Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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Fernando Mollinedo C.

El término CORRECTO se deriva del vocablo latino Correctus, es un adjetivo que se utiliza para aplicar a aquello que no presenta fallas, imperfecciones, errores o faltas; lo correcto se desarrolla de acuerdo a las reglas o normas establecidas en la comunidad o sociedad.

Aunque el presente artículo no es una lección de gramática, indico que cuando el adjetivo se aplica a un ser humano alude a que su conducta es intachable; así mismo cuando se aplica para indicar la forma en que vive determinada persona, es de hecho, un análisis basado en los parámetros contemporáneos de la moral, pues cualquier conducta o actitud que se salga de las normas sociales suele ser considerada como INCORRECTA.

Cada grupo social o sociedad tiene sus propios cánones de conducta por lo que resulta difícil indicar lo que es correcto o incorrecto; la religión también aporta sus normas de conducta que en términos generales buscan la buena relación entre las personas en la observación de los valores morales y éticos.

La interpretación personal del término “correcto” induce a las personas a valorar lo que para ellos significa la aplicación de los valores en general a determinados actos, justificando con argumentos la validez de sus acciones, aunque sean reñidas con la ley, costumbres o tradiciones. A ello podemos denominar ANARQUÍA lo cual significa ausencia de autoridad o poder público o religioso que impida dichos actos.

En la administración pública, los gobernantes están facultados por ley para planificar, analizar y en su caso, autorizar programas económicos para lograr el desarrollo de algunos segmentos de la sociedad; es decir, en beneficio de las clases desposeídas económicamente y la clase media, ejecutando el presupuesto general de la nación y asignando a cada necesidad social la cantidad correspondiente para paliarla o erradicarla.

La administración pública está dirigida o accionada por personas que fueron electas o nombradas para el desempeño de dichos cargos, en el entendido que, son personas intachables, de conducta proba, con conocimiento de las actividades específicas para las que fueron nombrados o electos, es decir, profesionales en su materia.

El ámbito político guatemalteco no respeta esa condición y previo a las elecciones generales de cada cuatro años o cuando le conviene a los funcionarios gobernantes, usualmente hasta se llega a ofrecer los puestos que tienen capacidad presupuestaria cual si fuese mercado público, lo cual es aprovechado por personas incorrectas que se comprometen a realizar determinadas acciones legales pero inmorales en detrimento del erario nacional.

Con tales conductas, se cometen delitos como lo son: las apropiaciones indebidas, coacciones, cohechos pasivos y activos, hurtos, simulación y firma de contratos lesivos al Estado y por ende al patrimonio nacional, concesiones para la “exploración y explotación” de hidrocarburos, minerales, hidroeléctricas, maderas y ríos. De estos últimos, no se puede arrogar el Estado ni el Gobierno de turno la propiedad como para disponer de su venta, alquiler, concesión, licencia de explotación u otro título que otorgue derechos a particulares sobre los mismos.

Todas esas acciones humanas se deberían tomar y decidir en función de un beneficio popular o general; sin embargo, en Guatemala pareciera que los gobernantes de todos los tiempos desconocieron los principios básicos de actuar con base en los valores éticos y morales por los que supuestamente fueron elegidos para dirigir la administración pública.

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