcionarios en activo, la esencia de todos es, soy dueño del mundo, cuando en realidad es un parásito que vive de toda la sociedad, esto no importa ni a él, ni a su grupo que de cierta forma, viven de él, y le sufren también.

Personajes que encajan dentro del prototipo de esta figura, abundan desafortunadamente, pueden ser hombres o mujeres, ostentar apellido de cierta casta, como el más común de todos, lo importante es su total desconocimiento de las necesidades ajenas, su cinismo frente al sufrimiento anónimo es histórico, a diferencia de otras sociedades, en nuestra bananera república, los señoritos también son bananeros, pero no menos insolentes y de esa frialdad insoportable que ostentan los señoritos de otras latitudes.

En la película mencionada, los dueños de la casa grande, especialmente el joven burgués, utilizan a los peones y su familia como parte de su propiedad, tanto que tratan con más sensibilidad a los animales del feudo, que a los peones que trabajan y viven para los dueños de todo lo que se ve y se toca.

En nuestro país estos personajes, son dueños de apartamentos en las más caras zonas residenciales, se movilizan en vehículos último modelo, viajan a cualquier lugar del mundo, y se toman la selfi, no para demostrar su estatus económico, lo hacen como parte de su diario vivir, que lo mismo se encuentran en París, que en el Lejano Oriente, debajo de la alfombra que los lleva de un lugar a otro, se encuentran las pobrezas internas de su diario vivir, que se manifiestan en su desdén hacia el que se encuentra bajo ellos, lo que es lo mismo los que reciben órdenes, que son desde el abogado hasta el mensajero, al final todos son parte de la jerarquía en la que en la cúspide se encuentra el señorito bananero de este también bananero país.

Estos estereotipos de la clase económica interna no saben a cuánto asciende el salario mínimo, porque más que eso se gastan en una noche de juerga, no han trabajado nunca, (No saben lo que significa levantarse de madrugada y salir a laborar) no saben lo que encarna la palabra deuda, tampoco impuesto, en si no saben nada de lo que los demás sabemos mucho.

Viven en una burbuja de millones, casi siempre mal habidos, porque recordemos que detrás de muchas fortunas, existen historias de dolor, que casi nunca son las propias.

Los señoritos son pues, la parte más ácida de una sociedad.

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