Edmundo Enrique Vásquez Paz

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[Para los que “se perdieron” la lectura de mi anterior entrega, resumo: relaté en ella cómo me dispuse a escribir un libro con las características especiales de ser una “obra sobre nada” y “no contener texto”. Y cómo fue que llegué a realizarla y a publicarla. Continúo…].

Volviendo al caso de la publicación y la venta de mi obra sobre nada –llena de nada, vacía de texto escrito-, debo informar que fue un verdadero éxito. Mundial.

Algo que se logró sin necesidad de traducirla a ningún idioma (así como lo había advertido J.L. Borges en su momento).

Mi libro (muy hermoso en su presentación, por cierto) encontró interesados en todos los recodos del planeta; su venta me reportó pingües ganancias y, consecuentemente, extendido reconocimiento.

Hoy, deseo confesar algo importante. Algo relacionado con el origen de la idea y del estilo o forma que adopté para realizarla…; de la manera en que me la explico o entiendo en la actualidad.

A continuación, doy testimonio: Ya encumbrado en la fama, tuve un sueño. Un sueño revelador.

Soñé que me encontraba en la habitación de mi amigo enfermo; en ocasión de la última visita que le hice y en la cual, por postrera vez, le pregunté a él sobre qué tema o asunto me recomendaba que yo escribiera …

Yo esperaba que el tema que él me aconsejara fuera la clave y el inicio del desarrollo de mi carrera como excelso escritor.

Reviví las últimas palabras que él me dirigió. Quedaron ellas guardadas en mi memoria: ¡No escribas …, escribas … sobre nada! … (balbuceante).

Vi, luego, cómo me despedía de él; con el sentimiento de que nunca más nos volveríamos a encontrar… (Como, efectivamente, sucedió).

También reviví mi desconcierto sobre lo que había dicho o balbuceado. Y cómo, luego, me decidí a hacer mío su consejo y echar manos a la obra…

Analizando lo soñado, se me ocurre hoy que las últimas palabras que él dirigió a mi persona bien pudieron haber querido significar otra cosa. Cosa distinta a lo que yo en aquel momento entendí …

Como ya lo referí, yo visitaba a mi amigo con frecuencia. Siempre requiriendo su sabio consejo. En la intimidad de la infinita confianza que le tenía, yo le confesaba que me sentía ser una persona dotada para el arte de la escritura pero que no lograba despegar… Y todo porque que no encontraba un tema digno …

Al tenerlo -yo bien lo sabía- ya solo sería cuestión de desarrollarlo … Y siempre le pedía su opinión, sus ideas, su consejo. Puede ser -eso he pensado- que, en ocasión de mi última visita y por alguna particular circunstancia, mi amigo, que estaba muy sensible y débil, se hubiera ofuscado. Ofuscado … -quizá al pensar él en mi casi enfermiza insistencia en visitarlo y pedirle que me sugiriera una idea original sobre la cual escribir y explayarme…-, podría haber llegado él a algún grado de atolondramiento o desesperación…

Pienso yo hoy que aquella su última expresión -y el modo balbuceante con la cual la articuló- bien pudo haber querido significar algo muy diferente de lo que yo en esa ocasión interpreté. Acaso yo solo entendí lo que yo quería entender… y no, necesariamente, lo que él quería que yo entendiera … Ahora, reflexiono sobre ello.

En aquel momento yo comprendí, de buena fe, que mi amigo me aconsejaba escribir sobre nada -no sobre “La Nada” (¡válgame Dios, ni me recuerden a Sartre!), algo que sería demasiado profundo y lejano a mis modestos alcances;

alcances que él, mi amigo, bien conocía-. Entendí, entonces, que mi tarea debía consistir en no escribir nada, pero en el espacio destinado a hacerlo cuando se escribe sobre algo y cumpliendo con las formas reconocidas para hacerlo de manera apropiada y elegante… Así de simple.

Ahora pienso que, con su expresión vacilante, mi querido amigo bien pudo haberme querido decir algo muy distinto a lo que quise o pude entender en ese momento: ¡que dejara de incomodarlo!, ¡que escribiera sobre lo que me diera la gana!, ¡que no escribiera nada; en absoluto! … ¡que lo dejara en paz! …

Apreciaciones o interpretaciones que, en aquél entonces, no pasaron por mi mente … ni por asomo.

Nunca lo voy a saber. Lo único que sé es que lo que entendí en aquel momento y llevé a la práctica, fue algo que me condujo a la originalidad y al éxito… Y eso, parece, es lo que cuenta; en este ingrato mundo…

Es triste y lamentable. Tener éxito sin entender. No lo sé…

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