Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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El primero de noviembre de 1944, luego de catorce años de exilio y apenas doce días después de haber vuelto a la patria, Clemente Marroquín Rojas volvió a publicar La Hora gracias a la ayuda de varios de sus amigos que le proporcionaron ayuda para reiniciar la labor periodística. Con una mano atrás y otra adelante emprendió la nueva aventura que pronto le permitió pagar a esos amigos lo que le prestaron, devolviéndole lo que había sido su pasión de toda la vida, esa forma directa de comunicar y de expresar sus ideas y luchar por la democracia que mancillaban las dictaduras.

Inició la que se conoce como la Cuarta Época de La Hora, arrancando un ciclo que llega hasta nuestros días con los lógicos sobresaltos que significa ejercer un periodismo con la idea de que sea Tribuna y no Mostrador, lema que él acuñó desde 1920 cuando, tras la caída de Estrada Cabrera, fundó este diario. Actualmente, luego de un serio intento por acabarnos, al emitir el Congreso una ley específicamente para terminar con La Hora, eliminando la publicación de los edictos que durante años fueron una sólida fuente de ingresos, vivimos una etapa diferente y exigente, en el campo digital que es tan competitivo, pero en el que, gracias al esfuerzo de muchos colaboradores, hemos logrado un fantástico crecimiento.

En la vida de La Hora hay mucha gente que dio todo para hacer posible su diaria publicación. Empezando por mi abuelo, luego mi tía Marina, mi padre, mi esposa María Mercedes y varios de mis hijos, especialmente, Pedro, quien en gran medida ha sido el artífice de esta nueva etapa en la que, gracias a él, no solo incursionamos en el área digital sino contamos con la maravillosa e invaluable colaboración de nuestro socio, el extraordinario amigo Luis von Ahn. Ese denodado esfuerzo fue lo que hizo fracasar el manotazo contra La Hora propinado por el Congreso y ratificado luego por la Corte de Constitucionalidad que, con dados cargados, se integró ya en tiempo de Giammattei, para la culminación de la total cooptación del Estado.

En la actualidad es Pedro quien dirige La Hora en una de las etapas más tormentosas que nos ha tocado vivir. En la década de los noventa el diario se dejó de publicar por unos pocos días, luego de que Serrano enviara a sus censores a nuestras instalaciones y mi padre y yo los mandáramos al diablo, negándonos a publicar una edición bajo censura. Al iniciar la última semana del gobierno del golpista, desafiamos su autoridad y, sin censura, volvimos a la calle con un titular que decía: Clamor para que renuncie Serrano. Luego vino la acción de aquella verdadera Corte de Constitucionalidad que lo removió del cargo.

Han sido décadas de agitación con sucesos como la muerte de Arana, la llamada Liberación patrocinada por la CIA, el Conflicto Armado Interno, el golpe de Estado de Peralta, las dictaduras militares de los setenta y la persistente represión y ataques contra la libre expresión. Hoy, 79 años después, vivimos momentos críticos en los que la frágil democracia corre un riesgo enorme por la preocupación de los corruptos que se niegan a soltar la viña y, peor aún, se resisten a que cese la impunidad que ellos han alentado.

Yo me siento orgulloso de poderle decir hoy a mi abuelo Clemente que sus hijos, nietos y bisnietos han logrado luchar contra viento y marea para mantener su legado, continuando con aquel sueño de un periodismo influyente, que fuera más tribuna que mostrador.

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