Edmundo Enrique Vásquez Paz

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Edmundo Enrique Vásquez Paz

La aparente generalizada (¿o solo en el Municipio de Guatemala?) apatía ciudadana ante la próxima elección de autoridades municipales, mueve a muchos a plantearse varias preguntas de fondo. Incógnitas sobre asuntos que se ubican mucho antes de cualquier reflexión y eventual discusión de carácter más puntual como, por ejemplo, sobre las necesidades más urgentes del municipio (o ciudad) -tales como el aprovisionamiento de agua, el manejo de los desechos o la fluidez del tránsito-; sobre la comparación de los diferentes proyectos y planes de gobierno municipal que proponen las distintas agrupaciones que pretendan acceder al cabildo; y, seguramente, hasta sobre planteamientos ideológicos o sobre la idoneidad de las diferentes respuestas políticas ante asuntos concretos.

Cuando uno se pregunta qué tipo de vecinos existe en cuanto a su modo de actuar como tales en asuntos de política y de gestión municipal, se develan inicialmente dos claras actitudes. La actitud de los más (¡lamentable que sean “los más”!, pero es la realidad actual, no puede ocultarse), que consiste en no reclamar o proponer nada -según el caso-; y la actitud de los menos, manifiesta en vecinos organizados en asociaciones o comités de barrio, preocupados por aspectos puntuales –todos con la connotación de partir de problemas que son reales pero con la característica de ser reconocidos en la categoría de “problemas dignos de atención” porque les afectan de manera directa a ellos y su inmediato vecindario.

De los primeros, no es necesario decir mucho en su calidad de vecinos. No tienen interés en dedicar esfuerzos para mejorar su bienestar actual ni en destinar pensamientos para imaginar un futuro mejor. Además, parece importarles poco la situación y el destino de sus vecinos.

Los segundos, sí merecen atención porque, al menos, realizan ciertos sacrificios para defender sus intereses; y porque, también, ilusionan su futuro. Se organizan para velar por el suministro de agua a sus colonias, proponen la siembra de árboles en los espacios yermos en sus inmediaciones y hasta se unen para dedicar esfuerzos comunales para limpiar las aceras, pintar las fachadas y reforestar los espacios en su inmediato entorno. O el hábitat que les afecta. Indudablemente, iniciativas y acciones, todas ellas, encomiables.

Son organizaciones de vecinos lideradas por individuos de entre ellos con personalidades fuertes, emprendedoras y carismáticas que tienen, frecuentemente y muchas veces a corto plazo, un destino fatal: abogan por los suyos ante las autoridades pero éstas, en lugar de apoyarlas y aprovechar las fuerzas que se cobijan bajo su liderazgo y que podrían fortalecer la capacidad de gestión de sus propias instituciones y contribuir a las metas institucionales que deberían perseguir, las rechazan una y otra vez. Les ponen obstáculos –a veces inimaginables- a sus bien intencionadas gestiones; las ignoran; las rehúsan… hasta que se les extinguen el deseo y las energías para seguir bregando por su comunidad, por su colonia…. y desisten. De estos casos, hay muchos.

Ahora bien, existe otro tipo de ciudadanos –“los ciudadanos de un tercer tipo”-, que no cuentan porque no están… o casi no están; razón por la cual casi nadie se refiere a ellos y por la cual tampoco aparecen en los registros de la historia de las colonias, de los barrios y, finalmente, de los municipios. Solo existen, en algunos casos, a nivel de leyendas urbanas.  Y esto, gracias solo a la existencia de otros raros ciudadanos; personas capaces de notarlos y referirse a ellos de manera casi mágica; con lo que logran que su recuerdo se conserve en la memoria de los colectivos. Claro, sin diferenciarlos mucho –aunque esto no importa tanto- de vecinos que eran realmente unos desquisiados o que tenían mañas o manías especiales (por ejemplo, los que cazaban y se comían a escondidas los tacuacines pero, también, los perros y los gatos del vecindario) o costumbres singulares (como, digamos, aparecerse en el cementerio de la localidad y asustar a los niños en ocasiones o eventos nocturnos especiales como, por ejemplo los 14 de Febrero, día de San Valentín).

La existencia del grupo aludido anteriormente (del tercer tipo) es verdaderamente importante. Y no por el número de los que lo componen -son pocos y habría que averiguar por qué es esto así- sino que por lo trascendental que se puede intuir de su esencia. Son los que saben o han sabido que la protección de sus intereses y la lucha por sus visiones se ubican más allá de sus propias colonias (algunos dicen: más allá de la punta de sus narices); más allá de los tragantes ubicados en las calles que les circundan, más allá del aprovisionamiento del agua de sus propias casas, más allá de la extracción de la basura de su vecindario… Son aquellos que están o estuvieron históricamente convencidos que la solución de lo municipal está en que se dispongan planes y se ejecuten obras pensando en todos y a largo plazo- Son los que heredaron la mala costumbre de no conformarse –y talvez dejarse sobornar- con soluciones que son solo para ellos y su más próximo entorno y que les hacen desistir de pensar y de pretender lo mejor para todo el municipio. Son aquellos que piensan que sus autoridades municipales deben actuar pensando en el beneficio de todos y que tengan capacidad de visionar y prepararse para el futuro. Son los que no se conforman con la “sabia” recomendación de concentrarse en lo propio pues, de la suma de “propios aceptables” surgirá por magia el “aceptable general”… Son los que se preocupan por la calidad de sus alcaldes, de sus concejales y de sus síndicos; por la calidad de los planes y los proyectos de los partidos que los postulan… Son los que piensan en la importancia de que sus autoridades crean en las consultas a vecinos, en los cabildos abiertos, … En suma: los que confían en que las autoridades crean en el criterio y la voluntad de los ciudadanos.

Una de las singularidades de estos ciudadanos del tercer tipo  -que, hay que decirlo: casi no se nota- está dada por la forma en que asumen la reflexión sobre las planillas que se les presentan por parte de las diferentes organizaciones que aspiran a ejercer el gobierno municipal de los territorios o regiones en los cuales habitan.

Más que a la figura del candidato a alcalde y sus credenciales personales, los ciudadanos del tercer tipo, le ponen atención a las planillas completas. Les interesa saber quiénes son esos candidatos que pueden llegar a ser miembros de un futuro cabildo como síndicos y como concejales. Qué atributos tienen. Les interesa tener una idea de lo que puede esperarse de su conducta cívica y moral y su participación en la toma de decisiones del cabildo.

Los ciudadanos del tercer tipo, no comprenden la razón por la cual, durante la campaña, no se hable de las cualidades de los integrantes de la planilla postulada para la administración municipal y que los esfuerzos se centren en la promoción de los candidatos a alcalde (sabiendo que no llegarán). Les extraña que, durante los ejercicios administrativos, esos concejales y síndicos que no son del partido dominante, nunca cuenten de sus intervenciones y de sus logros y, más aún, que en campaña no saquen a relucir lo que hicieron durante el ejercicio de su mandato… ¿Será eso solo así en los municipios del Departamento de Guatemala?

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