De los primeros pasos certeros dados por el nuevo Ministerio de Educación (MinEdu) de Guatemala fue la rápida abolición del Seguro Médico Escolar (SME). Establecido por el gobierno de Giammattei Falla en pleno inicio de la pandemia de coronavirus, fue diseñado como un negocio sobre la salud independiente del Ministerio de Salud. Aunque había precedentes en algunos países latinoamericanos de estos seguros escolares públicos, incluyendo el Seguro Escolar Gratuito en Perú en 1998 y el boliviano en 2018, estos eran más un sistema de reembolsos de accidentes escolares controlados por el sistema de educación pública. Ambos sistemas, aunque populares entre las familias, mostraron grandes problemas de sostenibilidad y de eficacia en el largo plazo.
Una revisión rápida del SME de Guatemala demuestra como este programa era una estafa al ciudadano, y una farsa de atención primaria para los escolares en un país en el que la malnutrición (desnutrición y obesidad), la violencia, el embarazo en adolescentes, y la insalubridad mental son altamente prevalentes. El gran timo perpetrado por el expresidente y su ministra amiga, conllevó el despilfarro de más de 700 millones de quetzales para tratar en su mayoría gripes y diarreas a uno de cada cinco escolares a los que decían cubrir. Radiólogos y médicos de todo tipo haciéndose pasar por médicos de niños, dando consulta en su mayoría por vía telefónica y sin seguimiento a los tratamientos, y cientos de farmacias apadrinadas despachando medicamentos sin control. Cada consulta del SEM costaba a la ciudadanía casi Q. 400, mucho más de lo que en promedio un pediatra especialista de la ciudad capital cobra. No hay duda, el SEM, ese bochornoso hurto tenía que desaparecer lo antes posible.
Pero ahora surge la gran incógnita, ¿Qué reemplazara al SEM y cuál es la mejor estrategia para llevar salud a casi 3 millones de escolares en 35,000 escuelas públicas? El MinEdu dice que están ya en conversaciones con el Ministerio de Salud, y mesas técnicas más o menos, la realidad es que este último apenas puede con lo que es de urgencia nacional: aplacar la rampante desnutrición infantil, subir las coberturas de vacunación antes de que el sarampión toque a la puerta, y recomponer el maltrecho sistema de atención primaria de salud. El Ministerio de Salud no tiene el personal ni la infraestructura para hacerle frente a la atención de escolares, no con las capacidades actuales.
En el 2020, una de las estrategias claves que planteamos en COPRECOVI para la reapertura educativa fue crear un sistema de enfermeras escolares. Por supuesto, la ministra nefasta prefirió dejar alumnos sin educación, y permitir el robo del SEM. La enfermería escolar tiene más de un siglo en países que han reconocido su importancia en el bienestar educativo. Una reciente revisión del impacto de las enfermeras escolares a nivel internacional por la psicóloga Silke Pawils de la Universidad de Hamburgo (https://doi.org/10.1371/journal.pone.0275724) muestra que ellas desempeñan un papel fundamental en la mejora de la salud y el bienestar de niños y adolescentes proporcionando promoción de la salud, tratamiento activo, educación y apoyo familiar. Las enfermeras escolares también pueden ser un gran ahorro para el sistema de salud. En Estados Unidos, se estima que, por cada dólar gastado en enfermería escolar, la sociedad ahorra $2.20 provenientes de evitar visitas a las salas de emergencia y por pérdidas de tiempo de los padres en el trabajo por cuidar a sus niños enfermos. Con más de 300 millones anuales asignados al MinEdu para el ahora extinto SEM, uno podría contratar una enfermera por escuela (35,000) y aun tener fondos para armar las clínicas de salud escolar y programas de entrenamiento. ¿Y dónde encontramos 35,000 enfermeras?, pues se producen. Educar y entrenar enfermeras escolares es realizable en 10 meses, y crearía miles de empleos dignos y eficaces para jóvenes con necesidad de superarse. Estas enfermeras escolares, superarían con creces lo que personal de puestos y centros de salud puede brindar a millones de escolares. No solo podrían brindar cuidados de salud básicos incluyendo primeros auxilios, sino asegurarse de que los niños están desparasitados, al día en sus vacunas, y brindarían educación en nutrición, salud mental y salud reproductiva, todos mandatos de las políticas nacionales que hoy no se cumplen. Esperemos que el nuevo MinEdu diseñe y despliegue un plan sólido y contundente para darle salud a millones de escolares que lo necesitan, y no que acabemos dando un salto hacia la vorágine de la improvisación.