Danilo Santos
Basta de mentiras, ferias organizadas o espontáneas, amores temporales y tardíos, dolores y rabias gritados sólo por un día, el día de las elecciones o ese en el que se nos promete algo. Basta de resignación, de sobrevivencia.
Hemos dejado pasar mucho tiempo dejándonos aborregar por dogmas políticos, uniformes de todo tipo y doctrinas que pregonan el fin de las ideologías mientras imponen la propia. Mucho tiempo nos hemos dejado engatusar por el que manda, el que promete, el que asusta, el que quiere sustituir a un amo por otro amo. Por el que impone su voluntad con violencia, con amenazas, con dinero mal habido, con ofensivas limosnas. Ya no seamos borregos, esta es la hora en la historia de nuestro país donde o luchamos y razonamos, o reconocemos de una vez por todas, con vergüenza frente a nuestras hijas e hijos, que somos artífices de nuestro presente y su futuro.
Es hora de vencer a ese eterno poder que nunca muere, que cae siempre para resurgir de sus cenizas, aunque creamos haberlo abatido con una guerra, con una revolución, verdadera o de colores, no digamos con manifestaciones citadinas los sábados por la tarde, o lo hacemos, o lo veremos de aquí de nuevo, intacto, con otros colores y cancioncitas, pero con los mismos esbirros: mientras el pueblo acepta, sufre o se adapta, mientras nos doblegan por las buenas, por las malas o por las balas.
La iniciativa de Ley contra la ciberdelincuencia (ya desestimada por el Congreso de la República), la iniciativa de Ley para el Fortalecimiento de las Fuerzas de Seguridad Pública y el Ejército de Guatemala, son síntomas de que la democracia en Guatemala se va pudriendo gobierno tras gobierno y los gobiernos de extrema derecha han acelerado esa putrefacción. Porque lo único que les interesa es nuestra mansedumbre, el control absoluto de nuestro hacer, decir y pensar. Y si no nos pueden controlar absolutamente, están dispuestos a eliminarnos. Si no nos damos cuenta de esto, estamos ciegos, si nos damos cuenta y lo aceptamos, somos cómplices, si nos damos cuenta y nos revelamos y buscamos construir un país civilizado, seremos el punto de quiebre del poder omnímodo que nos oprime.
Miedo, hay que tenerlo, pero no nos debe frenar, inmovilizar, dejarles el camino libre a los que, con sangre en sus manos, van a estrecharnos las nuestras a donde estemos mientras dura la fiebre electoral, a los que nos miran a los ojos tal cual sicarios, con frialdad y cinismo, y al final, nos quitan la vida para regenerarse ellos, nos invaden el alma como los colmoyotes y viven de nuestra sangre hasta que abandonan nuestros cuerpos enfermos e inservibles.
Ya lo intentaron todo, repito, por las buenas, por las malas o por las balas, y repiten cíclicamente la fórmula. Ya basta de ser siervos del poder y de no ser capaces de sacar a patadas a los que están incrustados en el corazón de nuestro sistema político.