El pacto de corruptos, ahora mejor conocido como el pacto de la impunidad, empieza a quedarse con poco margen de maniobra. La fiscal general Consuelo Porras y el jefe de la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (FECI), Rafael Curruchiche, se han consagrado como actores corruptos no solo a nivel nacional sino internacional. Estos han sido la cara del intento de perpetuar un sistema por medio de un indiscutible “golpe de Estado” y de la intimidación en contra del Movimiento Semilla y de su binomio presidencial, Bernardo Arévalo y Karin Herrera –electos democráticamente por la mayoría de los guatemaltecos–.
Los espacios se cierran y cada vez más, estos dos alfiles de la impunidad se quedan sin movimientos. La mayoría del pueblo está en contra suya. Cada paso que dan les deteriora, y cada vez son más los sectores que se suman en defensa de la democracia. Este ya no es un tema de ideologías o simpatías partidarias; esta lucha se ha convertido en una guerra frontal para vencer a quienes han atentado en contra del proceso democrático. Estos individuos no son más que operadores leales de un pacto con profundas ramificaciones que abarcan a varios sectores de la sociedad guatemalteca, muchos de ellos a la sombra del anonimato, pero sin duda protagonistas del sistema de cooptación del Estado. ¿Será su lealtad incondicional como lo es la de Porras y Curruchiche? ¿Seguirán con su plan y pasarán el punto de no retorno, como lo han hecho los jefes del Ministerio Público y la FECI, o sacrificarán a quienes no les es posible dar marcha atrás? En el audio reciente que circula en redes sociales, se escucha una “supuesta” plática privada entre el presidente de la República y el Sr. Miguel Martínez… Ahí puede vaticinarse el desenlace de los fieles fiscales. ¿Cómo se sentirá ser incondicional con quienes a uno se refieren como vieja puta e indio cerote?
Pronto, veremos a muchos del pacto de la impunidad desertar conforme la presión ciudadana y el escrutinio internacional arrecie. Ya se presentaron más de cien mil firmas de ciudadanos exigiendo las renuncias de Porras y Curruchiche; las plazas de todo el país empiezan a palpitar. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) pone en pausa la decisión que, ilegalmente, suspendía al Movimiento Semilla. En la Organización de Estados Americanos (OEA) se levantan las alarmas y se pone a Guatemala en un microscopio, tras la bochornosa intervención del canciller de la República Mario Búcaro ante el Consejo Permanente de la OEA, en donde quedó expuesto que el canciller avala la resolución de la OEA en la que se declara que el MP intimida al TSE y al Movimiento Semilla. La misma OEA aprobó el viernes 1 de septiembre una resolución que otorga al secretario general del organismo, Luis Almagro, una mayor autoridad para vigilar el proceso de transición en Guatemala. Este, regresa al país para presenciar el inicio del proceso de transición y a su vez espera sostener reuniones con el MP de Porras.
El día de ayer los 48 cantones de Totonicapán y el Parlamento Xinka de Santa Marta Xalapán, Jalapa – entre otros–, salieron a las calles para exigir la renuncia de Consuelo Porras y compañía, manifestando: “No queremos paralizar el país, pero si fuese necesario, lo vamos a hacer”. Estados Unidos continuará engrosando la lista Engel y pronto, seguramente, aplicará la Ley Magnitsky a quienes ponen en riesgo nuestra agonizante democracia. Brian Nichols, secretario adjunto para asuntos del hemisferio occidental, en conferencia de prensa acusa a un grupo de funcionarios del MP del intento de obstaculización del proceso electoral para que el presidente electo Bernardo Arévalo no llegue a gobernar. Dice: “Esto es inaceptable en un hemisferio donde valoramos la democracia”. La vicepresidenta Kamala Harris sostuvo una llamada con el presidente electo Arévalo, y el subsecretario de Estado para Gestión y Recursos, Richard Verma, viajará a Guatemala del 5 al 8 de septiembre para darle seguimiento a los acontecimientos. Todo apunta a que se empieza a corregir la plana.
Ahora que el barco del pacto de la impunidad empieza a hundirse, ¿qué harán sus integrantes? ¿Se mantendrán fieles a su plan y a quienes se atrevieron a rebasar el punto de no retorno? o ¿empezarán, cuales ratas, a abandonar el barco utilizando las cabezas de sus iguales como trampolín? Solo hay que recordar que como en todo, no somos iguales, lo que significa que no todos son ni serán indispensables. La única ruta que les queda a quienes cuya lealtad traspasó los límites en los que no hay marcha atrás, será la de traicionar anticipadamente a quienes inevitablemente les traicionarán. De hecho, ¡la traición ya es evidente!