Recibí hace pocos días la noticia que, por alguna razón, la maquinaria y equipo antiguo del Instituto Técnico Vocacional “Dr. Imrich Fischmann” está siendo objeto de “venta” en calidad de “chatarra”. Quienes conocemos la importancia de la educación técnica industrial en Guatemala, sabemos el material y equipo que para otras personas o empresas ya no tiene utilidad, en el Instituto sirve como materia prima para las funciones de aprendizaje por medio de la práctica.
¿Negocio a la vista o simplemente órdenes del Ministerio de Educación? ¿A quién beneficiará el producto de la venta de dicha “chatarra? En caso de ser cierta la noticia, sugiero que en vez de vender la maquinaria y equipo obsoleto, sea mantenido como un testigo museográfico del desarrollo de la educación técnica en ese plantel y evitar lo que sucedió anteriormente hace algunos años cuando la “chatarra” de esa época fue vendida a propietarios de talleres particulares quienes aún la tienen en buen estado y con uso diario.
No me opongo a la “modernización tecnológica”, pues entiendo que es necesaria para estar a la altura de los requerimientos del sector industrial en cuanto a la calidad de la enseñanza-aprendizaje que será en un futuro la mano de obra calificada productora de bienes y servicios de la iniciativa privada. Pero… ¿se estará proporcionando nueva maquinaria y equipo con tecnología de punta o por lo menos actualizada a los trece talleres con que cuenta el Instituto? O, como siempre, quitándole los pocos recursos de enseñanza aunque sea obsoleta y sin dar algo nuevo en compensación?
Durante sesenta y cinco años de vida, el Instituto Técnico Vocacional “Dr. Imrich Fischmann” ha sido invisibilizado debido a que todas las autoridades de educación no han tenido conocimiento ni les ha interesado este rubro de la educación técnica industrial; esa ignorancia oficial respecto a este tema de suyo tan importante para el desarrollo del país, ha repercutido de forma negativa ya que, insisto, durante ese tiempo, dos o a lo sumo tres veces el plantel ha sido beneficiado con cantidades de dinero irrisorias que no satisficieron las necesidades técnicas ni académicas que se vienen arrastrando desde hace muchos años.
La familia Fischmann, es decir los estudiantes graduados durante sesenta y cuatro años, la componemos casi siete mil graduados, de los cuales, un gran porcentaje ha contribuido al desarrollo económico del país como emprendedores de sus propios negocios y laborando para la iniciativa privada. Vale la pena que las autoridades actuales del Ministerio de Educación informen a la población respecto a la verdad de la “venta” de la supuesta chatarra.
La familia Fischmann espera tener respuesta a las siguientes preguntas: ¿Cuántos aspirantes a estudiar en el Instituto pagaron su examen de admisión el año pasado y cuántos fueron aceptados? ¿Qué criterios utilizan para determinar a los favorecidos para su ingreso? ¿Qué maquinaria y equipo nuevo está proporcionando el Ministerio de Educación para compensar la “chatarra” que supuestamente están vendiendo? ¿Cuándo se implementará el laboratorio de robótica?
¿A quién le alquilan los espacios entre talleres para parqueo de vehículos y buses? Hay tantas situaciones y circunstancias por averiguar que valdría la pena conocer el punto de vista de las actuales autoridades.