Flaminio Bonilla

post author

Termina un ciclo y ahora empieza el embrión con una nueva semilla política y que esperamos un fruto con justicia, dignidad y solidaridad. ¿Por qué creerán estos politicastros que saben de DIGNIDAD, SOLIDARIDAD y JUSTICIA? Que es la severidad y la idea de la JUSTICIA de dar a cada uno lo que le pertenece; en la Justicia como esa sensación y sentimiento de satisfacción que se produce cuando lo justo se realiza y vive con sabiduría, decencia y equidad. Que es la DIGNIDAD como un valor supremo del hombre honesto, vertical y recto con un comportamiento decoroso; en la dignidad como una actitud del hombre que no cambia jamás su línea de conducta ante ofrecimientos materiales de poder, dinero, vanidad y lujo. Que es la SOLIDARIDAD como un valor permanente que debe privar dentro del género humano en la tarea de crear una sociedad civil más justa, más fraterna, más libre y más humana; creerán en la Solidaridad como una comunidad de intereses y responsabilidades que hacen del hombre la persona humana que debe ser el centro de toda la actividad social y política de nuestro mundo.

¿Encajarán los políticos guatemaltecos, esos fariseos, los cínicos y los prepotentes, dentro de estas realidades que buscamos y aquellos valores que hemos perdido? Estos individuos públicos son culpables de la crisis moral en que se halla inmerso el hombre. El cínico por su parte es indiferente, inmoral, insensible, desfachatado, burlón, sarcástico, desvergonzado. El fariseo es taimado, calculador, hipócrita, rastrero, falso predicador y un gran cínico. Los prepotentes son los soberbios, estos iracundos e intolerantes. Los que se creen poseedores de la verdad absoluta, cuando lo que manejan es una verdad a medias, porque no quedan ni con Dios ni con el Diablo. Con la actitud típica de quienes quieren tapar el sol con un dedo. Con la actitud de toda esa corte de serviles y aduladores, de lambiscones y lacayos. Guatemala está cansada de cínicos, fariseos, incoloros y prepotentes. Guatemala está hastiada de la corrupción y la deficiencia. Guatemala está urgida de seriedad y de compromiso. En Guatemala necesitamos hombres y mujeres responsables y que presten oídos al consejo y a la directriz, encaminar al rumbo de la nave por senderos de justicia y libertad, seguridad y desarrollo, democracia representativa con participación y con honestidad y valores. Porque la democracia es para los pueblos, lo que la libertad es para los hombres.

En la vida hay individuos que son impredecibles, en muchas ocasiones de esos golpes tan severos y fuertes bofetones, aquellos que remueven el alma y sacuden nuestro juicio o algunos otros sucesos que aflorando a nuestra mente despertaron más conciencia, nos dieron a beber ciencia, nos pusieron a las puertas de esos sueños que anhelamos; algunos los alcanzamos, más la mayoría de ellos se quedaron en nostalgia, en fantasía y quimera, hospedados en memorias. Para otros la vida es como un témpano que a pedazos gigantescos desmorona a cada instante y les cala con angustia, sufrimiento y mucho vacío. Y para ellos vivir, es un incendio de delirios, arrebato y paroxismo; viven intensamente, muchas veces con excesos y son estos abusos constantes los que por fin les aburren, les causan tedio y hastío, inyectándose asfixia y les llenan de infortunio; pero cuando esto sucede tienen la vida tan deslizada en forma muy turbulenta, que no hay paz en su interior y se tornan cada día virulentos y mordaces, inseguros y dudosos. Y acudiendo a la metáfora, la vida es un libro abierto que nos enseña a vivir, lleno de benevolencia y valores, más también de sinsabores, de temores, dudas y desbarajustes, que cada día le pasan raudas y ligeras las hojas que con el correr de la existencia, y cuando se lee todo y llegamos al capítulo de conclusiones, al desenlace y epílogo, es cuando la vida está arribando a su última estación, esa presencia temporal en la tierra está en su punto de ocaso.

Este año viví en toda atmósfera y ambiente, realicé algunos sueños, sé que todavía faltan algunos abandonos y algunas rebeliones, pero a mis torbellinos casi nunca nadie pudo amainarlos, debilitarlos y plegarlos, porque yo palpito y mi latido es a mil. Y creo que esos vendavales me seguirán lacerando pero jamás dañarían la inspiración de mi pluma, aunque tengo en ocasiones lagunas, omisos y olvidos y mis palabras se fruncen, son raquíticas y se arrugan; ese río de vocablos y facundias se seca en ocasiones de pronto, pero de repente vuelven en cascada vocales y consonantes y me las vuelvo a zurcir con el cáñamo o el cibaque más fuerte, para que no se despeguen de mi cerebro y mi piel. Porque sin el numen e inspiración, las palabras son baldías, desiertas, muy solitarias y es imposible escribir y llevarlas al papel, cuando el soplo y la sugestión no fecundan, germinan y nacen en el calor de un corazón. Ya que como bien dice una estrofa de la maravillosa canción de los años 70s’ de la inglesa Jeanette, “. . . y tengo el corazón de poeta, de niño grande y hombre niño. . .”.

Hay de todo y para todos, estuve pensando, cuando los vientos muy fríos, se asemejan a esos corazones que parecen témpanos de hielo… indiferentes… inexpresivos; órganos vitales pero sombríos en muchas personas con frigidez en el alma, aquellos que jamás te impregnan una huella de aliento o un soplo de ternura o tan siquiera expresiones de cariño. Siempre hay familias egoístas, impávidos, desinteresados, ásperos, insensibles; y también algunos amigos indolentes, patéticos, dramáticos, deprimidos, fracasados, que no saben el valor de “una mano extendida a otra mano”. A estos amigos o familias NO debemos criticarlos ni reprocharles, ya que traen abismos en su esencia y sustancia espiritual, por sopapos que seguramente les han propinado y golpazos a la vida. Pero a veces, yo mismo no puedo lidiar con mi carácter que llevo en el cuerpo, el corazón y la mente, es a veces abrumante y sofocante. Y como dice el dicho: “No soy una monedita de oro para caerle bien a todos; cada quien tiene su criterio y te juzga”.

Y por ello sufro ayunos de sueño, estos siempre algo me dejan, porque todo o casi todo, lo que en mi vida he escrito para el mundo literario y periodístico, lo he logrado en mis vigilias. Me da el impulso de artista, me inspira, me ilumina y entusiasma; aunque a veces de mi pluma salgan muchas pendejadas, una que otra cabronada, un sinfín de pretensiones, versos sombríos y amotinados, algunas cursilerías y muy pocas certidumbres o equilibrados grafemas, naciendo mi encendida poesía y prosas irrefrenables o sumamente indomables. Lo que me tiene aprisionado es no poder enteramente dedicar mi vida y esfuerzo, con mi aún lucidez de mente, para sólo seguir escribiendo, porque creo que mi Duende puñetero, hace que con frecuencia mi quehacer se dirija a conjugar o desconjugar las letras y dar nacimiento a poemas y prosas que para mí son hermosas, palpables, desafiantes y otras muy temerarias, porque están impregnadas de pujanza y dinamismo, y ese atisbo de poco brío que desde mis diecisiete años, sentí para mí ser un oficio y convertirse en orfebre de palabras, que es un trabajo creativo, preciso y relajante, tornándose en “escribiente”. Mi vida es la familia, mis libros, la política, la música, mis palabras, mis prosas, los poemas, esos ensayos con sagacidad y filosóficos llenos de vida, porque para mí la política es un arte para habilidad con principios y razonamientos. “La dirección política es una forma especial de arte, que requiere a la vez fuerza y visión en grado extraordinario”. “Administrar es una cosa; dirigir un país, otra”. Warren G. Bennis, de la Facultad de Economía de la Universidad de California del Sur, afirma: “Los administradores tienen como objetivo hacer las cosas de la forma adecuada. Los dirigentes políticos tienen como objetivo hacer las cosas adecuadas”, pero los políticos guatemaltecos casi todos son corruptos. El escritor español Enrique Jardiel Poncela dijo: “El político tiene que ser vil: tratar a sus amigos como si hubieran de ser enemigos y a sus enemigos como si hubieran de llegar a ser sus amigos”.

En el año que termina, es una obligación recordar a los amigos, a los presentes y los que nos dejaron; que sembraron en grandes dosis de templanza, osadía y optimismo; que siempre me enseñaron a afrontar los nuevos retos de la vida, de mi existencia terrenal de estos setenta y tres años transcurridos. En realidad soy inmensamente afortunado y bendecido, tengo una familia y muchos amigos, que por una u otra circunstancia se han cruzado en mi vida. Porque hay amigos de inocente niñez, de la vida turbulenta de mi adolescencia, los amigos de Casa Central y Liceo Guatemala, mis cordiales “cuates”. Mis “panas” de la Universidad de la Facultad de Derecho, ese antaño edificio, augusta casona de la novena avenida que cobijó nuestras inquietudes con juventud de revolucionarios y nuestra visión de un futuro mejor para este desangrado país; rebelde, bullanguero, jodón y muchas veces incrédulo y lleno de escepticismo. En mis amigos intelectuales asesinados por el simple y sencillo motivo de ¡PENSAR!

Evoco el dolor que me provocó la partida eterna, de esos amigos luchadores por la vida, a esos espartanos revolucionarios, que en su momento creyeron en la lucha armada como único camino para redimir a esta sufrida tierra y su pobreza secular. Y creo que no dejaron de tener sus razones creyendo en dogmas o ser pragmáticos. Más el sufrimiento también nutre porque nos enseña que somos seres limitados y dependientes, y que tenemos la obligación de ser recíprocos en la ayuda cuando la necesitamos y la debemos ofrecer, aquellos que me han brindado su corazón, su mano y guía oportuna en las etapas y momentos duros; quienes me han animado en el cansancio y la fatiga. Para todos aquellos que saben perdonar, para quienes no tiene cobijo el guardar ofensas ni el rencor. Para quienes me han sostenido en momentos de temor y angustia, a todos los que me han inyectado el coraje y bravura, a quienes debo en gran parte ver la vida con audacia para acometer las acciones con ardor y pasión; a quienes son francos y cordiales, pero enérgicos y vitales, pero en especial a todos aquellos que han tratado que busque más a Dios. Para todos aquellos con quienes he compartido parte de mi vida y mis trozos de fragmentos con mi historia. Por todos ellos, mi familia, los amigos, mis incondicionales, “mis cuates de siempre”, de mi solidaridad, de mi hermandad y mi cariño. Siento exigencia vehemente de ratificar a mis seres queridos, mi gratitud por todo aquello que hemos compartido y vivido. Y mi palabra como siempre es cálida, humana, entrañable y solidaria, salida de lo más profundo de este corazón, porque es la emoción de saberlo, mi esposa, mis hijos, mis nietos, la familia y la cofradía de mi tribu.

Porque cada día ha sido más dificultosa la vida y por ello me dedico con ahínco a practicar la Ciencia del Derecho y continuar en la senda de buscar y rastrear mi siempre latente y presente utopía: Que en este país haya ¡JUSTICIA SOCIAL! Porque de los errores se aprende. “Y espero que este año que comienza cometas muchos errores, porque eso querrá decir que estás viviendo, cambiándote a ti mismo y cambiando el mundo”. Hoy me desperté como amanecido en un limpio arroyo de agua clara. Porque ahora en este País de la eterna matadera, en esta bella Guatemala de cenzontles y maizales, en esta Guatemala morena con color de champurrada, se siente un júbilo sincero y colectivo de todos aquellos a quienes también nos nació la conciencia con esa Semilla del nuevo día.

 

Artículo anteriorQué queremos como salud
Artículo siguienteLa Municipalidad de Guatemala es cómplice en cobro de tarifas de parqueos