Danilo Santos

dalekos.santos@gmail.com

Politólogo a contrapelo, aprendiz de las letras, la ternura y lo imposible. Barrioporteño dedicado desde hace 31 años a las causas indígenas, campesinas, populares y de defensa de los derechos humanos. Decidido constructor de otra Guatemala posible.

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Han pasado 79 años desde la Revolución de Octubre de 1944, y estas marchas, bloqueos y manifestaciones en rechazo a la corrupción y el ataque a los resultados electorales por parte de Consuelo Porras a través del Ministerio Público, así como la silente y cínica conducción de un golpe de estado jurídico por parte de Alejandro Giammattei, puede desembocar en una segunda Revolución, esta vez, la de las varas que representan la autoridad en los pueblos.

La organización y movilización que se ha dado a lo largo de todo lo que va del mes de octubre en Guatemala, no tiene precedentes en la historia nacional, a no ser los motines de la época colonial.  Y esto último, ha dolido a la clase racista y clasista que domina la política guatemalteca desde la fundación de la República.  Han sido los pueblos, que, a través de consultas, asambleas, y obedeciendo la decisión que se toma en ellas, los que les han dado el mandato, el poder, a sus autoridades, para que utilicen la vara para protestar y hacerse escuchar.

Esta lucha es del soberano, que se organiza desde sus cantones, comunidades y demás espacios sociales de convivencia y socialización, espacios que el Estado históricamente ha de dejado abandonados, es el pueblo el que ahora sale a las calles, con mucha dignidad, a plantar resistencia al mal gobierno y al pacto de corruptos.  Frente al Palacio de la Cultura llegaron todo tipo de expresiones organizadas, desde vecinos de las zonas de la ciudad capital, hasta grupos que venían de aldeas de Quiché, San Marcos, Huhuetenango, Chimaltenango, Totonicapán, Sololá, y por supuesto, las expresiones organizadas estudiantiles, de médicos/as, ambientalistas, defensores/as de derechos humanos y un gran etcétera.

El país no puede estar gobernado por las respuestas que Giammattei está dispuesto a dar a las élites empresariales corruptas o a Miguel Martínez; la ley no es lo que dice Consuelo Porras que es; y tampoco, se puede interpretar la ley como lo está haciendo la Corte de Constitucionalidad. Y por supuesto, la verdad no es la obsoleta cantaleta anticomunista de la Fundación Contra el Terrorismo y sus secuaces. Estos cuatro actores, representan la Cooptación del Estado, y son los responsables del atraso en Guatemala, son los responsables de que sea rentable que haya 60% de pobreza y que esta sea mano de obra barata, y que periodo tras periodo, haya gobiernos que son complacientes con la corrupción, el crimen organizado, el narcotráfico y el gorilismo de guerra fría.

La lucha no es por Arévalo, la lucha es por el país.  La lucha no es por un partido, la lucha es por una Nación compuesta por diferentes pueblos que han decidido alzar la voz y decir, basta.  El mejor aporte que se puede dar desde nuestro metro cuadrado en este momento histórico, es apoyar el liderazgo de las autoridades indígenas y, apoyar la Revolución de las Varas, para que se respete por parte del Estado, al soberano, al que tiene la autoridad.  El gobierno es ejecutor, y si quiere tener autoridad, además de ser legítimo, tiene que ser representativo de la población.  Giammattei ya no es representativo, ni Porras, ni la CC, ni demás golpistas solapados.

Esta batalla la ganarán los pueblos, y el fruto lo cosecharán las generaciones futuras.  

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