Danilo Santos

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Politólogo a contrapelo, aprendiz de las letras, la ternura y lo imposible. Barrioporteño dedicado desde hace 31 años a las causas indígenas, campesinas, populares y de defensa de los derechos humanos. Decidido constructor de otra Guatemala posible.

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Danilo Santos

Si todavía había dudas, la investigación de el periódico digital salvadoreño, El Faro, desnuda el continuismo de la corrupción y el abuso de poder, gobierno tras gobierno: el sistema está podrido y hay que cambiarlo de raíz.  En Guatemala nos hemos acostumbrado a los desmanes gubernamentales y estatales, y esta costumbre nos ha llevado a ser permisivos y, hasta a replicar las actitudes que campean en la cosa pública en la propia sociedad, es un círculo vicioso bien pensado y estructurado, que se aprovecha de las necesidades de la población (necesidades creadas por el mismo sistema), para afincarse en el poder político y económico.  En el artículo, el cual les invito a leer con detenimiento https://elfaro.net/es/202202/centroamerica/25996/%E2%80%8B%E2%80%8BTestigo-acusa-a-Giammattei-de-financiar-su-campa%C3%B1a-con-sobornos-de-constructoras.htm, se hace una investigación periodística a profundidad, donde se puede observar que lo que hemos venido diciendo en esta tribuna desde la instrumentalización de Jimmy Morales por las élites, hasta el golpe de autoridad ultraconservador del actual presidente Giammattei, donde los procesos electorales son una pantomima. En realidad, las elecciones son una muestra más de la podredumbre institucional, donde el Tribunal Supremo Electoral no tiene la capacidad de ser garante del desarrollo de las mismas y sus resultados.  También se puede leer que la corrupción es una costumbre arraigada en los gobiernos, en alianza con empresarios también corruptos. El argumento de la presidencia es risible, la democracia en Guatemala ya está muerta y han sido quienes gobiernan sus sicarios, enterradores y ahora, quienes asumen de manera hipócrita el rol de plañideros.

El país hay que pararlo en seco, repensarlo, reescribirlo, rediseñar el Estado y la forma de gobierno.  Ya no es creíble eso de que la izquierda quiere el poder a como dé lugar, no ha sido la izquierda la que ha gobernado teniendo la corrupción como meta. Un nuevo Estado, debería garantizar que nadie, ni de izquierda o derecha, robe, tuerza la ley, se alíe con el crimen organizado o se salga del marco que establezca una nueva Constitución Política. Hay que repensar cómo se eligen jueces y magistrados, el equilibrio real de poderes, la revocatoria del mandato presidencial más allá del extremo del interdicto. Hay que rediseñar el proceso electoral, hacerlo concurrente quizá, que los votantes puedan juzgar a los gobernantes en el Ejecutivo a la mitad de su mandato y castigar o premiar a los partidos en elecciones al Congreso de la República. Repensar el progreso y no invertir sólo en desarrollo e infraestructura para que grandes empresas se enriquezcan mientras las grandes mayorías pagan con la vida misma, el plato de frijoles que llevan a la mesa. El fin último del Estado es el bienestar común, cabemos todos, pero sin corrupción ni poderes ocultos que manejan los negocios gubernamentales desde las élites voraces y desvergonzadas.

La guerra contra la Comisión Contra la Impunidad en Guatemala fue el primer paso de vuelta a la ignominia, la designación de la actual fiscal general del Ministerio Público fue el siguiente, luego, la expulsión de la CICIG, y para retomar la cooptación del Estado nuevamente, se entorpeció el trabajo de la FECI, y se ejecutó la persecución y amedrentamiento de operadores de justicia que tuvieron o tienen en sus manos el caso de financiamiento ilícito del actual Presidente. O hacemos algo o el país se hundirá en enfrentamientos fundamentalistas desastrosos.

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