flamabonilla@gmail.com
Es necesaria otra disgregación que resulta ineludible, una narración verídica sobre dos amigos de mi padre: Julio Lowenthal Matheu y Fernando Van Der Henst Beteta, los dos eran cuñados y la hermanas: Elvira Foncea y Marta Foncea concuñas, don Julio y don Fernando. Don Julio fue vendedor de seguros CASA (Comercial Aseguradora Suizo Americano) que era parte del Banco de Occidente, y también ofertaba para procesos de licitaciones y ser proveedor del Estado de Guatemala. Mi padre y la familia Bonilla Valdizón le apreciamos, consideración y cariño; cuando mi padre trabajó con don Julio, él le dijo a mi papá: “Flaminio, no solo eres mi jefe, sino mi amigo”; y mi hermano Sergio “el Gordo” le tenía mucho cariño y amistad, con don Julio, Sergio fue agente inmobiliario y él le vendió la casa de 7ª calle 3-67 de la zona 1, Sergio lo venía a ver, para departir con un buen café, don Julio le regaló el libro: «El vendedor más grande del mundo» de Og Mandino.
Seguimos con mi padre, Bonilla Isaacs, fue siempre indispensable el conocer la historia de Guatemala, en la vida de quienes especialmente con influencia sobre los destinos de cualquier nación. Como dijo mi padre en otras anécdotas; la caída del gobierno democrático del coronel Jacobo Árbenz Guzmán, ese nefasto 27 de junio de 1954, la intromisión extranjera utilizando la bota de los milicos guatemaltecos y pagados por gringos mercenarios con la intervención imperialista, con el “Ejército de la Liberación”, ligado a “Movimiento de Liberación Nacional” –MLN– el traidor al mando del coronel Carlos Castillo Armas; se nos terminó la Libertad de aquella nuestra “Diez años de Primavera”. Esa primavera se inició el 20 de octubre de 1944 y después fue sepultada en 1954 por la contrarrevolución. Esta nuestra historia fue totalmente rota y sin esperanza, sin democracia y sin libertad. Esta verdad para mi Primavera, se interrumpió nuestra epopeya de nuestra revolución y que nunca se renovará. Mi padre fue amante de la libertad de expresión de todas las corrientes ideológicas y un revolucionario de corazón, siempre “recuerdo sus días en que pudo defender el derecho de nuestro pueblo a ser libre”.
Cuando mi papá estaba asilado y acogido, estaban muchos guatemaltecos, mexicanos y algunos de otros países, se encontraron a Ernesto Guevara, donde estaba enorme cantidad de refugiados y algunos militares chapines en la casa y edificio en la Embajada Argentina-Guatemala en zona 10, (ahora en el Edificio Géminis), y ahí estaba Guevara de la Serna, un hombre de 26 años, que viajó a través de América Latina, residió en Guatemala en 1954, durante el Gobierno electo de Jacobo Árbenz, allí participó en actividades políticas y “fue testigo del derrocamiento de este Gobierno por una operación militar organizada por los gringos de la CIA”. Allí estaban otros protegidos, que eran considerados por las autoridades -peces gordos- “entre los que se encontraban el Secretario General de la Confederación General de Trabajadores de Guatemala, (CGTG) el Maestro Víctor Manuel Gutiérrez, así como Carlos Manuel Pellecer Durán, Secretario de Organización de la misma Confederación y Jorge E. Silva Falla, los tres dirigentes más connotados del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) comunista. En julio de 1954, mi padre estuvo casi 3 meses en la Embajada Argentina. Entonces tenía que irse a la República Argentina, entonces mi papá contaba 28 años, mi mamá también 28, mi hermano Sergio 2 años y yo 3 años. Mi papá y mi mamá tenían solo Q100, por ello no fuimos a Argentina, y entonces mi padre se fue de la Embajada, y ya lo estaban esperando, la policía y el ejército y allí lo capturaron.
Ya hemos conversado cuando mi padre fue a la cárcel, mi papá estuvo detenido por 38 días. Jamás se le juzgó ni mucho menos condenado por ningún tribunal competente. Nunca más comparecencia a ninguna oficina ni dependencias policíaca, o administrativa o jurisdiccional a responder sus acciones. Después le dieron la libertad. Fui dado libre y nunca más se le volvió a citar, ni a sujetar a ninguna molestia ni restricción. Entonces esos dos amigos, Fernando Van Der Henst Beteta y don Julio Lowenthal Matheu en abril de 1955, le platicaron a mi padre, si quería trabajar en CIDEA. Sería como Jefe Jurídico de las empresas. Mi padre fue muy claro, al decirles que yo tenía algún problema y por el asunto político, porque los gringos y le hacía que era comunista nunca socialista, mi padre no fue parte del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), y nunca militó. Una vez llegaron con mi padre unos dos jóvenes del Comité de Defensa contra el Comunismo, mi papá negó lo que era cierto, porque jamás fue comunista, ni el PGT ni el Juventud Patriótica del Trabajo (JPT). Don Julio Lowenthal Matheu, le dijo a mi padre: Yo te conozco, sé que no eres comunista no socialista, le dijo a mi papá, “no te preocupes, porque ya les hable y dialogue con los accionistas de CIDEA”, porque seguirás en esta empresa”. Y por eso mi papá entró en abril de 1955 con el conglomerado empresarial y se retiró en 1990.
Y termino mi artículo de hoy, porque seguiré en más columnas a dos importantes colaboradores en Compañía Importadora de Automóviles, S.A., Rosa María Chavarría Motta, nuestra secretaria ejecutiva y don Rafael Méndez y Méndez, ayudante de los abogados. Estos amigos como asistentes y cooperantes, en la Gerencia de notarios de los juristas Bonilla Isaacs y Bonilla Valdizón.
(CONTINUARÁ)