Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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La política como actividad de quienes rigen o aspiran a regir las instituciones públicas, es la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, voto o de cualquiera otro modo. Podría entenderse como la habilidad con que se conduce o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado.  Significa también, las orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado. 

Hablar o escribir sobre política siempre desencadena polémica; más en estos tiempos históricos de elecciones en que las diferentes organizaciones “políticas” presentan a la ciudadanía sus corrientes ideológicas (si es que las tuvieran) identificándose en una variopinta paleta de denominaciones que, según ellos, encierran o contienen su plataforma ideológica o ideario, algunas de las cuales van desde el comunismo y socialismo hasta el capitalismo recalcitrante.

El mundo se convulsiona en la lucha por el poder, esgrimiendo corrientes ideológicas que han prevalecido desde hace más de cien años; lo cual ha creado un ambiente de riesgo entre países de diferente visión, incluso entre los pobladores de cada nación por medio de las organizaciones denominadas partidos políticos y lo obstinado de esas posiciones pone en vilo la estabilidad económica, social y hasta religiosa de dichos países.

Nuestra narrativa histórica escrita por los vencedores se ha caracterizado por dividir a la población entre héroes y villanos conocidos en el pasado como liberales y conservadores, recordando fechas representativas para congraciarse con los gobiernos de turno, ya que, desde 1821 a 2023 los gobernantes han sido los representantes oficiales, es decir: súbditos, esclavos, criados, lacayos, sirvientes, empleados, lamebotas de los verdaderos dueños del país; entiéndase grupos minoritarios liberales o conservadores del verdadero capital económico.

Refiriéndome a la mayoría de los candidatos a la presidencia de la República en la primera elección, mostraron sus carencias y limitaciones intelectuales para consolidar un proyecto unificado de nación, se puede decir que, tal vez sólo un par de ellos se atrevieron a expresar propuestas que están relacionadas de forma directa con las demandas de la población, sin dejar por un lado la línea política, religiosa o económica de la que provienen y con las que fueron formados en su niñez, adolescencia y juventud.

¿Cómo nos encontramos? ¿hacia dónde vamos como país? No se escucha de forma ni de fondo una visión clara de Nación, solo dimes y diretes al más bajo nivel educativo y racional entre los politiqueros (no políticos) que no aportan, pero sí cansan a la audiencia radial, televisiva y de redes sociales logrando la incertidumbre e indiferencia de la audiencia.

Cada día nos alejamos más y más de un Estado de Derecho y como ciudadanos tenemos que asumir la responsabilidad de ello, pues hemos tolerado y contribuido con nuestras conductas complacientes y hasta cómplices con el desorden político que impera en el país y que, por supuesto, no crean las condiciones para vivir con seguridad, certeza jurídica, salud y tranquilidad que incidan en el desarrollo socioeconómico nacional. 

Una vez conocida la nueva integración “ideológica” de diputados al Congreso de la República, nos preguntamos: ¿qué nos espera políticamente para los próximos cuatro años? Lo más probable es que, indistintamente de quién presida el organismo ejecutivo, no habrá posibilidades reales para lograr un cambio social determinante, aunque la verdadera política sea una herramienta para la organización social, ya que ésta no tiene patente o color exclusivo de los partidos gobernantes.

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