Factor Méndez Doninelli

No es de extrañar que el Estado de Guatemala, siga bajo el escrutinio de organismos regionales e internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos o de agencias de las Naciones Unidas que, sobre todo, están atentos a la conducta de funcionarios, de autoridades y de todos los agentes del Estado, con relación al goce y respeto de los derechos humanos de la población.

Este tema de los derechos humanos es siempre un asunto escabroso y difícil, en especial para quienes defendemos estos derechos, porque a las élites fascistas económicas y políticas, a los lacayunos y testaferros que les sirven y a todos los agentes del Estado corruptos e impunes, les incomoda, estorba y perturba que se denuncien las sistemáticas violaciones a estos derechos y libertades fundamentales que gozan todas las personas, sin distinción de ninguna naturaleza.

Tampoco es ajeno o casual, que pronuncien preocupaciones comunes agencias del Gobierno estadounidense, como el Departamento de Estado y coincidan con otro bloque como el Parlamento Europeo, que igual que la Comisión Interamericana y Naciones Unidas, reclaman al Estado guatemalteco y sus autoridades por las violaciones a los derechos humanos que se cometen en la actualidad. Se refieren a las preocupaciones sobre la situación del país, que en estos momentos atraviesa una coyuntura delicada que amenaza la vigencia y fortaleza del Estado de derecho, debido a los actos de las redes de crimen organizado, de corrupción e impunidad que tienen cooptados los tres Poderes del Estado.

Nada de lo que está aconteciendo ahora, es desconocido para los observadores internacionales. Las mismas representaciones diplomáticas y consulares acreditadas en el país, informan periódicamente a sus Gobiernos, trasladan su visión analítica de los sucesos y conductas irrespetuosas e ilegales que cometen desde el Estado, funcionarios, autoridades y demás servidores públicos de todos los niveles.

Por ahora, lo más sensible son los derechos humanos individuales, los civiles y políticos, que constantemente son vulnerados por el Estado y sus agentes. Los derechos a la vida, seguridad e integridad de las personas, a la organización, movilización y petición, así como, las libertades de expresión, pensamiento, información, divulgación, investigación y prensa, son irrespetados. Predomina un clima de inseguridad, incertidumbre, amenazas, hostigamientos y criminalización, que pretende implantar terror y paralizar las voces individuales, colectivas y organizadas de quienes se manifiestan contra la corrupción e impunidad, a favor de consolidar el Estado de derecho, el sistema de justicia y el respeto a los derechos humanos.

La máxima entidad de prensa del país, la Asociación de Periodistas de Guatemala APG, denuncia con frecuencia ataques a la prensa, los periodistas, comunicadores y medios de comunicación que investigan y publican los negocios opacos e ilegales, de funcionarios públicos, diputados, alcaldes, empresarios o militares, quienes saquean los fondos públicos. En varios casos, han ocurrido ataques mortales contra la vida de varios periodistas. La mayoría de los hechos están impunes y los ataques siguen ocurriendo.

Lo concreto al día de hoy, es que hay 25 operadores y administradores de justicia en el exilio, exfiscales del Ministerio Público que investigaban actos de corrupción, juezas y jueces que procesaron y condenaron a funcionarios corruptos, han sido expulsados de su patria, amenazados por los corruptos, fueron obligados a proteger su vida y la de sus familias. Situación similar padece el gremio de periodistas, hay varios que han tenido que salir del país.

Así que, hoy Guatemala vuelve a tener una pésima imagen en el exterior, conocen al país por ser un Estado que viola los derechos humanos. Se sigue repitiendo la misma historia de los últimos setenta y cinco años. Los Gobernantes derechistas, neoliberales y fundamentalistas, llevan al país al despeñadero, ante la indiferencia social o quizá, la prioridad por sobrevivir, pero se percibe conformismo y parálisis de los pueblos, además, escasez de liderazgos, de programa y, sobre todo, de espíritu unitario.

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