Grecia Aguilera

Periodista, escritora, filósofa y musicóloga. Excelsa poeta laureada. Orden Ixmukané, Orden de la Estrella de Italia, Homenaje del Programa Cívico Permanente de Banco Industrial, Embajadora y Mensajera de la Paz.

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GRECIA AGUILERA

La Asamblea General de las Naciones Unidas instituyó el 27 de enero como Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, para rendir: “Tributo a la memoria de las víctimas del Holocausto y ratificar su compromiso de luchar contra el antisemitismo, el racismo y toda otra forma de intolerancia que pueda conducir a actos violentos contra determinados grupos humanos.”

El día de ayer viernes 27 de enero de 2023, se conmemoró este día, cumpliéndose 78 años de la liberación por soldados soviéticos, de las personas que permanecían en el terrible cautiverio del campo de concentración nazi de Auschwitz.

En una parte del discurso publicado de la Señora Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO, se enfatiza lo siguiente:

“Setenta y ocho años después, cada vez son menos los supervivientes que pueden contar su historia y dar testimonio de este genocidio; por ello, más que nunca, tenemos la responsabilidad de recoger el testigo y convertirnos en testigos de esta historia, para que estas víctimas no caigan nunca en el olvido, y también para recordarnos que el horror siempre puede volver a ocurrir.

La UNESCO, que nació precisamente al término de este genocidio, trabaja para mantener viva esta memoria y para erigir baluartes contra el odio en la mente de las mujeres y los hombres, mediante la enseñanza del Holocausto y de todas las formas de violencia derivadas del racismo, la discriminación y los prejuicios.

Sin embargo, en un momento en que las redes sociales ofrecen una nueva caja de resonancia para los discursos conspiracionistas, negacionistas, falsificadores, antisemitas o racistas, debemos redoblar esfuerzos para hacerles frente.

Mantener viva la memoria del Holocausto supone cumplir un deber universal, un deber humano, que es la razón de ser de la UNESCO: desarraigar el odio, construir la paz y proteger así a la humanidad; en este Día Internacional, comprometámonos a no dejar de recordar que se lo debemos a las víctimas del Holocausto, a los supervivientes y a las generaciones posteriores.”

Auschwitz fue un conjunto de campos de concentración y de exterminio que fueron construidos en 1940 por la Alemania Nazi luego de la invasión a Polonia en 1939, estaban ubicados a unos 45 kilómetros de la Ciudad de Cracovia; en 1979 fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad: “Por ser uno de los lugares de mayor simbolismo del Holocausto.”

La conmemoración del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto me hizo recordar al superlativo violinista Yehudi Menuhin, quien nació en 1916 y falleció en 1999, y durante la Segunda Guerra Mundial colaboró con las fuerzas aliadas, utilizando su virtuosismo musical para aliviar el estado espiritual de los soldados, que vivían reclutados en los campamentos del frente de guerra.

Una de las obras que con frecuencia interpretaba para ellos era el “Ave María” de Franz Schubert, y Menuhin sentía que en verdad tocaba el corazón de los combatientes, quienes no sabían cuál iba a ser su destino, esta experiencia fue esencial para él porque tuvo un acercamiento directo con el público.

Estaba ya escrito que Yehudi Menuhin iba a ser un músico universal y a la vez un gran conciliador, al respecto él mismo relató en algún momento la siguiente anécdota: “Me pusieron nombre antes de mi nacimiento, mi destino estaba sellado ya antes de que naciera, mi madre buscaba un apartamento algo más grande, cuando sintió que yo venía en camino; mis padres asistían a la universidad en Nueva York y fue en el Bronx cuando finalmente hallaron un hermoso lugar, perfecto, lleno de luz, muy limpio, muy agradable.

Mi madre estaba por firmar el contrato, cuando la buena señora al querer promocionar de más el apartamento dijo: Y le agradará saber que no aceptamos judíos; a lo que mi madre respondió: Pues en ese caso no podemos aceptar, porque somos judíos. Posteriormente mi madre aseguró: Cuando este niño nazca se llamará Yehudi para que no haya duda alguna; y yo me siento orgulloso.”

Al recibir en el Parlamento Unicameral y Suprema Autoridad de Israel, el Premio de la “Fundación Wolf de las Artes” en 1991, Yehudi Menuhin expresó: “Como judíos deberíamos reconocer nuestro supremo destino: aliviar y ayudar, Israel ha madurado; el momento es propicio, el reto es de ustedes.”

Y agregó: “No calculen sus acciones ignorando la oscuridad del miedo; cuando yo era chico y tocaba el violín, mi sueño ingenuo era poder ser capaz de sanar el corazón de quien sufría, llevando a cabo así una misión judía y que, si tocaba la Chacona de Bach en la Capilla Sixtina, lo suficientemente inspirado ante los ojos de Miguel Ángel, todo lo que es innoble y vil desaparecería milagrosamente de nuestro mundo.”

Yehudi Menuhin pensaba que por medio de la música se podían abrir todas las puertas y utilizó siempre su fama para promover la paz entre Israel y Alemania.

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