Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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No les salieron del todo bien los planes al establishment oligárquico y delincuencial que hoy gobierna al Estado en Guatemala. Cuando las encuestas ubicaban a Bernardo Arévalo candidato del Movimiento Semilla en un lejano octavo lugar, las elecciones presidenciales lo han metido en la segunda vuelta electoral con aproximadamente 12% de los votos. Así las cosas, Arévalo se enfrentará a Sandra Torres, la candidata de la Unión Nacional de la Esperanza (UNE) quien encabezó la primera ronda electoral con casi 16%.

No cabe duda de que la alianza gobernante tuvo un tropezón este domingo 25 de junio. Los factores de este fueron muchos. Entre ellos, el que el proyecto oligárquico y delincuencial no pudo concertar una candidatura de unidad y se dispersó en los 24 partidos que apoyaron múltiples candidaturas distintas. De todos estos partidos, solamente 15 alcanzaron representación en el congreso mientras otros ocho quedaron eliminados por baja votación o porque la estrategia del fraude los sacó del juego. Me refiero con esto último a Carlos Pineda de Prosperidad Ciudadana y a Roberto Arzú de Podemos.

Fueron varias las estrategias del fraude que no funcionó en su totalidad en Guatemala: el alegado soborno de los integrantes del Tribunal Supremo Electoral, la elección de Estado practicada por el gobierno de Giammattei, un sistema de recuento de votos que generó desconfianza, la cooptación de las Juntas Electorales Departamentales, el caudal de dinero ilícito y no declarado para ciertas candidaturas, la eliminación de candidaturas (dos de derecha y una de izquierda) usando pretextos jurídicos y el permitir candidaturas como las de Torres y Ríos Sosa que tenían impedimentos legales

Las múltiples candidaturas en que se dispersó el llamado Pacto de Corruptos, finalmente se concentraron en Sandra Torres (UNE), Manuel Conde (Vamos), Armando Castillo (Viva) y Zury Ríos (Valor-Unionista). Teniendo coincidencias esenciales que hacen valer en momentos cruciales, la alianza que gobierna a Guatemala no es monolítica y esas grietas permitieron un voto diferenciado que permitió a Movimiento Semilla y a Arévalo dar la sorpresa.

La estrategia del fraude fracasó parcialmente al no poder colocar en el segundo lugar al candidato del presidente Giammattei. No funcionó la estrategia del “voto en línea” que hizo uso de la maquinaria electoral sustentada en las alcaldías para acarrear votantes para alcaldes, diputados y presidente. Ni el acarreo, ni el traslado de votantes de un municipio a otro que provocó brotes de violencia, ni la compra del voto pudo evitar que Conde quedara en tercer lugar. Pero el fraude funcionó en términos de alcaldías (131 alcaldías, 40% de las mismas para el partido Vamos de Giammattei) y diputaciones (41 de 160 también para Vamos).

Sin duda el factor más importante de la derrota parcial del fraude fue el voto surgido de los pliegues ocultos de la sociedad que favoreció a Bernardo Arévalo. Fue el voto en gran medida urbano y de jóvenes que manifestaron su hartazgo ante la corrupción y la impunidad con la que opera el llamado Pacto de Corruptos. El hartazgo también se manifestó en un 25% de voto nulo y en blanco. Además, la segunda vuelta, coloca en la recta final a un candidato de la honestidad y a una candidata que se ha beneficiado del recuerdo de los programas sociales clientelares de cuando fue la primera dama de la nación durante el gobierno de Álvaro Colom (2008-2012). La segunda vuelta parecería manifestar las dos grandes demandas del pueblo guatemalteco: el freno a la corrupción y medidas contra la pobreza (aunque sean paliativas y clientelares).

La otra buena noticia de este domingo 25 de junio es el derrumbe electoral del ala neofascista del Pacto de Corruptos. La ultraderechista Zury Ríos Sosa, hija del genocida Efraín Ríos Montt, quedó ubicada en un lejano sexto lugar después de que en un momento se pensó que podía ser quien entrara en una segunda vuelta y derrotara a Torres quien ya había sido derrotada dos veces en segundas vueltas.

Desunidos en la primera vuelta, los intereses de la gobernanza criminal (oligárquicos, empresariales, delincuencia de cuello blanco, crimen organizado y derecha neofascista) se recompondrán para la segunda vuelta apoyando a su plan B, Sandra Torres. En la segunda vuelta, Bernardo Arévalo y los aliados que consiga, enfrentarán a la maquinaria del Estado y de las diversas mafias.

Enfrentará también la guerra sucia anticomunista como lo revela el comunicado difundido por Movimiento Semilla en el cual clama no ser comunista. El comunicado se difunde en un contexto de votantes urbanos de clase media, en gran medida neopentecostales, que están muertos de miedo porque Arévalo hará de Guatemala “otra Cuba y otra Venezuela”. La misma cantaleta de la paranoia anticomunista que se usó contra Sandra Torres y que la derrotó en 2015 y 2019. Ahora ella, abanderada de la dictadura delincuencial, se beneficiará de ese discurso lleno de ignorancia y odio.

Ganen o pierdan en la segunda vuelta, Bernardo Arévalo y Movimiento Semilla ya ganaron. Obtuvieron una votación inesperada y tienen una bancada de 23 diputados. Ganen o pierdan, más aún si ganan, Arévalo y Semilla navegarán por las aguas procelosas que genera la dictadura delincuencial guatemalteca. Esta controlará al poder legislativo (132 diputados contra 28), seguirá controlando a la Corte Suprema de Justicia, Corte de Constitucionalidad, Fiscalía General, Fiscalía Especial Contra la Impunidad, Procuraduría de Derechos Humanos, la mayor parte del sistema judicial y la mayor parte de las 340 alcaldías.

Y en medio de la victoria obtenida en las entrañas de un régimen corrupto y autoritario, la segunda vuelta debería ser una ventana de oportunidades para construir un frente amplio, pluriideológico, pluriidentitario y pluriclasista para desterrar del poder a la alianza delincuencial que hoy gobierna a Guatemala.

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