Claudia Virginia Samayoa

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Claudia Virginia Samayoa

El 10 de agosto del 2021, el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal de Guatemala emitió un pequeño comunicado en el que afirma que los bloqueos hacen daño y pide detenerlos, en su lugar llama a un diálogo pidiéndole al Presidente y la Fiscal General que reflexione sobre sus actos y enderece su actuar. La recepción del comunicado generó, dentro y fuera de la Iglesia, una severa crítica.

El diálogo es una de las principales herramientas de cambio que tenemos como sociedad, la defensa de derechos humanos y la búsqueda de formas de superar la inequidad, la discriminación y la exclusión no puede verse fuera de esos procesos de acercamiento, escucha y construcción entre pares. El Papa Francisco señala que para superar las fallas estructurales del mundo actual no se puede seguir parchando: “Hay cosas que deben ser cambiadas con replanteos de fondo y transformaciones importantes. Sólo una sana política podría lidearlo, convocando a los más diversos sectores y a los saberes más variados.” (Fratelli Tutti, 179)

Por ello, veo con esperanza el momento actual porque la convocatoria realizada desde ls Guatemala profunda es una que demanda a ya no construir más parches, no más de lo mismo y realmente a abordar el fondo de lo que está mal en el sistema. Como defensora de derechos humanos comprometida y anunciando mi fe católica parto del principio que todos debemos actuar desde la misericordia o amor con justicia. El llamado ético cristiano nos llama y nos obliga a no divorciar la vida de la fe. Por lo que siempre debemos estar discerniendo si estamos actuando en correspondiencia, imagino que está bien llamar a cristianos profesos a que revisen su conciencia pero no es suficiente. La caridad es acción, es diálogo. “Un acto de caridad igualmente indispensable es el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria.” (Compendio Social de la Iglesia, 208)

Hoy por hoy, el Estado guatemalteco está estructurado para perpetuar y profundizar la miseria que afecta más a mujeres, pueblos indígenas y jóvenes. El sistema ha sido capaz de burlar los esfuerzos de diálogos después de la paz para distraer nuestra atención y generar una estructura de impunidad y corrupción que sencillamente tiene amarrada a la institucionalidad y hace del funcionario público que cumple su función un héroe y la defensa de derechos humanos un crimen. ¿Qué ha cambiado en las últimas semanas que nos indique que un diálogo basado en la visión de que todos somos iguales es posible? NADA. Las cámaras empresariales y los medios oficiales siguen demonizando la protesta, el gobierno sigue haciendo oidos sordos al clamor popular y personas con autoridad y parte del clero católico sigue pontificando en lugar de escuchar al clamor popular.

La escucha es la clave del diálogo y lo que nos piden a gritos los bloqueos y manifestaciones es que nos sentemos y construyamos juntos una ruta para cambiar el sistema. La Doctrina Social de la Iglesia nos llama a lo mismo. Los pueblos indígenas, movimientos sociales y organizaciones se están convocando para dialogar, imaginar esa Guatemala Plurinacional que busque superar la miseria. ¿Qué tal que en lugar de destruirnos, las diversas comunidades eclesiales hacemos lo mismo y discutimos desde posiciones de igualdad y no de poder?

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