Edmundo Enrique Vásquez Paz

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Edmundo Enrique Vásquez Paz

La forma en que los partidos políticos buscan tener presencia en nuestro consciente cuando empiezan a necesitarnos -ellos nos ven como potenciales votos a su favor, por eso solamente se preocupan de nosotros cuando se aproximan las contiendas electorales- afecta de diferente manera la mente y la disposición de cada uno. No puedo hablar en representación de todos, apenas lo hago por mí mismo; lo que no obsta a que tenga la percepción de que, a muchos, ¡su modo nos disgusta! Lo que no me atrevo a decir es a cuántos sí les satisface … Deberían hacerse investigaciones al respecto. En las escuelas o facultades de ciencias políticas, de psicología, … podría haber profesores y estudiantes inclinados a hacerlo y proponer interesantes tesis, realizar investigaciones y ofrecer sesudas recomendaciones para que todos esos recursos que los partidos despilfarran en campañas, tengan algún resultado positivo en el afianzamiento de la necesaria cultura democrática y consciencia cívica que deberíamos cultivar.

A continuación, transcribo algunos párrafos que sobre este tema aparecen en una breve publicación (Vásquez, E. Guatemala, un país que merece gobernarse a sí mismo, Serviprensa, 2015).

“89. [Las campañas políticas pintan panoramas en los cuales] se destacan varios rasgos. Uno de ellos, consiste en el continuado desplazamiento que se ha dado de la contienda política de un original escenario de “discusión [ideológico-programática]” a uno de “hipnotización [sobre el vacío]”. En el primero, cuando –en el pasado (¿?)- había víctimas de violencia política, los muertos caían por el temor que despertaba su peligrosidad en términos de hacer posible la instauración de una ideología no deseada por sus adversarios. En el segundo, las víctimas caen por poner en peligro la instalación de nuevos negocios alrededor del ejercicio del poder público (del posible nuevo Gobierno) o porque constituyen, para alguien en particular, una amenaza de perder la posibilidad de acceder a un puesto, a un cargo o a una actividad lucrativa. En el primero, la contienda giraba en torno a propuestas para el cómo gobernar y qué hacer durante el ejercicio del poder público y buscaba ganar votos y adeptos. En el segundo, gira alrededor de la venta de colores y sonidos, con el ánimo de inclinar la decisión del ciudadano a otorgar su voto el día en que corresponde hacerlo; pero sin apelar al raciocinio.

“90. Cada vez más, los partidos que compiten no cuentan ni utilizan en los procesos proselitistas ni durante las contiendas electorales, enunciados claros y contundentes sobre bases ideológicas o doctrinarias ni programas intencionados hacia la promoción real del desarrollo del país. Por esta razón, cuando alguno llega a estar en situación de asumir el ejercicio del poder público y busca entre su propia caja de herramientas, solamente encuentra los panfletos que elaboraron sin mayor meditación -denominados Programa de Gobierno-, que cumplían tan sólo con una función proforma y que no alcanzan para ayudarlo a gobernar de manera apropiada y con un norte aceptable.

“91. La ausencia de enunciados ideológicos claros [de confección propia y no necesariamente calcados de otros lares], así como programas de gobierno puntuales, probablemente sólo se explique por el hecho de que los partidos políticos se han concentrado en el propósito principal de “ganar la próxima elección” (tener los votos necesarios) y se han desinteresado en el de “ganar adeptos” (y poder llegar a ganar futuras elecciones, gozar de sustento para ejercer la detención del poder público cuando se acceda a él, tener presencia política en el país a largo plazo). Igualmente, se han olvidado de cultivar cuadros calificados, tanto en términos de contar entre sus miembros con prestigiadas personalidades de la vida nacional [y hacerlo del conocimiento público] como en el de ofrecer a sus miembros la posibilidad de capacitarse en el “buen gobernar”; que debería ser su aspiración y meta cuando, efectivamente, compiten por acceder al ejercicio del poder. ¿Cuántos alcaldes, concejales, síndicos y diputados no llegan a ocupar los puestos sin tener la más leve idea de las funciones que les son inherentes a los cargos, las responsabilidades que implican, incluyendo ministros, viceministros y otros funcionarios a los cuales les ocurre lo mismo?

“93. Si se asume la hipótesis de que a los partidos políticos solamente les importan los esfuerzos por llegar a detentar el poder y no tienen el propósito de ejercerlo para satisfacer los intereses de los que votaron por ellos sino, solamente, los intereses de sus cúpulas, resulta evidente que los partidos políticos deben optar por discursos que no los comprometan ante ningún grupo. Su intención es meramente la de atraer y lograr votos, arriesgando lo menos posible. Es dentro de esta lógica que se explica también la cada vez más difundida práctica de dar obsequios a los que acuden a sus “mítines”. (Nota: Aquí se puede abrir un tema que, probablemente, también sea interesante estudiar: ¿cuál es la lógica de esos mítines a los que acuden personas que los mismos partidos políticos acarrean, con el propósito de servir para mostrar a los demás su capacidad de convocatoria, pero que resultan convenciendo a los propios candidatos de que sí tienen poder de convocatoria y que la gente realmente los aclama y los quiere…? ¡Un peligroso círculo vicioso!).

“94. Siendo así, es comprensible que busquen que sus discursos sean digeribles para todos los grupos presentes en el país (los trabajadores del campo, los obreros en las ciudades, los empresarios, los sindicalistas, los servidores públicos, etc.) con lo que se condenan a ser, cada vez más, discursos vacíos de [concepto] y de planteamientos programáticos. La “vistosidad” de los discursos y de las consignas se concentran en señalamientos a los adversarios y en asumir posiciones “anti” determinadas cosas. Se desarrolla un machismo contra personas y organizaciones de personas y se relega al olvido [la clara manifestación de sus posiciones sobre asuntos de fondo] … Si ya ninguno propone visiones de país y programas, ¿qué sentido tiene estar confeccionando argumentos? Parece que se trata de un círculo vicioso que, si lo es, puede y debe ser roto. [Nota: El anterior planteamiento debe entenderse como una reflexión relacionada al caso concreto de Guatemala y su reciente y actual juego político en un escenario en el cual compiten más de 20 partidos en los eventos eleccionarios –lo cual constituye un caso especial-. No pretende ningún tipo de generalización. También debe reflexionarse sobre el hecho de que, aquí mismo en Guatemala, se llega (¡a algunos les encanta y se organizan para hacerlo!) a jugar con discursos pseudo ideológicos (los plagados de “antis” y de elementos destinados a despertar temores, ansiedades o ilusiones en la ciudadanía, recurriendo a evocar situaciones dadas en otros países que, no necesariamente responden a la realidad [que se puede esperar en Guatemala, pero que son discursos que contribuyen a desbaratar -desprestigiar- cualquier intento nacional de organizar ideales y proponer programas destinados a mejorar el país])”.

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