Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es
“La crítica convertida en sistema es la negación del conocimiento y de la verdadera estimación de las cosas.” Henry F. Amiel
Vivimos en un constante acoso, la mayoría de las veces derivado de la persistente sobreexposición a que nos sometemos voluntariamente, por la falta de autocontrol en la información que trasladamos, a una generalidad infinita sobre nosotros mismos, que, se presta a que se levanten bulos, que recorren ese mundo sin fronteras de la comunicación alterna, que se ha convertido en principal, sin filtro alguno, que nos hace víctimas de nosotros mismos, y de lo que la infinidad quiera opinar sobre cada uno de nosotros.
Cualquier persona con un celular, se autoproclama comunicador social, experto en todas las ciencias, o especialista en cualquier tema, da consejos que se multiplican porque un gran universo de personas anónimas se encarga de reproducir esta desinformación, y otros más, se toman como cierto lo leído de otros seres que momentáneamente dejan de ser anónimos, y así nos vemos envueltos en el gran mundo de las palabras, sean estas escritas o habladas, que se convierten en abundante desinformación.
La pandemia que nos aqueja, que ha cambiado el mundo, sumada a los posibles conflictos bélicos que amenazan con cambiar más aún nuestra historia, se pierden en los nombres de mujeres asesinadas diariamente, sumado a las acusaciones de graves delitos de abusos a niños cometidos por la iglesia católica, cuyos nombres también se olvidan en el infinito de más y más nombres.
Si a lo anterior agregamos, los dramas personales diarios como, la pérdida de un ser querido, la violencia en los llamados delitos comunes, que para el que lo sufre no lo es, todo este sinvivir se pierde en esa sobreexposición, a la que voluntaria e involuntariamente nos sometemos los seres humanos, y que dan lugar, a críticas a las que no todos nos encontramos preparados para leer o escuchar, situación, que debilita emocionalmente a cualquier ser humano, que se ve expuesto a que sus propias palabras o actos regresen, gracias a la información propagada en internet.
Las consecuencias de la sobreexposición mencionada anteriormente, pueden ser de las más variadas, desafortunadamente el noventa y nueve por ciento en negativo, por ejemplo, es un fenómeno social, la cantidad de reinas y exreinas de belleza que se han suicidado, producto de vivir una realidad que no es la que nos han venido como ideal de vida, derivado de una sociedad que siempre se ha centrado en crear cánones de belleza de mujeres inexistentes, a las que se trata de imitar, sin lograr el mínimo objetivo.
Si a lo anterior sumamos, las consecuencias del crecimiento de las redes sociales, que se han convertido en armas de doble filo, por ser la causa del aumento de muchos complejos, inseguridad, y baja autoestima que perturba a la mayoría de las personas, pero más aún a los adolescentes y jóvenes que históricamente han necesitado sentirse aceptados por una sociedad dedicada al culto del físico, antes que de la mente, problemática que afecta a la mayoría de los seres humanos, porque aunque no lo queramos, todos estamos expuestos a la crítica destructiva, por lo que consciente e inconscientemente nos encargamos de mostrar una vida perfecta inexistente, aunque la nuestra no sea más que una vida normal, con sus más y sus menos, que es el mejor caso, aunque no lo aceptemos.
En esta vorágine de desinformación, en la que buscamos ser aceptados por lo que queremos que crean que somos, y no lo que realmente somos, como suele suceder, las palabras se convierten en dardos invisibles que golpean más aún que lo físicos, dejando golpes y cicatrices que no siempre sanan y que nos dejan momentáneamente en el imaginario colectivo señalados como lo fue en su momento la letra escarlata, solamente que en la actualidad nos la colocamos voluntariamente.
En un concurso de canto, previo a Eurovisión, la cantante ganadora, que como es normal, no gusto a todo el mundo invisible pero real de la crítica anónima, que sin ser expertos se erogaron el derecho de la crítica destructiva, en el que hasta altos políticos españoles se involucraron cual versados en música, se vio obligada a minutos de ganar el certamen, a cerrar sus cuentas en redes sociales, producto de la crítica destructiva a la que se vio sometida por haber ganado el concurso.
Nos encontramos ante la dictadura de las palabras, que pueden ser tan agresivas que dejen huellas que no se borraran.