Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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Este ir y venir de la lucha del pueblo guatemalteco es una lucha larga, quinientos años de resistencia, de los cuales serán doscientos de que nos metieron a un corral que llamaron república y treinta de querer vivir en democracia. Para la gran mayoría poco ha servido la democracia, poco. Para los grupos urbanos empobrecidos que han migrado del campo a la ciudad o del campo al norte, la democracia será la capacidad de pagar un coyote, la libertad de irse, de dejar a sus hijos, hijas, esposas, padres, de dejar aquello que más aman a cambio de dólares. Para quienes se quedan la democracia es esta oportunidad de tener un trabajo de hambre, de servir a monopolios que compran su libertad. Para un grupo pequeñito la libertad es la capacidad de saquear al Estado, de jugar a que Mambru se fue a la guerra, de alinear poderes, de manipular, de usar su ejército para cuidar a los que saqueando se hicieron riquitos o para defender a los niñitos ricos hechos del saqueo, que, como Miguelito, venden su cuerpo a cambio de jugar de príncipe. Pero eso cambiará. 

La reciente historia de octubre 2023 refleja un posible punto de inflexión en la resistencia guatemalteca. El Paro Nacional fue un evento singular considerando que se dio una respuesta general a la convocatoria de los 48 Cantones, una organización indígena beligerante cuya estructura comunitaria le permite flexibilidad y capacidad de convocatoria local pero que en el caso de octubre pasado su liderazgo fue nacional. Como toda acción social, el Paro Nacional tuvo efectos deseados, no deseados y otros no imaginados.  Si bien el objetivo explícito planteado por los 48 Cantones y apoyado por una enorme mayoría de los guatemaltecos fue la renuncia de los tres golpistas, Consuelo Porras, Rafael Curruchiche y Fredy Orellana, el movimiento ha sido un par-de-aguas en la vida política guatemalteca toda vez que los pueblos indígenas lideraron un movimiento nacional que tiene el potencial de convertirse en el catalizador del nuevo movimiento social de la resistencia guatemalteca del Siglo XXI.

Un movimiento social es un conjunto sistémico de luchas en contra, o a favor, de una práctica social que se percibe dañina, o benigna, para un grupo social. El movimiento social puede ser en contra de la corrupción, Guatemala, puede ser en contra de la minería a cielo abierto, Panamá, en contra del capitalismo depredador, China, a favor de una invasión, por ejemplo, actualmente en Israel. De acuerdo a Vakaloulis “la noción de movimiento social indica la persistencia de una interacción antagónica prolongada que va más allá del momento crítico de conflictos puntuales. Hace referencia pues a efectos de expansión y contagio, de repercusión intra e intersectorial, de desplazamiento de escala, de difusión desordenada de las disposiciones de protesta”.

En otras palabras, el movimiento debe ser sostenido. El Paro Nacional, los Bloqueos, la Protesta frente al Ministerio Público, son elementos de un movimiento social. Estas protestas puntuales tendrán que reestructurarse alrededor del objetivo original de la renuncia de los tres golpistas, renuncia que cada vez se ve menos importante porque conforme avanza el tiempo el golpe de estado se ejecuta. Ahora que el Pacto de Corruptos avanza en diferentes juicios, todos incongruentes, en especial el último caricaturesco, esto es el caso de la Universidad Nacional, USAC, «botín político», caso, que, como todos los casos judiciales en contra de Semilla, se lo sacaron de la manga. Aquí el Ministerio Público, MP, sigue el guion escrito por Walter Mazariegos y se basa en la incapacidad del grupo universitario de limpiar basureros llenos, de no tener jardineros en sus grupos estudiantiles de toma, de no limpiar los vitrales de la rectoría y por lo tanto de haber arruinado el patrimonio cultural. Pero lo peor, según el guion de Mazariegos, es que se organizaron como estructura criminal para formar el partido político Semilla y cooptar el país: Sedición. ¡Válgame Dios! Walter Mazariegos tiene dotes para ser destazador de cerdos en Barberena, pero no para escribir guiones de películas de suspenso. 

Al MP le quedan pocos argumentos, y principalmente, poco tiempo, de hecho, no ha tenido un sólo argumento fundamentado en contra de Semilla, solamente ha tenido malos inventos, casos prefabricados de forma estúpida lo que se debe asociar a un reacomodo del mismo Pacto de Corruptos, que anda corriendo para restructurar la Corte Suprema de Justicia, preparar un presidente sacando al vicepresidente, hacerles juicio a los magistrados electorales y cerrar con el juicio USAC contra Arévalo y Herrera. Los corruptos preparan su batalla final para mantener el Poder. Están locos de remate. Saben que van perdiendo la batalla y ya vieron que el Pueblo de Guatemala está listo para defender su débil democracia porque saben que podrán fortalecerla, para ser más incluyentes, para aceptar sus diversidades, sus pueblos, sus culturas y salir de esta pesadilla llamada colonización.  

Una mirada micro refleja el nacimiento de un movimiento social que puede ir más allá de la lucha contra la corrupción y proponer un Estado diferente, un orden constitucional diferente, una estructura de poder diferente, unas leyes electorales diferentes que no obliguen al ciudadano a seleccionar a los mismos. Pero una mirada macro refleja una lenta, lentísima evolución hacia el reconocimiento de la naturaleza de nuestras propias identidades. Desde la Conquista, con la imposición Criolla y con la emergencia de la diferencia indio-ladino consolidada en la revolución liberal de 1872, revolución que funda los grandes capitales y latifundios hasta le revolución de 1944 que inicia un proceso de modernización de la economía y que no logra cuajar junto con 30 años de lucha armada porque claramente hay enormes contradicciones y desigualdades estructurales que debemos afrontar. 

Estamos en el punto de quiebre. Estamos presenciando la crónica de una muerte anunciada, el decaimiento de un gobierno que quiso tomar el timón, la dirección del Estado y que se perdió. El Estado se quedó sin dirección social y solamente con una función perversamente individual. Las instituciones públicas cooptadas agarraron sus propios clientes y establecieron sus propios negocios. Los poderes del Estado, el Ejecutivo, el Judicial y el Legislativo ya no fueron independientes y no proveyeron un sistema de pesos y contra pesos. El deseo de la Constitución de un Tribunal Supremo Electoral, TSE, fue violado porque el tribunal electoral quedó a merced del ejecutivo y luego de los caprichos de su majestad Miguelito quien ahora los tendrá en el banquillo de los acusados de tal forma que hasta una corte suprema específica les hizo para que los desaforaran. 

Hay desorden institucional en este momento. La llegada de Miguel Martínez al congreso para decir quien quedaría en la corte suprema refleja una intervención impensable del descaro con el que el o ella cree que se maneja nuestro gobierno, pero también muestra desesperación.  El tipejo se ve a si mismo como el jefe de jefes.  Aún cree, como producto de su constante afición a las líneas de cocaína, que él es el redentor de este país, el amante perfecto, el príncipe como solía decirle su mentor el rector de corrupción Murphy Paiz. Pero el Pacto de Corruptos llegó a su fin. Tendrán que hacer otras negociaciones turbias. Tendrán que pelear contra el Pueblo, contra nosotros, contra los 48 Cantones, contra la Betania, contra Sololá, contra Quiche, contra Izabal, contra Cobán, contra Huehuetenango, contra Zacapa, tendrán que vencernos en las calles o en las cárceles antes de que crean que robarán nuestro paisaje que de a poco convertimos en país. 

El movimiento social que se construye tiene una enorme posibilidad ya no de sacar a los tres golpistas, eso ya no importa, lo que importa es que salvemos nuestra débil democracia e iniciemos un proceso real de reconocernos mutuamente, de aceptar nuestra enorme diversidad cultural, el reconocimiento de los diferentes pueblos que valientemente integran este nuevo movimiento social por la liberación de Guatemala y que sentemos las bases para una nueva democracia, una que reconozca diferencias, una que sepa ayudarnos a respetarnos entre nosotros mismos. Ese país que soñamos lo estamos construyendo ahora. Para eso es esta defensa por la democracia. Serán semanas difíciles, habrá momentos difíciles que requieren calma, pero vamos por nuestro país, por defender lo que genuinamente es nuestro. Por eso y para eso nos oponemos al golpe de estado: Para tener un mejor país. Vamos Guatemala. O es ahora o no será nunca. 

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