Edmundo Enrique Vásquez Paz

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Si es cierto que muchos guatemaltecos deseamos el rescate de nuestro país de este estado de institucionalidad tomada y seguimos confiando en la vía del sufragio, es necesario que los partidos que se consideran una alternativa, sepan orientar el voto ciudadano.

La realidad demuestra que la “alianza” (¿?) entre los partidos que podrían constituir esa fuerza que espera la ciudadanía consciente, no es posible.

A mi modo de ver, lo anterior se explica en el hecho de que, en realidad, no existen esos “partidos” como tales si no que tan solo como organizaciones cuyas cabezas se atreven a representar conglomerados de personas que solo existen en su imaginación. Adicionalmente, en nuestro país, subsiste la mala cultura por parte de los políticos de creer en ideas que, en rigor, son bastante equivocadas. La más importante de ellas: no reconocer el largo plazo como el espacio en el que se debe actuar políticamente para llegar a tener éxito. Y, luego, creer, cada uno, en su propia verdad como la única y con categoría de exclusiva (en el sentido que excluye a las demás).

La expresión más patente de lo anterior, se manifiesta en la incapacidad de los políticos y de los partidos de reconocer con claridad las creencias y las aspiraciones que son las básicas; que les son comunes ellos; que son aquellas con las cuales comulga la mayoría ciudadana; y alrededor de las cuales se podrían establecer plataformas para la acción conjunta.

Personalmente, considero que el fenómeno en referencia se da en buena medida porque los partidos se olvidan de sus bases ideológicas fundamentales y se embelesan con sus propuestas programáticas. De esta forma, cuando sus cúpulas dialogan entre sí, distraen sus conversaciones en detalles que, en rigor, no vendrían al caso. Sobre todo, pensando en la actual situación del país, en la cual no es pertinente que ninguno de los partidos en interlocución siquiera imagine llegar a tener el sustento necesario como para llegar a la situación de llegar a dominar en una elección y gobernar el país. Se necesita realismo. Por parte de todos.

No obstante lo dicho, pienso que bien se podría jugar un modo alternativo de actuar. Un modo que abonaría al cultivo de la confianza en la democracia y que motivaría la participación en las elecciones de muchos de los ciudadanos que actualmente se encuentran desorientados y amenazan con engrosar las filas de los abstencionistas.

Soy de la opinión de que aún es tiempo de que los partidos que realmente desean un cambio, den un giro al tratamiento de sus propuestas concentrando su atención en su oferta de gestión en el Organismo Legislativo.

Una promoción efectiva de la actuación de cada uno de los partidos y sus correspondientes bancadas en el Congreso, tendría la bondad de resultar “elegante”: No requeriría que los candidatos a Presidente y Vicepresidente por cada uno de ellos tengan que conceder en público -verdades de Perogrullo- que, en realidad, no juegan con la esperanza de llegar a dominar el Organismo Ejecutivo para respaldar de manera efectiva las fuerzas que sí pueden trabajar en un cambio.

Es imperativo transmitir al electorado que la única transformación realista del país solamente se puede esperar de un Congreso renovado; y que, para ello, no es necesario discutir alrededor de programas de gobierno (que se refieren a las utópicas actuaciones desde la Presidencia y la Vicepresidencia y que no tienen ningún sentido práctico en la actual coyuntura) si no que alrededor de la actuación seria y consecuente de muchos diputados en el Organismo Legislativo.

El planteamiento resulta de suyo interesante en tanto que -en principio y para efectos de lo que es más urgente para el rescate del país- lo imperioso es contar con diputados rectos, hábiles para desempeñarse como tales y claros en las aspiraciones y necesidades básicas del país. Lo importante no es -¡aunque suene un poco extraño!- a qué partido o partidos pertenezcan. Si comparten estatura moral y competencias para desempeñarse como parlamentarios (discurso, argumento) y como legisladores inteligentes, es suficiente. El país necesita verse retratado en un organismo que contenga virtuosos que se hagan notar como tales.

De estas reflexiones, lo que se debe concluir es que la verdadera alta responsabilidad de los partidos políticos que aspiran a un cambio en nuestro querido país, reside en saber nominar personas de estatura para llevar al Congreso. Y distanciarse de la mala práctica de llevar personas por otras razones.

La actual coyuntura mueve a pensar que ni siquiera es necesario contar con Agendas Legislativas. Agendas que solamente tendrían viso de realizarse si se pudiera contar con mayorías suficientes… A mi entender, será suficiente con llevar gente decente y competente al Congreso. Gente que sepa de principios, de lealtad, y de compromiso con Guatemala; personas íntegras, de las que se pueda esperar actuaciones consecuentes y a la altura en el sinfín de coyunturas (¡impredecibles!) que encontrarán en el inmenso circo. Personas que sepan hacer uso del Congreso y sus curules para dar cátedra de dignidad a la población nacional.

A los votantes, se les debe hacer ver lo anterior. Lo que importa, fundamentalmente, es la calidad de los representantes. No es su origen ni su filiación. Por de pronto, lo que se necesita son hombres buenos y competentes. Nada más. Es a futuro (muy a futuro) que se perfilarán necesidades más puntuales que habrá que saber resolver de manera consecuente.

[Un caso a tratarse de manera muy similar debería ser el de las candidaturas para la integración de las alcaldías municipales (dando la correspondiente importancia a la estatura de los futuros síndicos y concejales). Aunque aquí, sí, señalando aspectos básicos de la futura gestión (programas básicos) de los gobiernos locales para contribuir al saneamiento ambiental de la nación a partir de los territorios; ¡algo que es urgente!]

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