Las democracias latinoamericanas olvidaron que no pueden existir si no tienen habitantes con capacidades ciudadanas.
Y estas se construyen desde la formulación y mantenimiento de partidos políticos con ideología y garantizan la voz y la participación de los ciudadanos.
Por lo tanto, los partidos deben dejar de ser maquinarias electorales y convertirse en espacios de representación desde las comunidades hasta la representación nacional y mantener el diálogo de manera interactiva y por supuesto permanente sobre los problemas nacionales.
La crisis de la democracia en el mundo pasa por el vaciado interno de este concepto de ciudadanía y la privatización de los partidos políticos. Esto ha llevado a las sociedades a verse como grupos humanos susceptibles de votar a partir del mercadeo que levanta imágenes de candidatos. Peor aún, pasa por la disponibilidad de los partidos de convertirse en artefactos de mercado disponibles de compraventa y de instrumentalización.
Por estas situaciones es que hay una campaña permanente contra la ideología.
Contra el derecho a pensar. Contra las construcciones de pensamiento que profundizan sobre las realidades, analizan opciones y proponen respuestas que ayuden a la sociedad a resolver sus problemas. Desde la base de Estados pequeños que priorizan los derechos individuales, la propiedad privada y la seguridad desde la derecha; o los planteamientos que proponen tener estructuras de Estado sólidas capaces de atender los derechos con enfoque colectivo, reconociendo el desarrollo, la propiedad privada, el libre mercado y la seguridad como un conjunto armónico de derechos humanos desde la izquierda.
Los partidos políticos son la esencia de la democracia.
Se mueven por la pasión de los ciudadanos conscientes de revisar y mejorar sus condiciones de vida desde los espacios establecidos. Son personas, hombres y mujeres de plenos derechos reconocidos legal, social y políticamente desde la fuerza que tienen los partidos políticos.
Cuando esto falla, el presente y el futuro de la sociedad democrática está en entredicho.
Con pequeñas diferencias, los países latinoamericanos sufren de la deficiencia de la construcción de ciudadanía. De ahí que el sistema ha sido incapaz de auto revisarse y mejorarse.
Las actuales experiencias en Perú, Brasil, Ecuador así lo demuestran. Las nuevas rutas que se presentan en México, Colombia, Bolivia y Chile levantan esperanza sabiendo que los retos aún se encuentran presentes en sus sociedades. Sigue aumentando la preocupación por la profundidad de la crisis en Nicaragua, Argentina, Venezuela y Guatemala. El respaldo popular del presidente de El Salvador y la magnitud del problema de las maras han construido una fórmula que pareciera tener buenos resultados para la población.
La nueva ola democrática global tiene que aprender a aterrizar en la piel y la vida de sus ciudadanos. Esto generará confianza ciudadana. Para que esto suceda los actores políticos venidos desde los sectores sociales, sindicales y empresariales deberán demostrar resultados prontos desde su combate a la corrupción y el desmantelamiento de este en el imaginario social como opción de beneficio personal.
En segundo término, deberán dejar de “salir a buscar candidatos”. Aprovechar sus propias bases sociales para proponer liderazgos nuevos y plantear el debate de opciones de cambio social.
En tercer lugar, deberán cambiar la lógica política que se ha instalado en la vida laboral de la burocracia de esperar “cambio de gobierno / cambio de equipos”. La confianza social deberá empezar por reconocer que el “Estado de derecho” se cumple no solo para empresarios sino también para los trabajadores de salud, educación y administración de justicia con evaluaciones oportunas, pertinentes y un escalafón que se cumpla con salarios dignos.
Hay una enorme responsabilidad de los dueños de grandes capitales financieros. El concepto de “la nación”, llama a la solidaridad.
Y en consecuencia, retornar capitales guardados en los paraísos fiscales para invertir en las comunidades para el desarrollo rural es el cuarto aspecto a considerar en estos momentos coyunturales de elecciones. Pasar de “el país” hacia “nuestro país”. El apoyo al empresariado que cumple con la ley, respetuoso de los derechos laborales y de seguridad social, especialmente de las mujeres y en el área rural es urgente.
Acciones ejemplares en el combate al crimen organizado y anclado en la institucionalidad del Estado deberá ser el quinto pilar de reconstrucción de la democracia.
En el triángulo norte del continente, es rabiosamente urgente atender las necesidades de los migrantes que se encuentran en Estados Unidos y Canadá y envían un flujo esencial para la vida económica de los países. Son especialmente importantes los más de 18 mil millones de dólares que este año 2022 enviaron los guatemaltecos a sus comunidades y que permiten escuchar a los grandes empresarios decir que la macroeconomía crecerá este año. No dicen que la brecha de la desigualdad sigue también creciendo.
Es la hora de hacer campañas electorales con responsabilidad.
Reconocer la crudeza de los retos y la magnitud del cambio. En ese sentido los partidos deben mantener una respetuosa relación con la población alejándose del populismo y el autoritarismo.
Enfrentamos el reto de la ingobernabilidad para Centroamérica en los próximos años.
La subregión no encuentra la manera en enfrentar sus ancestrales problemas y los nuevos desafíos.
Ahora más que nunca Centroamérica necesita de partidos políticos solidos y dirigentes comprometidos con la profundidad de los problemas nacionales.
Cobán, Alta Verapaz, Guatemala.