Foto: Blog Máster Propio en promoción de la Salud y Salud Comunitaria
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La situación es real: nos comió la pandemia y nos come la incidencia prevalencia y mortalidad de las enfermedades crónicas, degenerativas, accidentes, y salud mental. No hay camas, ni medicinas, personal reducido y recursos insuficientes y no existe ni estructural ni funcionalmente un sistema de salud nacional que tenga cobertura ni claridad suficiente, –tampoco la población– del tipo de sanidad que queremos y necesitamos. Se ha cometido el error de culpar de todo lo que sucede en el proceso de salud enfermedad, al MSPAS cuando el problema involucra a varias instituciones de Estado.

Primero se trabaja con presupuestos nacionales mínimos no acordes a necesidades y programas, que lleva no solo a minimización de coberturas, sino de calidad también. Y los políticos, cuando están en campaña, nos comen las orejas diciendo que el sistema actual no es sostenible y luego que triunfan, la opinión y la acción de los que resultaron electos se invierte.

Segundo: no hay concordancia entre necesidades y ejecución de políticas. Gran parte del presupuesto (no hay datos al respecto) se queda en la banca y las modificaciones de gestión, más se han encaminado a compras que a ejecuciones y las modificaciones del sistema de gestión del MSPAS y del IGSS, más bien han dado paso a la empresa privada como gran beneficiario y eso de forma ladina e insidiosa y con planteamientos dirigidos a un gana-gana, funcionario-industria, es decir a implicar a los servidores sanitarios en altos puestos, a decisiones de gestión que van en detrimento muchas veces, de su propio personal y del público y el usuario. Las leyes y las gestiones han facilitado más bien la entrada de la ambición privada de sociedades médicas, la banca, las farmacéuticas y distribuidores de productos médico-sanitarios.

De tal manera y en tercer lugar, dentro del sistema de salud nacional nos tropezamos en primera línea, con servicios clínicos y hospitalarios públicos y detrás de estos, pero beneficiándose a lo grande, el privado, que deja pobre a gran cantidad de población con todo lo que ello significa. Todo ello se hace de forma insidiosa y perversa.
La medicalización resulta tema central de la gestión en la forma en que está estructurada y funcionando tanto el MSPAS y el IGSS. La gestión y la medicalización se tornan en los dos grandes problemas del sistema nacional de salud. Desde hace décadas el psicólogo Peter Hartzen señalaba con acierto que el sistema de salud como el nuestro, necesita de más salud y menos enfermedad y consideraba una utopía la forma en que los sistemas trataban de solucionar el problema de salud enfermedad, con medicina más y más, con la esperanza vana de menos enfermedad, cosa que dentro de la sociedad a los únicos que beneficia es a profesionales y casas comerciales.

No podemos negar que durante los últimos cincuenta años, en la epidemiología nacional han existido grandes cambios: unas enfermedades o se han erradicado o han menguado y otras han aumentado o aparecido con carácter de epidemias y no resulta tan cierto en nuestro medio, lo afirmado a finales del siglo pasado, en que se señalaba que para el 2025 prácticamente al menos las dos terceras partes de las enfermedades estarían asociadas a la vejez y si resulta aparentemente cierto, que los jóvenes, estarían infestados de obesidad, enfermedad mentales y violencia, al punto que se estimaba que para el 2020 las tasas de suicidios, muertes violentas y accidentes y obesos, se habría duplicado, dejando en cierta oscuridad eso de más medicina menos enfermedad y más bien mostrando lo contrario. De tal manera que eso de más medicina (así se ha gestionado) hay que verlo con recelo en tal sentido cabe prestar atención mayor a 1º Vulnerabilidad: debemos tener claro que más medicina no significa menos vulnerabilidad, tampoco menos enfermos, si más gastos con resultados más pobres. Tener y mantener controlado a un diabético tiene un costo mayor, que haber evitado que llegara a ello.

2º Por consiguiente y en esto debemos ser claros, por supuesto que el tratamiento médico tiene un beneficio marginal (no cura las enfermedades, las controla y las hace llevaderas) y eso a un coste más alto que el evitar. Un accidente de tránsito, al herido le deja secuelas que se manifiestan en limitaciones que tienen un coste social y económico a la familia, el individuo, la sociedad y las instituciones de salud.
3º No cabe duda y en nuestro medio no se han comprobado, que existen muchas enfermedades en que la inversión resulta sin resultado alguno y va a parar a la basura de no solucionó o más bien empeoró o dio resultado no deseado. Al considerar esto hay que tener en cuento la evolución de la enfermedad que suele esquematizarse así:

Fuente: López Farré A, Macaya Miguel C. Libro de la Salud Cardiovascular del Hospital Clínico San Carlos y la Fundación BBVA. Primera ed. Fundación BBVA. Bilbao: Fundación BBVA; 2009. 18–696 p.
Fuente: López Farré A, Macaya Miguel C. Libro de la Salud Cardiovascular del Hospital Clínico San Carlos y la Fundación BBVA. Primera ed. Fundación BBVA. Bilbao: Fundación BBVA; 2009. 18–696 p.

Y acá entre en juego la cultura; la apreciación del paciente sobre comportando problemas físicos, psicológicos y cognitivos, discapacidad que tenga o este teniendo. Entonces no solo entra en juego como factor decisivo en el combate de la enfermedad la resistencia del huésped (nutricional, condición de vida, ambiente social y natural) sino apreciaciones relacionadas con interpretaciones, costumbres, tradiciones y en el caso de infecciones, enfermedades mentales y accidentes, esto se vuelve más importante para algunos, que combatir los agentes directos o inmediatos como podrían ser los microorganismos para el caso de las infecciones.

El uso e influencia actual de los medicamentos por el ciudadano no es despreciable y está sometida a cambios constantes del mercado y la publicidad y otros factores culturales. Un ejemplo de ello lo constituyen los medicamentos contra la acidez, que son recomendados de persona a persona sin que medio el acto médico de por medio, y sin que entre en la cabeza del consumidor, que toda intervención química en un cuerpo tiene efectos adversos sobre el funcionamiento del organismo receptor y sus órganos y tejidos.
La medicalización entonces no solo es un problema médico, es social y político y debe ir más allá de un cuerpo de profesionales de la salud.

Existe, pues, el concepto de salud ideal, que no es igual al concepto de salud real que se resume en cómo funciona en determinados grupos y áreas geográficas el proceso de salud-enfermedad, pero que se pueden combinar, para llegar al concepto de salud posible y sobre el trabajar. Este ejercicio en sus fundamentos es político, pero en su ejecución debe fuertemente involucrar a la población, que dentro del sistema de salud, debe adoptar una participación activa y no pasiva, como es en buena parte en la actualidad.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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