Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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El 2023 fue un año especial en Guatemala. Hemos vivido una batalla por la defensa de la democracia. Para muchos fue un desgaste innecesario, para otros fue la oportunidad de madurar políticamente. Estamos a horas de que el binomio presidencial de Bernardo Arévalo y Karin Herrera tome posesión luego de una intensa lucha por la democracia. Si, muchos guatemaltecos indignados por el aberrante gobierno de Giammattei optamos por cambiar la historia y darle la oportunidad a un nuevo gobierno. Arévalo y Herrera no hubieran ganado si no se juntan una serie de eventos casi aleatorios, en particular la intervención oficiosa del Tribunal Supremo Electoral que dejó fuera de la contienda a tres candidatos que hubieran hecho una diferencia en la elección de junio. Siempre quedó la duda de qué hubiese pasado si el tribunal hubiese dejado competir a todos. Ese es el primer daño, la confianza que tenemos y la credibilidad que deja el Tribunal Supremo Electoral.

El segundo daño, que ya existía, pero que se hizo evidente, fue el daño al Ministerio Público. El fenómeno que observamos yo lo interpreto como un coletazo, una reacción pendular excesiva. Jimmy Morales Cabrera encuentra en la persona de Consuelo Porras a la funcionaria ideal para poder recuperar un Ministerio Público que la Comisión Internacional Contra la Impunidad, CICIG, le había arrebatado al «pacto de corruptos», una alianza de politicastros, burócratas maleantes y pseudo empresarios que se protegen entre sí para mantener el poder y utilizar a diestra y siniestra los recursos del Estado.  De hecho, la CICIG desmanteló a grandes estructuras organizadas para defraudar al Estado. No solamente fueron funcionarios públicos sino también empresarios, del CACIF, los que fueron identificados como actores clave de la corrupción en Guatemala. Esto ya no lo aguantaron las élites guatemaltecas por lo que permitieron la llegada de Morales Cabrera al poder para encomendarle que sacara a la CICIG. Esto lo lograron. El costo fue un gobierno populista que retrocedió al país en todos sus indicadores de desarrollo. Pero la peor pesadilla estaba por venir.

Jimmy Morales Cabrera entregó el poder un 14 de enero del 2019, cuando corrió de manera ridícula hacia el PARLACEN, Parlamento Centro Americano, para obtener inmunidad. Mientras tanto tomaba posesión el peor presidente que Guatemala ha tenido, el misógino, manipulador, mentiroso, ladrón, esquizofrénico, psicópata de Alejandro Giammattei. Este monigote de ser humano desde que tomó el poder construyó una estructura paralela para robar, creó el puesto de ministro de ministros, esto es, el Centro de Gobierno, el que funcionó ilegalmente por un año, dirigido por su amante, Miguel Martínez, quien se convirtió en la pieza clave del atraco permanente al que sometieron al país. Las acciones de Jimmy Morales Cabrera y de Alejandro Gimmattei fueron el coletazo, la reacción pendular del sistema que se movió de un claro posicionamiento anticorrupción a un accionar pro corrupción. Con ello el sistema empezó a perseguir a todo aquello que era cercano a la CICIG.

La infraestructura del país queda en trapos rotos. Tanto la infraestructura judicial como las carreteras. El modelo de dejar en manos privadas la planificación, diseño y ejecución de la obra gris ha funcionado sólo para los bolsillos de los empresarios. Los estudios sobre corrupción en Guatemala han documentado que los costos de carreteras aquí son el doble que en otros países y tienen la mitad de calidad (Paraíso Desigual). El Estado debe retomar el control, la evaluación, la planificación, la ejecución y el mantenimiento de la infraestructura vial. Junto a eso, los últimos gobiernos no han hecho nada para mejorar la gestión de recursos hídricos. El país, que tiene una enorme oferta de agua, no la cuida. Aquí hay que obligar a las municipalidades para que construyan plantas de tratamiento de agua que funcionen, que puedan ser manejadas de forma práctica, que no sean plantas de tratamiento hechas en otros países, para otros países, que se venden «llave en mano» pero que no funcionan realmente. En el país hay universidades con programas de Ingeniería Sanitaria, Ciencia y Tecnología del Agua, Ingeniería Ambiental, Hidrología y tantos programas universitarios para decir que, si existe la capacidad técnica para resolver esto problemas. Lo que se requiere es la voluntad política. El nuevo gobierno de Arévalo debe propiciar acercamientos estratégicos entre el Ejecutivo, las municipalidades y las universidades para poder de una vez por todas hacer un plan que funcione para los sistemas de tratamiento de agua residual. Casi la totalidad, 98%, de las fuentes de agua del país están contaminadas.

Los daños que dejan estos gobiernos populistas, cleptómanos, asesinos, son enormes. Hacia donde queramos ver hay problemas creados por la negligencia, la incapacidad y la corrupción. Si el 98% de las fuentes de agua están contaminadas, si no hemos tomado precauciones para cuidar nuestros recursos, si no sabemos qué extraen las minas canadienses y rusas,  si la desnutrición es de la mitad de nuestros niños, si nuestros alumnos no ganan, y peor aún, no aprenden matemática porque solamente el 10% de los graduados gana un examen de aritmética y álgebra, si el sistema de salud está en trapos de cucaracha, hospitales con problemas de todo tipo, por el abandono, si las medicinas están carísimas por los corruptos, si los puertos y las aduanas están en manos del pacto, si, del pacto de corruptos, si las universidades no hacen investigación científica para apoyar en la solución de problemas nacionales, como les obliga la Constitución Política de la Republica de Guatemala, entonces, el trabajo por hacer es mucho, demasiado para un solo gobierno.

Por eso, mientras Karin Herrera se prepara para tomar posesión y mientras Bernardo Arévalo recuerda las luchas de su querido padre, Juan José Arévalo, tenemos que reconocer que este gobierno tiene un enorme reto: Primero hacer un inventario de los daños, el recuento de daños. Segundo, tal como lo dice su Plan 2024-2028, hacer un país para vivir dignamente. Apoyemos, entonces, al nuevo gobierno que recibe un país en ruinas, iniciemos con ellos «…un proceso de reconstrucción del Estado para convertirlo en el promotor eficaz y eficiente del desarrollo, puesto al servicio del conjunto de la sociedad, no de sectores específicos y privilegiados». Escribamos con ellos este poema llamado Guatemala:

Las ilusiones vienen

regresan desde la raíz

de este hermoso territorio

lleno de luchas y volcanes

de lagos y batallas

la luna tierna

de Xelajú

anoche me recordó

de donde soy

a donde voy

y me dirijo a celebrar

el encuentro

de este país nuestro

el re encuentro

con nuestra primavera.

O es ahora o no será nunca Guatemala.

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