Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Escribo estas líneas en el día internacional de los trabajadores, primer día de mayo que para México es el inicio de la recta final de las campañas electorales que se articulan en torno a la campaña presidencial. México vivirá el 2 de junio un proceso electoral en el cual se elegirá presidente de la república, nueve gubernaturas, 128 senadores y senadoras, 500 diputados y diputadas, cientos de diputaciones locales, miles de presidencias municipales y muchas más miles de regidurías. Dicen que es la elección más grande en la historia de México. Más allá de eso, el proceso electoral será decisivo para la historia de México en los próximos años, pues de sus resultados depende que la Cuarta Transformación pueda profundizarse o como dice el eslogan oficialista, se le pueda poner “un segundo piso”.

La derecha en México está de muy mal humor. En cualquiera de los escenarios derivados de los resultados electorales, el consenso es que la ganadora será la candidata de la coalición gobernante, Sigamos Haciendo Historia, Claudia Sheinbaum Pardo. Enojo o desesperación, lo cierto es que en el debate presidencial del domingo 26 de abril, Xóchitl Gálvez candidata de la derechista coalición Fuerza y Corazón por México, se comportó como una vulgar golpeadora y sus argumentos incluyeron insultos personales, calumnias y mentiras. Las escasas propuestas que hizo incluyeron una que resultó un yerro mayúsculo: para combatir la escasez de agua propuso almacenarla en el vaso de Texcoco cuando desde hace cientos de años los mexicas no usaban el agua de esa región lacustre porque sabían que era salada.

El debate fue visto por aproximadamente 16 millones de personas y el consenso general es que influirá muy poco en las preferencias electorales. Claudia Sheinbaum probablemente ganará con casi 59% contra un 30.5% de Xóchitl Gálvez y un 10.6% de Jorge Álvarez Maynez, postulado por Movimiento Ciudadano. Así las cosas, lo que cabe conjeturar es con qué fuerza ganarán Morena y sus aliados, si lo podrán hacer por mayoría simple o con mayoría calificada (“el Plan C”) como ha sido la meta que se han planteado. Los escenarios probables serán los siguientes:

-Morena y sus aliados ganan por escasa o amplia diferencia y la oposición busca deslegitimar y declarar nula la elección presidencial, arguyendo fraude electoral debido a una “elección de estado” que quiere decir que toda la fuerza gubernamental operó a favor de la candidata oficial. En ese caso extremo, un riesgo factible dada la conducta facciosa del Instituto Nacional Electoral y la Suprema Corte de Justicia, estaríamos en el escenario de un golpe de Estado legal.

-Si este escenario no fuera factible, otro escenario probable e igualmente peligroso es que, contradiciendo las diversas encuestas, el triunfo de Morena y sus aliados fuera por mínima diferencia. Los riesgos de un posible conflicto poselectoral serían grandes, también lo serían las posibilidades de una tentativa de deslegitimar y anular las elecciones. Es decir, de nueva cuenta, un escenario de golpe de Estado legal.

– Un tercer escenario, derivado del anterior, es que Morena y sus aliados ganen la elección presidencial, pero pierdan la mayoría en las cámaras. En ese hipotético caso, Claudia Sheinbaun asumiría la Presidencia de la República, pero lo haría con una debilidad extrema. En esta situación, el golpe de Estado no se observaría a través de anular las elecciones, sino por medio del posible desafuero buscando cualquier pretexto como la derecha lo hizo en Brasil con Dilma Rousseff en 2016.

– Un cuarto escenario, sería el que el triunfo de la coalición Sigamos Haciendo Historia sea con buen resultado, es decir, ganando la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y obteniendo la mayoría simple en el Senado y la Cámara de Diputados. En estas circunstancias los ánimos golpistas se diluirían, y observaríamos en los siguientes tres años un escenario como el que observamos hoy: no habría posibilidades de reformas constitucionales y las leyes progresistas que la mayoría de Morena y sus aliados aprobaran serían tumbadas por la Suprema Corte de Justicia. Habrá una diferencia, ya no estará Andrés Manuel López Obrador.

-Finalmente, un quinto escenario sería el que la coalición oficialista ganara contundentemente, asegurara de manera indiscutible el triunfo en la Ciudad de México y sus distintas alcaldías, lograra la mayoría calificada (dos terceras partes de senadores y diputado/as en las cámaras) o una cantidad de representantes que acercara a Morena y sus aliados a esa mayoría calificada. En este contexto, serían inmejorables las posibilidades de una estabilidad política y una profundización de la Cuarta Transformación.

Teóricamente, los cinco escenarios planteados son posibles. Los tres primeros escenarios serían desastrosos para las esperanzas del pueblo mexicano en una vida mejor. Los escenarios más probables serían el cuarto y el quinto que hemos mencionado y el más probable en mi opinión sería el que estaría en la zona intermedia entre el cuarto y el quinto. Para que esto suceda, los y las votantes partidarios de la 4T deben privilegiar los sufragios en la presidencia, las senadurías y las diputaciones federales y locales. Hay una franja de votantes integrantes o simpatizantes de Morena, ignoro que tan grande sea esa franja, que están muy indignados por la aceptación indiscriminada de tránsfugas del PRI y del PAN (los chapulines). Este sector dice que su voto por Claudia Sheinbaum es seguro, pero que no votarán para que sea factible “el Plan C”. Me parece absurdo hacer ganar a Claudia para después tirarla a la jaula de los leones.

Comparto la indignación ante los chapulines, la dirección actual de Morena en su afán de sumar fuerzas para “el Plan C” ha ocasionado un severo daño a la identidad política e ideológica del partido. Comparto la pregunta de los indignados “¿de qué servirá lograr “el Plan C” si buena parte de los ganadores en las elecciones para representaciones populares no comparten las convicciones de la 4T?”. En efecto, el perfil de no pocas de las candidaturas amerita la anterior pregunta. Pero a dicha pregunta hay que agregar esta otra, ¿si gana la derecha o avanza sustancialmente en las cámaras y congresos locales tiene futuro la 4T?

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