Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra

Hace unos días en mi cuenta de Twitter, emití un mensaje que expresaba mi beneplácito ante la postura del presidente Andrés Manuel López Obrador con respecto a que la Cumbre de las Américas a realizarse en junio de este año fuera una reunión sin exclusiones. Era claro el sentido de la propuesta de López Obrador, hecha personalmente al presidente estadounidense Joseph Biden en un encuentro telefónico sostenido a fines de abril.

Se trataba de que  Estados Unidos no excluyera a Cuba, Venezuela y Nicaragua de tal cumbre. Una columnista guatemalteca se refirió a mi mensaje y a la postura de México como “absurda”. Absurda, según ella, porque en la Cumbre no deberían estar los “cleptócratas” de Guatemala, El Salvador y Nicaragua. ¿De veras creía la columnista que la exclusión anunciada por Washington se dirigía a Guatemala y El Salvador?

Pese a la promesa del presidente Biden de que iba a reflexionar sobre la solicitud, la respuesta final fue negativa y expresada por Brian Nichols, subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental. Respuesta previsible dada la conducta estadounidense con respecto a bloqueos y exclusiones. Al realizarse la Cumbre en territorio estadounidense, EUA se reserva el derecho de entrada a la misma y excluye a los tres países  que considera dictatoriales en la región. Washington con ello  también se reserva el derecho de dictar cuáles son los regímenes democráticos y cuáles son los dictatoriales en este caso en América latina.

En rigor la preocupación central de la Casa Blanca no es la democracia.  Su preocupación  es con respecto a cuáles países y gobiernos considera  obsecuentes a sus intereses y cuáles considera rebeldes. Pese a que los gobiernos progresistas que se han presenciado en la región han tratado de mantener su independencia frente al imperio, Washington considera a Cuba, Venezuela y Nicaragua, como países particularmente insumisos a sus intereses. Por este motivo, hoy  los está excluyendo de la Cumbre de las Américas.

Durante sesenta años Cuba ha sufrido el brutal bloqueo estadounidense, mientras las relaciones de Estados Unidos con China han sido fluidas. Y si hoy no lo son tanto, no es porque Estados Unidos esté molesto porque considere a China una dictadura. Su molestia es porque China amenaza sustancialmente su hegemonía imperial en el mundo. En esencia, el mismo motivo por el cual, sea Trump o Biden quien se encuentre en el Salón Oval,  Cuba con su antiimperialismo les resulta irritante a ambos.

Venezuela también será excluida de la Cumbre. Para Washington,  Juan Guaidó es el presidente de Venezuela. No es posible sino ver incoherencia en esa postura, cuando sabemos que en el contexto de la guerra de Ucrania, representantes del gobierno estadounidense se entrevistaron con representantes del gobierno venezolano (el de a de veras, el de Maduro) para negociar la reanudación del suministro de hidrocarburos venezolanos a Estados Unidos. Para el petróleo sí, para la Cumbre no.

Finalmente con respecto a Nicaragua, Washington argumenta que se le excluirá por el carácter dictatorial de su gobierno. En realidad no es la democracia nicaragüense lo que le preocupa a la Casa Blanca. Sabemos cómo durante décadas, los Estados Unidos de América sostuvieron a tres dictaduras de la dinastía Somoza. La diferencia, parafraseando las palabras atribuidas a Franklin D. Roosevelt, es que Daniel Ortega no es el hijo de perra de Washington.

Ni democracia, ni derechos humanos han sido  las preocupaciones esenciales de Washington como política de Estado. Democracia y derechos humanos han sido ideologizadas y politizadas herramientas de presión para lograr sus intereses. It’s realpolitik stupid!

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