Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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El verdadero líder, es quien asume la responsabilidad sobre las equivocaciones o los fracasos de un equipo, sin culpar a los demás. El simple hecho de asumir la responsabilidad empodera al líder para aprender de los fracasos y para enmendar los errores y buscar soluciones. Los jefes, no los líderes, son quienes buscan culpables y eluden la responsabilidad cuando hay un fracaso. Peor aún, los jefes que no tienen liderazgo se rehúsan a aprender de las valiosas lecciones que proporciona una derrota, sólo porque no las aceptan. El líder es humilde, mientras que el jefe es arrogante y vanidoso.

Desde que el presidente y su gobierno presentaron el supuesto plan de vacunación (con lujo de pompa y alarde), se veían venir una serie de retos importantes, desde la negociación y adquisición de las vacunas hasta la compleja logística que se requeriría para vacunar a la mayoría de la población y alcanzar así la inmunidad de rebaño que necesita el país para poder volver a la normalidad y recuperar, aunque sea en parte, los empleos que se perdieron durante la pandemia.

El camino por el que optó el presidente Giammattei fue el fácil: culpar a los demás de sus fracasos y, encima, tomar la soberbia actitud hacer creer a la población que él y su equipo no han cometido errores en el proceso de vacunación contra COVID.

Al no conseguir vacunas, el presidente Giammattei justifica: “No es culpa del presidente que 10 países hayan acaparado el 75 por ciento de las vacunas, mientras otros 200 países luchan por conseguir el otro 25 %”. Sin embargo, países como República Dominicana, El Salvador y Costa Rica, cuando menos, triplican a Guatemala en la cantidad de personas vacunadas, evidenciando lo falaz de su afirmación. Es más, al presidente le tomó más de una semana sancionar la ley para la adquisición de vacunas. La excusa de su retraso es la siguiente: “Discúlpenme, pero llevo toda la semana en el interior del país, me he pasado de arriba para abajo toda la semana”. Evidencia, además, su monumental desconocimiento en comercio internacional, logística y cadenas de abastecimiento, ya que si, en sus propias palabras, 200 países luchan por el 25% de las vacunas (es decir, el presidente conocía la situación de la demanda de vacunas) un retraso de una semana en colocar una orden puede ocasionar retrasos aún mayores en el despacho de un producto con semejante demanda.

Ante la baja asistencia a los centros de vacunación, el presidente dice que: “No es culpa del presidente que las personas no se registren, porque tienen miedo de vacunarse”. Sin embargo, el 10 de junio, al día siguiente anunciar la apertura de vacunación para personas mayores de 50 años, colapsaron los centros de vacunación debido a la “alta demanda” de vacunas, a pesar de que el presidente se jactara de que: “Tenemos capacidad para abrir 548 centros de vacunación y poner entre 75 mil y 100 mil vacunas al día si las tuviéramos”, poniendo de manifiesto su desfase con la realidad nacional.

Lo anterior son solo algunos ejemplos que evidencian la actitud del presidente: culpar a los demás de sus fracasos y eludir la responsabilidad de los errores. El líder asume su responsabilidad, el jefe busca culpables.

El presidente Giammattei no es nada más que un jefe.

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