Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“En un espíritu corrompido no cabe el honor.”
Tácito

No se trata de existencialismo, religión, emociones o espíritu, las vicisitudes que plantea la vida a lo largo de la propia existencia, aunado a que nos ha azotado una pandemia que vino a cambiar la forma en que vivimos y porque no decirlo, en que morimos, como nunca antes se sabe de personas que mueren de todo tipo de causas, sumando el COVID 19, una muerte más, estruja algo sin identificar, algo que se encuentra en lo más profundo del ser, surge la pregunta ¿Cuántas personas sienten ese profundo dolor? Es un sentimiento general, que, si siempre hemos estado consientes de la vida y la muerte, hoy sin distingos de ninguna clase, lo estamos aún más porque, desafortunadamente son más hoy las causas de la desaparición física de numerosas personas.

Muchas personas han fallecido en la vía pública, es un fenómeno que ya había ocurrido, pero que, en los últimos días ha aumentado considerablemente la cantidad de seres humanos que terminan su vida escuchando el mundanal ruido, y la indiferencia de un sistema que los ha abandonado porque la corrupción se ha apropiado de una cantidad innumerable de seres vacíos a quienes no ha importado el impacto de sus actos, y ven esa muerte como un daño colateral, pero no lo es, no señores, cada muerte que se pudo evitar y no se hizo porque no se previno, es un delito que va más allá de lo que establece la letra insensible de la ley, no hay norma alguna creada por el hombre que castigue en su justa dimensión un delito de lesa humanidad como lo es robarse el dinero que corresponde a la salud de toda una población que lo único que pide al Estado, es que cumpla con sus funciones, y que recibe por respuesta una burla constante a sus crecientes necesidades.

Un país en el que mueren asesinadas aproximadamente cinco mujeres al día, ¿De qué se puede sentir orgulloso? Es cierto que también mueren hombres, pero el tema de la mujer es especial, porque muchas de ellas, han sido asesinadas por ser mujeres, aunado a la perdida de la vida sufrieron tortura y abuso sexual, esa diferencia hace su muerte más impresionante y difícil de olvidar, el sufrimiento es superior por la forma en que terminan estas vidas humanas, no puede dejar de conmover ese sufrimiento previo a que la vida termine, porque además de morir, son torturadas antes de terminar con su existencia, por eso precisamente estruja más aún las muertes de las mujeres, observamos que el Estado permanece indolente ante el aumento de las víctimas del delito de femicidio ¿Cuántas familias han sufrido por la muerte de una madre, hija o hermana? Muchos están de luto no solamente este año, hace muchos años se tiñen de negro las lágrimas de familias completas, producto del alto grado de corrupción en el que las víctimas son un número más para crear “programas y políticas” inexistentes para que esos recursos públicos pasen a manos de unos cuantos, sin que se ataquen las causas por las que existen y han aumentado los asesinatos de mujeres.

La corrupción es la enfermedad más grande y grave que azota a la sociedad actual, que se ha multiplicado en los últimos años en los países subdesarrollados más que en los desarrollados, en los que es más difícil, más no imposible que se produzca, los países subdesarrollados actualmente nos encontramos condenados a vivir dentro de sistemas corruptos y corrompidos derivado de nuestras propias historias en las que los caciques se han adueñado de vidas y tierras, no permitiendo que salgamos de nuestra pobreza social, económica intelectual y cultural.

Derivado de esta situación se ha cometido con la población el peor delito llevado a cabo, por todo un Estado: La pérdida de vidas humanas de las peores formas posibles, esas muertes se pudieron haber evitado, pero eso conllevaría no robar más dinero a la población, y no ha existido interés en evitarlo, menos atacarlo.

¿A dónde van los muertos? A ninguna parte, sus nombres son el testimonio de un sistema corrupto e injusto.

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