Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

Uno de los resultados de la educación debería ser la disposición y el ánimo a la crítica. El ejercicio del distanciamiento a discursos, instituidos por grupos de interés. En cambio, a veces la escuela no es sino una especie de adiestramiento o formación para el silencio, la adaptación y el conformismo. De eso debemos escapar y hacer de la suspicacia la actitud primordial de los ciudadanos.

Debemos popularizarla, hacer entender que vivimos en el reino de la mentira y que, en consecuencia, tiene muchísimo sentido eso de que “no todo lo que brilla es oro”.  Sí, porque la verdad es un bien escaso y el dolo es parte de nuestra constitución natural. Lo es en la vida privada y más aún en la pública. Por ello, por principio tenemos que reconocer la patraña de los políticos, los empresarios asociados y los predicadores de esquina, entre otros.

No digo que debamos vivir en la angustia de la incertidumbre pidiendo pruebas a cada momento, a nuestra pareja, hijos y amigos. No vaya a ser que me endose su infelicidad por el desasosiego en la búsqueda constante de evidencias. Hay una fe básica que debemos a los que amamos, ¡por favor! Me refiero más bien al ámbito, por ejemplo, del conocimiento, del espacio público político y hasta incluso del mercado.

En este último es fundamental no dejarse sorprender por los mercachifles que quisieran vendernos espejitos. Ya lo debería saber, la industria que intenta extraer nuestro dinero a base de ventas sin sentido es enorme. Es un sistema increíble que se cuela en todos los lugares de nuestra vida a través de la radio, la televisión, internet y los medios de comunicación en general. Así, es fácil la compra de lo superfluo por no estar despiertos.
Créame, se necesita un poco de iluminación, estar en guardia frente a los timadores del mercado. Sospechar de esas “críticas literarias” y “reviews tecnológicos” que, organizados y al unísono cuando sale un producto, quieren inducirnos a la compra. Muchos son trampositos que venden “aguas milagrosas” a sabiendas que engañan a los compradores por pura avidez de lucro.

El ejercicio crítico no es decorativo, cultivarlo (incluso por deporte o “metódicamente” al mejor estilo Cartesiano) puede librarnos de problemas y, en última instancia, salvarnos la vida. Cuando el buen Jesús dijo que debíamos ser como niños, dudo que se refiriera a ser ingenuos o cándidos. Lo fundamental más bien es ser, según el horizonte cristiano, “astutos como serpientes”.

La pedagogía tradicional que adormece las conciencias debe ser superada. Insistir en la ilusión del mundo, la codicia de la humanidad y nuestra inclinación malsana a la credibilidad. Formar sujetos dispuestos al pensamiento, expertos en el descubrimiento de supercherías, clarividentes de imposturas, habilitados a no tragarnos sapos, fundamentalmente siempre listos contra los banqueros, los políticos y los mafiosos agremiados (el CACIF, por ejemplo).

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