Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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El día de ayer en una nota publicada en La Hora, leí los resultados de una encuesta de opinión pública, realizada en algunos países latinoamericanos del 10 al 19 de mayo de 2022 por la reconocida empresa CID Gallup (la muestra era de 1,200 ciudadanos en cada país), en la cual preguntaba si la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. Los resultados ya no sorprenden a nadie.

La mayoría de los ciudadanos de Costa Rica (71%), Perú (63%) y Venezuela (63%) consideran que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. En el otro extremo, la minoría de los ciudadanos de Guatemala (36%), Nicaragua (39%) y El Salvador (43%) consideran que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. De acuerdo con un tuit de la empresa de investigación de mercados: “Se refleja una perdida (sic) de esperanza hacia la democracia con el Salvador (sic), Nicaragua y Guatemala, donde los entrevistados mencionan que les da lo mismo un régimen democrático a uno autoritario”.

Costa Rica tiene una larguísima tradición democrática (está incluido en la lista de las 22 democracias más antiguas del mundo) y cívica, por lo que es muy lógico que la gran mayoría de ciudadanos opten por la democracia como forma de gobierno. Contrasta con esta visión la de los salvadoreños, nicaragüenses y guatemaltecos, donde menos de la mitad de ciudadanos optan por la democracia como forma de gobierno. Los tres países tuvimos una gran cantidad de gobiernos dictatoriales a lo largo del siglo XX. Los Cabrera, Ubico, Somoza, Hernández, las Juntas Militares y los golpes de Estado calaron muy hondo en nuestros países y la encuesta de marras es un simple reflejo de esta triste realidad. Ortega, consolidado en Nicaragua, Bukele y Giammattei haciendo lo propio en El Salvador y Guatemala, respectivamente.

La mayoría de la población joven de nuestros países (a excepción de los jóvenes de la Nicaragua de Ortega, por supuesto) no tiene ni la menor idea de lo que es vivir en bajo un gobierno dictatorial o de lo que es un golpe de Estado. Las guerras civiles también son simples historias de un pasado lejano y remoto, cosas de sus papás y sus abuelos quizás. No tienen idea, tampoco la tenían los jóvenes nicas hace tan sólo una década, que van galopando a estrellarse con una dictadura. En el caso salvadoreño, al menos la gran mayoría de la población aprueba la gestión del joven y carismático dictador. Aquí en Guatemala va a ser peor, debido a la escasa popularidad que tiene el actual presidente (que seguramente buscará reelegirse) y al control total que tiene sobre toda la “institucionalidad” del país. Callar a la prensa independiente es la última asignatura que le queda pendiente a un gobierno que va(mos) por Guatemala, en el sentido más amplio de la expresión.

La desidia ciudadana, en particular de los jóvenes, ha jugado un papel fundamental para que, por lo menos en Guatemala, el mandatario, el jefe de jefes y sus respectivos adláteres y allegados, hayan podido tomar el control de cuanta institución hay en el país y con ello se puedan perpetuar en el poder, como una dictadura cualquiera. De esas que abundan en América Latina, sin importar su “ideología”.

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