Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Hubo diversas críticas a Bernardo Arévalo cuando anunció una supuesta suspensión del proceso de transición debido al acoso que ha sufrido el partido Semilla por parte del MP y sus aliados en el Organismo Judicial en los intentos por cancelarlo e impulsar procesos penales contra sus dirigentes.

Arévalo aclaró que la transición es un mandato constitucional que debe realizarse, pero que lo que se suspendía era la participación en la metodología que se estaba utilizando.

Y este es el punto central a destacar. Hay que construir una metodología para destruir la cooptación que sufre la institucionalidad. 

La razón de esta afirmación parte de entender que el nuevo gobierno significa una ruptura con el status quo construido durante los últimos gobiernos, pero de manera particular durante la administración actual, ya que las redes político criminales cooptaron casi por completo la institucionalidad estatal.

Entonces, ¿cómo se puede desarrollar una transición de un gobierno a otro cuando de lo que se trata es de romper el orden mafioso prevaleciente en el gobierno saliente? El Presidente y sus redes político criminales están incapacitados para hacer una transición donde el proceso deseado está dirigido a destruir la cooptación existente en la administración que termina. 

La metodología que se expresa en el teatro de entregar cajas es una cínica farsa total. Prestarse a esa comedia es, por lo menos, una ingenuidad.

Por lo anterior, me parece que la metodología debe cambiar. Debe ser una que responda al propósito de romper con la perversión establecida. 

Se trata, por lo tanto, de recabar toda la información posible sobre el estado de situación de todas y cada una de las dependencias gubernamentales con el objetivo de saber cómo desarmar la cooptación que padecen. El nuevo gobierno no recibirá herencia institucional que le pueda servir. 

Pero ojo, no se trata de destruir la institucionalidad cooptada, sino que de rescatarla, eliminando la cooptación.

Lo anterior significa que debe superarse la comedia de las cajas, no hacerle el juego a esa farsa. El nombre adecuado de lo que debe suceder no es construir una nueva metodología de la transición, sino que una metodología para la destrucción de la cooptación criminal.

Y para lograr lo anterior, obviamente hay que recuperar toda la información posible sobre la institucionalidad cooptada. 

Para estar en condiciones de realizar lo referido el nuevo gobierno debe contar ya con un gabinete, entendido con amplitud, que efectuará esa dura tarea de destruir la cooptación. ¿Y cómo hacerlo? 

El camino es definir con precisión las prioridades programáticas que pretende impulsar y, a partir de allí, conocer el estado de la cooptación que sufre la institucionalidad encargada de implementar dichas prioridades. 

Pero, sin equipo de gobierno definido, la metodología cuyo esbozo hemos intentado hacer en la presente columna no se podría implementar.

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