Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

post author

La foto que recientemente nos mostró la encuesta del diario Prensa Libre, plantea un escenario no previsto por la “convergencia perversa”, esa que incluye a los actores que se aglutinaron para cooptar la institucionalidad estatal, orquesta cuyo director ha sido el presidente Giammattei.

Solo Sandra Torres continúa funcional a lo previsto. Su voto duro la mantiene entre las dos opciones que llegaría a la segunda vuelta, pero dado su antivoto, sería quien haría presidente (a) a quien compita con ella.

Zury Ríos se les cayó del trono. Como ya se ha dicho, más allá de los atributos personales que ella pudiera tener, la derrota electoral de su padre hace algunos años y su posible salida de la contienda en la primera vuelta ahora, darían por concluida la etapa oprobiosa de la contrainsurgencia. Manuel Conde, el delfín de Giammattei, no despegó; el primitivo Carlos Pineda se situó en el primer lugar; y Edmond Mullet se posicionó fuertemente en un tercer lugar, en ascenso.

Así que Pineda les rompió el escenario previsto. La “alianza perversa” se ha enfrentado entre sí por la sucesión, en medio de la tranquilidad que les produce la ausencia de retos por parte de actores progresistas, sociales y políticos, que están todos neutralizados internamente por su tremenda capacidad de dividirse y con el apoyo externo debilitado, ya que su veleidoso padrino, el Gobierno de los Estados Unidos, los dejó “colgados de la brocha”.

Si este escenario “post encuesta” tiene fuerza, la lucha electoral es entre Pineda y Mulet, para ver quién acompañará a Sandra Torres en el casi seguro boletaje en agosto. El reto para esos dos aspirantes es, en el caso de Pineda, cómo mantiene la ventaja y en el de Mullet, cómo remonta la diferencia, muy grande, por cierto, entre él y Pineda.

Con esta interpretación, obviamente simplista pero posible, la Presidencia se estará realmente disputando entre Mullet y Pineda.

A la candidatura de Mullet ya me referí hace algunas semanas, definiéndola como una opción ilustrada que no pareciera ser la de las transformaciones profundas, estructurales, que Guatemala necesita desde una perspectiva revolucionaria, pero sí se plantea como una que podría posibilitar parar y luego empezar a revertir el poder de la “convergencia perversa” que tiene cooptada la institucionalidad estatal.

En el caso de Pineda y de acuerdo con la imagen que proyecta en las entrevistas que le han hecho, es una mezcla de grotesca ignorancia (muy parecida a la de Jimmy Morales) y de apabullante soberbia (muy parecida a la de Giammattei). O sea que con él podríamos tener una síntesis potenciada de ambos. El narcotráfico seguramente estará muy entusiasmado con esta continuidad.

Frecuentemente, cuando estamos sufriendo algún terrible mal, siempre nos consuela saber que hemos tocado fondo y que ya podríamos comenzar a remontar nuestras desgracias. Eso nos pasa en la vida personal y en la realidad social. Por eso, cuando terminó el gobierno de Jimmy Morales, pensamos que la comedia cómico vulgar que significó la gestión de ese personaje era lo peor que nos podría pasar. Nacieron nuevas expectativas con la llegada de Alejandro Giammattei, con trayectoria política y un nivel académico y profesional que lo distanciaba sustancialmente de su ignorante antecesor. Sin embargo, hubo continuidad en la tragedia. La cooptación de la institucionalidad estatal por parte de lo que yo denomino la “convergencia perversa” se profundizó y el Presidente se convirtió en su indiscutible y autoritario líder.

Así que el panorama no parece alentador. Hay buenos candidatos, Bernardo Arévalo y Manuel Villacorta, por ejemplo, pero con pocas posibilidades reales de triunfar electoralmente. Y el TSE se encargó de sacar de la contienda a la opción más radical que podría haber capitalizado el descontento popular, el MLP.

Solo podemos votar, con restringida capacidad de realmente elegir. Utilicemos ese resquicio de democracia que nos queda.

Artículo anteriorUna devoción a veces inmerecida
Artículo siguienteLos cincuenta años del Mont Blanc