Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Lo que está ocurriendo en Gaza se llama genocidio. Más aún, también se llama genocidio lo que ha ocurrido en el territorio de Palestina desde 1948 cuando esta se dividió para crear el Estado de Israel. En términos de verdad históricos, el genocidio es toda matanza en gran escala que aniquila parcial o totalmente a un grupo humano.  Esto es lo que ha ocurrido con el pueblo palestino desde hace 75 años. En términos de verdad jurídica, sustentada en la Convención para la prevención y sanción del delito de genocidio, aprobada en 1948 por la ONU, estipula que genocidio es el exterminio total o parcial de un grupo nacional, étnico, religioso o racial y/o crear condiciones de existencia que conduzcan a su extinción. Esto es lo que ha ocurrido con el pueblo palestino desde hace 75 años y esto es lo que ahora estamos observando en Gaza.

Desde el 7 de octubre, cuando el grupo terrorista Hamás lanzó una ofensiva que mató a 1400 israelíes, la mayor parte de ellos civiles, Israel ha bombardeado inmisericordemente las distintas ciudades y poblados de una franja de territorio que tiene 15 kilómetros de ancho y 42 de largo. Una franja de territorio en la cual viven 2,2 millones de palestinos y cuya densidad demográfica es de 13,122 habitantes por kilómetro cuadrado. Un bombardeo en ese estrecho y sobre poblado territorio es un acto deliberado de terrorismo de Estado que no se preocupa en distinguir objetivos militares de población civil. Pareciera que Hamás sigue siendo funcional a los designios israelíes de acabar con el pueblo palestino.

Cuando escribo estas líneas, el número de palestinos asesinados asciende a 8,500 de los cuales 3,500 son niños. Israel bombardeó un campamento de refugiados en Jabaliya ocasionando una gran mortandad como lo muestra el que fueron asesinados19 familiares de un ingeniero de la cadena noticiosa AL Jazeera. La matanza se incrementará porque el ejército israelí con 20 mil efectivos hasta este momento ha empezado a invadir la franja.

El primer ministro israelí ha expresado de manera desembozada el ánimo genocida israelí. Ha pedido una guerra santa de aniquilación similar a la que relata la Biblia cuando exterminó a la nación de Amalek. Citando a Samuel 15.3, Netanyahu dijo: “Ustedes deben recordar lo que los amalecitas les hicieron, según nuestra sagrada Biblia.  Ahora vayan y hiéranlos y destruyan absolutamente todo lo que tengan y no los perdonen, pero mátenlos, tanto a hombres como a mujeres, infantes y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y burros”. Frase de la Biblia que se parece a la política de tierra arrasada que hemos visto en diversos países del mundo, entre ellos Guatemala.

En diversos países del planeta hemos observado la masiva indignación ciudadana contra el genocidio que ha desbordado las calles. Bolivia ha roto relaciones con Israel, Colombia y Chile están considerando hacerlo. Craig Mokhiber, director de la oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, renunció porque deplora la manera en que dicho organismo internacional ha tratado la matanza en Gaza. 

Los mismos países occidentales que deploraron los bombardeos rusos en Ucrania ahora han prohibido manifestaciones de protesta contra el genocidio. Mientras la matanza continua, el jefe del Departamento de Estado Anthony Blinken y el secretario de Defensa Lloyd Austin piden al Congreso 105 mil millones de dólares de los cuales una parte significativa se irá a Ucrania e Israel. La lógica de Blinken y Austin es ajena a la indignación ante la muerte de seres humanos en Palestina: es necesario evitar que Putin se apodere de Ucrania y también destruir a Hamás. Occidente e Israel claman por los 240 israelíes secuestrados por Hamas, pero igualmente ponen en riesgo sus vidas al bombardear la franja. E ignoran que en las cárceles israelíes hay 10 mil palestinos presos.

La narrativa occidental es mendaz e hipócrita. Pintan a Israel como un país agredido que con justeza se defiende. Omiten decir que este enfrentamiento es entre uno de los ejércitos más poderosos del mundo y una organización terrorista que por letal que sea es mucho más débil. La narrativa occidental, que victimiza al victimario, se impone a través de los más poderosos pulpos mediáticos del mundo. Mientras, pareciera haber un deliberado exterminio de periodistas que desde la franja pueden decir la verdad de lo que está sucediendo: 31 comunicadores han sido asesinados en estas tres semanas (26 palestinos, 4 israelíes y un libanés), ocho han sido heridos y nueve se encuentran desaparecidos o detenidos. Además, se reportan arrestos, amenazas, censura y hasta asesinato de sus allegados.

Fuentes y analistas allegados al sionismo propalan el relato victimizante sobre Israel. Otro/as análisis que blasonan independencia y objetividad se mueven en la lógica de la teoría de los dos demonios. Israel y Palestina son igualmente responsables de la matanza, nada más que, como dice el escritor Arturo Pérez Reverte, Israel “es una democracia” que salvaguarda los derechos de las mujeres, mientras Hamás y el fundamentalismo islámico hace lo contrario. Probablemente, Pérez Reverte se refiera a las mujeres israelíes, porque las palestinas están siendo masacradas en este momento.

Lo que hemos visto en este mes de octubre corresponde a lo que se le atribuye haber dicho al actor británico Peter Ustinov: “El terrorismo es la guerra que los débiles hacen a los fuertes y la guerra es el terrorismo que los fuertes hacen a los débiles”. Si en verdad se tratara de dos demonios, uno es mucho más devastador que el otro.

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